La Federación de Comercio

 

Esta es una entrada más bien corta, pero lo sucedido en torno a una demanda reciente hacia la megacompañía Disney me dejó pensando mucho en lo cerca de estamos de escenarios futuros que sólo creíamos posibles en las fantasías más febriles de la ciencia ficción. No sé si es una reflexión, una advertencia, o sólo un pretexto para hablar acerca de ficción, pero no deja de estar basada en una situación de la vida real que estira mucho nuestra imaginación.

Entremos en materia. Hace unos días, nos enteramos de que un hombre demandó a Disney por la muerte de su esposa en DisneyWorld. La mujer, una doctora, falleció como consecuencia de una reacción alérgica a la comida en un restaurante dentro de las instalaciones del emblemático parque de atracciones, pese a que la pareja fue enfática al personal de servicio acerca de sus alergias a frutos secos y lácteos. Debido a esto, el hombre demanda por 50 mil dólares a Disney por homicidio culposo, además de exigir una indemnización por afectación psicológica.

Lo insólito en este caso no fue la negligencia ocurrida en el parque, sino el argumento de Disney para intentar que se desestimara la demanda. Según la empresa, en 2019 el demandante aceptó un mes de prueba en el servicio de streaming Disney+, aceptando sus términos y condiciones, y resulta que entre estas hay una especificando que los usuarios de prueba aceptan que Disney arbitre en cualquier caso de disputa, por lo que la demanda tendría que resolverse por fuera de tribunales. Así mismo, argumentaron que la pareja también accedió a lo mismo al adquirir los boletos a DisneyWorld en su página web. Al final, tras días de señalamientos e indignación pública, así como críticas por parte del abogado del viudo, Disney decidió renunciar a sus “derechos de arbitraje” y permitir que la demanda proceda.

Es un punto en el que cualquier persona debería estar pensando: ¿cómo llegamos a un punto en el que dejamos que una empresa, a grandes rasgos, crea que puede matarte semilegalmente porque acordaste un mes de prueba en uno de sus productos? ¿Por qué deberíamos seguir consumiendo sus series, sus películas, visitando sus parques temáticos? ¿Cuál es nuestro papel como consumidores en un escenario donde las megacorporaciones transnacionales tienen cada vez más poder e influencia?

Por supuesto, y a riesgo de sonar muy cínico, no creo que haya grandes cambios en torno al consumo de Disney entre el público general. Es probable que muchos se desuscriban de Disney+, y aquellos que no consumen sus películas redoblarán su determinación. Pero con el tiempo el tema se habrá olvidado, o algunos sentirán la necesidad de seguir viendo sus series o películas de interés, y seguramente acabarán recurriendo a la empresa, incluso sin enterarse, pues los tentáculos de las megacorporaciones llegan a tantos lugares que son prácticamente inescapables.

Y es que la responsabilidad aquí no puede arrojarse simplemente sobre el consumidor, el ciudadano regular. El poder de las grandes corporaciones se ha extendido por décadas, y los gobiernos y las organizaciones democráticas internacionales han sido parcas e insuficientes para ponerles freno. Tenemos así que grandes empresas como Coca-Cola disponen de vastos recursos acuíferos en otros países, para el detrimento del acceso al agua por parte de los ciudadanos, bajo el pretexto de que “están trayendo empleos”; o la presencia de grandes mineras internacionales que modifican gran parte del paisaje y contribuyen al incremento de la contaminación. De hecho, es muy probable que Disney decidiera renunciar al arbitraje de la reciente denuncia no por las muchas críticas del público, sino para guardarse ese recurso y poder usarlo a futuro en una demanda un poco más “importante”.

El panorama se antoja bastante similar a lo que se denunció por décadas en varios productos ciberpunk en el cine, los cómics y la literatura, donde los debilitados gobiernos han sido prácticamente reemplazados en poder y autoridad por las grandes corporaciones, que ofrecen grandes avances tecnológicos, finas experiencias sensoriales, a cambio de la individualidad y la libertad. Incluso, el tema de los grandes desarrollos tecnológicos en contraste con una baja calidad de vida está sin duda presente en nuestra sociedad actual. Desarrollamos grandes técnicas audiovisuales, incluso alcanzando el empleo de inteligencias artificiales, pero se usan para producir información falsa en imágenes y videos fabricados; tenemos muchos avances médicos, pero hay millones de personas que no pueden acceder a un buen sistema de salud incluso en países desarrollados; podemos acceder a gigas de información en la Internet, pero la desinformación y la ignorancia pululan en los sitios virtuales.

Nuevamente, los gobiernos alrededor del mundo parecen bastante incapaces en regular el poder de estas grandes corporaciones. Muchos de hecho optan por conceder el trabajo de empresas públicas a corporaciones privadas. Otros han recortado enormemente los recursos destinados a programas sociales que intentan ayudar el problema de la inequidad. Han tenido un ritmo lento para frenar el daño ambiental, y la reducción de las emisiones de carbono ha sido menor de lo esperado luego de numerosos acuerdos y umbrales establecidos. Apenas recientemente han tomado conciencia del papel de las redes sociales en la difusión de contenido de odio y desinformación, pero deben enfrentarse con dueños de gran influencia y escasa madurez que en algunos casos son incluso contribuyentes activos al clima de desinformación y extremismo ideológico.

Aquí es donde debemos señalar la gran ironía de que quienes piden por una reducción de la influencia del Estado en temas públicos y se haya convertido, bajo el neoliberalismo, en una mayor delegación del poder a empresas privadas que aprietan cada vez más las tenazas en cuanto a la economía. Necesitamos ser cuidadosos a la hora de abogar por una descentralización y desmantelamiento progresivo del Estado, para evitar la manipulación de sectores ultracapitalistas y minarquistas, los cuales buscan que las responsabilidades de las naciones en cuanto a los derechos y recursos para los ciudadanos sean justo las que se reduzcan a favor del control privado.

Y no dejo de notar la ironía de estar comunicándome a través de una página de blog que pertenece a una empresa que fue denunciada por desarrollar un motor de búsqueda censurado para China y hacer parte de proyectos nacionales de vigilancia en masa, y que comparto estas y otras ideas principalmente en una red social cuyo nuevo dueño ha sido señalado por amplificar voces de extrema derecha y teorías de conspiración en países como EE.UU. y Reino Unido. Pero es la horrible naturaleza de la sociedad contemporánea, en que muchos nos vemos forzados a participar.

Como dije, ni yo mismo entiendo mucho el propósito de esta entrada. Podríamos decir que necesitaba desahogarme un poco acerca del horrible estado actual, donde las empresas pueden hacer y deshacer con nuestros derechos y nuestros recursos, y no parece que las cosas estén cerca de dar un giro radical al respecto. Mantenernos vigilantes de estos abusos sigue siendo algo fundamental, pero no será suficiente si los Estados que supuestamente velan por nuestros derechos prefieren terciar a favor del capital privado.

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