Kengan Ashura/Omega y la falsa dicotomía del talento vs. esfuerzo

 

Nos dice la Wikipedia que el talento es “la capacidad para desempeñar o ejercer una actividad”, que suele estar asociado a la habilidad innata. Va muy de la mano con aptitud, que es la cualidad que hace que un objeto o persona sea apto o adecuado para un determinado fin. Por lo general, cuando hablamos de talento o genialidad, nos referimos a una cualidad que concebimos como estrictamente nata, sea física o mental: Messi es un genio del fútbol desde que era niño, el talento de Marie Curie en las ciencias era impresionante, García Márquez ya mostraba dotes de escritor desde temprana edad.

En supuesta contraposición, tenemos el esfuerzo, que significa tanto la fuerza física que aplicamos contra una resistencia como la fuerza y ánimo moral que nos damos a nosotros mismos en pos de un objetivo. Hay personas que no destacaban tanto cuando eran pequeños, pero que con trabajo duro y disciplina llegaron a una posición notable. Por ejemplo, nunca creerían que Abraham Lincoln tuvo trabajos poco profesionales en su juventud, y su educación formal fue en su mayoría autodidacta. Pondría otros ejemplos, pero la verdad es que a menudo la idea del trabajo duro, del self-made man, es horriblemente mitificada y romantizada, en especial en historias de inspiración para echarle a la gente la culpa exclusiva de sus propias limitaciones, pues muchos de esos supuestos ejemplos son personas que contaron con las circunstancias adecuadas (y un poco de suerte) para alcanzar sus metas.

Y hay que hacer énfasis en el entorno y las circunstancias en todo caso, porque el talento natural no es opuesto al esfuerzo y el trabajo. Aquí hago hincapié desde la visión romántica y absurda que se tiene en la comunidad de anime, en especial por parte de quienes consumen shōnen nekketsu (es decir, orientado a combates), de que con esfuerzo y trabajo se puede superar a un talento nato. Esto no es necesariamente imposible, pero sí noto que muchos parecen concebir que “talento” o “genio natural” es dominar al dedillo todas las capacidades con las que naces desde que naces, así que no pasas ni de lejos por el mismo esfuerzo y trabajo duro que ha tenido que soportar alguien sin “habilidades especiales”. Es decir, como si talento nato y trabajo duro fueran dos elementos mutuamente excluyentes. Y por supuesto, si lo analizas bien, eso es una tontería.

Pongo esta imagen de Neji (el "genio") y Rock Lee (el "mediocre") porque el fandom de Naruto es uno de los peores ofensores en este tema, al punto que hay un sofisma muy extendido en la comuidad de que la idea del protagonista como la reencarnación de un semidiós al final de su obra contradice y echa al traste el trabajo y esfuerzo que tuvo que soportar el personaje, y que supuestamente era el mensaje principal de la serie. Y lo siento, pero eso en esencia es absurdo: de hecho, si lo vemos desde un enfoque más científico o conductual, ese tema de la reencarnación sólo refuerza la importancia de que Naruto entrenara con los mentores adecuados, pues en realidad nunca tuvo en su niñez un ambiente que le permitiera desarrollar su potencial oculto, por más “niño de la profecía” que fuera.

(Entre paréntesis: no, eso no significa que Naruto tenga un buen final. De hecho, hablando en un sentido general, la obra carga muchos problemas conceptuales –visión romantizada de las relaciones humanas, villanos absurdamente fáciles de convencer, personajes desperdiciados, la personalidad obsesiva y egoísta de Naruto- incluso desde su primer arco, que simplemente hicieron metástasis en la Parte II de la serie. Cierro paréntesis.)

Como no le quiero dar corriente a ese manga, que ya está más quemado en debates de Internet que el Templo de Artemisa, pasemos a contextualizar el asunto y abordarlo con otra serie. Para que quede más claro lo que tengo que explicar, visitemos un momento la filosofía de Aristóteles y su Metafísica, y hablemos del ser en acto y el ser en potencia. Aristóteles explicaba el cambio a través de los conceptos de acto, la sustancia en el momento determinado que la conocemos, y potencia, las capacidades y posibilidades de la sustancia para llegar a ser algo diferente. Por ejemplo, una semilla puede convertirse en árbol, pero aún no es un árbol, por lo que podemos decir que es una semilla en acto y un árbol en potencia. De manera similar, una niña puede llegar a ser una mujer, pero en el momento es una niña, por lo cual es una niña en acto y una mujer en potencia.

¿Podemos comprender esto desde una perspectiva biológica? Sí: a nivel de fases de desarrollo y maduración de un organismo. Ahora, también tenemos otra forma de verlo, y es un enfoque más genético. Como explicaba en una entrada sobre la genética de la homosexualidad, el fenotipo es la expresión física de caracteres de acuerdo a la interacción entre los genes y un ambiente determinado: por lo tanto, la variabilidad de un rasgo dependerá no sólo de factores genéticos, sino también de factores ambientales pre o postnatales, de acuerdo con el tipo de rasgo. Es decir, aunque tengas un arreglo genético que favorezca una mayor masa muscular, es posible que un mal ambiente nutricional prenatal pueda afectar la expresión de dicho potencial, pues el cuerpo se “ajustará” a que el individuo enfrente escasez de recursos, aun cuando no sea así; de manera similar, aunque no tengas problemas durante el desarrollo embrionario, si creces en un ambiente de pobreza y hambruna, ese potencial de desarrollar una mayor masa muscular se verá truncado, porque, sencillamente, con una pobre ingesta de nutrientes no hay base energética de la cual crecer.

Este es el punto al que quiero llegar, pues lo que entendemos como “talento natural” requiere no sólo de la base genética del individuo, sino también de las influencias externas del ambiente; y no sólo me refiero a cómo el hambre y la desnutrición limitan las aptitudes físicas y mentales, sino también al acceso a una educación que permita desarrollar sus capacidades. Esto ya lo había mencionado también al hablar del caso de Tasajera en el Caribe colombiano, así que lo cito textual:

“[…] si las condiciones en las que creces no son las adecuadas para cultivar tus talentos, por más que un niño en Tasajera tenga un coeficiente de 280 estará condenado a subsistir de cualquier forma al alcance de la mano […]”

Y eso es lo que ocurre: una persona talentosa en el baloncesto, por ejemplo, no nace haciendo canastas desde temprana edad, pues si no tiene un espacio donde practicar saltos, dominio del balón, sentido del balance, etcétera, todo ese potencial no va a ser aprovechado. Las personas con talentos y capacidades no son sólo cuestión de bendición genética: también requieren de entrenamiento, experiencia y disciplina. Es injusto decir que ellos no se tienen que esforzar tanto como el que cree que sólo con pasión y perseverancia puede alcanzar una meta sin tener alguna habilidad nata perceptible. Repito: por más que un niño tenga un coeficiente intelectual privilegiado, si el entorno, su alimentación, sus oportunidades de educación son escasas, jamás podrá aprovechar todo ese potencial cognitivo. En tales condiciones, un genio en potencia nunca dejará de ser un mediocre en acto.

Si hablamos a nivel de ficción, creo que en la destinada al deporte es donde suelen representar mejor que esa dicotomía talento vs. esfuerzo es una ilusión. CoraChuky tiene un vídeo excelente sobre ese enfoque del talento y el esfuerzo en el spokon, el cual por cierto me inspiró mucho para esta entrada, y de la importancia del esfuerzo y la disciplina más allá del talento natural. Ni el talento por sí solo es lo más importante, ni el mero esfuerzo te va a llevar siempre a donde quieres porque, al final del día, todos tenemos algún límite biológico en nuestras capacidades, y ninguna cantidad de esfuerzo y trabajo duro puede llegar a romperlo; no podemos ir más allá del máximo de nuestro potencial individual como ser. Y para ilustrar de otra forma la interacción entre talento, esfuerzo y experiencia, quiero tomar como ejemplo la obra que da título a esta entrada, Kengan Ashura, la cual ya había mencionado antes en otra entrada.

Del género de artes marciales, Kengan Ashura es un shōnen escrito por Yabako Sandrovich e ilustrado por Daromeon, el cual fue publicado de 2012 a 2018 en el sitio web Ura Sunday –de la editorial Shogakukan-, y recopilado en 27 volúmenes. En esta historia Kazuo Yamashita, un asalariado cincuentón que trabaja para el grupo empresarial Nogi, conoce por casualidad a un joven luchador, Ohma Tokita, y termina convertido en su cuidador y jefe de una empresa fantasma por el director del grupo Nogi, con el fin de ampliar su representación y posibilidades de ganar un torneo de aniquilación de combates Kengan, una arena de gladiadores que existe desde el período Edo, donde empresarios y mercaderes resolvían sus disputas a través de enfrentar a sus gladiadores en feroces luchas donde la única regla es luchar sin armas. La serie fue adaptada a un anime de 24 episodios en Netflix, el cual utiliza animación CGI con un poco de tradicional, y pues… aunque las expresiones faciales son casi nivel Berserk 2016 –los otakus entenderán la referencia-, la animación logra transmitir bien el dinamismo de los combates, y puedes ver y sentir claramente cuando se conecta cada golpe. El manga tiene hoy con una secuela, Kengan Omega, que lleva ocho volúmenes desde enero de 2019.

A través de los capítulos, Yamashita termina envuelto en una lucha de poder entre diferentes facciones de la Asociación Kengan, y tanto él como los lectores vamos conociendo poco a poco el pasado de Ohma y su vínculo con otros personajes de la serie. De hecho, aunque ambos son los protagonistas de Kengan Ashura –o más bien el eje principal del manga-, gran parte de los personajes se integran como un reparto coral, pues muchos de ellos toman el protagonismo por varios capítulos, y durante los combates tenemos no sólo una ventana a sus estilos de combate, sino también a sus historias y motivaciones. La serie carece de elementos sobrenaturales, y si bien estiran en ocasiones los límites de procesos y actividades físicas humanas, sabe manejar una base relativamente realista de datos físicos y fisiológicos que expliquen las habilidades y estilos de combate de muchos luchadores.

Es aquí donde destaco el trabajo de Sandrovich, quien tiene 14 años de experiencia como artista marcial, y gracias a esto hace un esfuerzo notable en sus obras -tiene otros mangas en su haber como Fist of the Seeker y el más ligero How Heavy are the Dumbells You Lift?- por distinguir y al mismo tiempo conectar el talento natural, el entrenamiento formal y la experiencia. En el Torneo de Aniquilación Kengan, tenemos sujetos que confían sólo en su fuerza bruta, como Julius Reinhold o Raian Kure; otros que compensan su inferioridad física con ingenio y artes marciales, como Cosmo Imai o Suekichi Kaneda; tenemos asesinos profesionales que adaptan sus artes silenciosas y veloces a estos prolongados combates, como Muteba Gizenga y Rei Mikazuchi; y muchos otros que combinan sus talentos con una vasta experiencia de combate y artes marciales.

Gracias a la presencia constante del narrador –la serie expone muchas cosas, pero nunca sobrecarga gracias a la narrativa visual de las explicaciones-, podemos ver cómo en muchas ocasiones los combates suelen contrastar los estilos y capacidades de los oponentes, y así las ventajas y dificultades que pueden tener. Por ejemplo, el choque de sumo vs. artes marciales entre Takeru Kiozan y Jun Sekibayashi, uno de mis favoritos personales del manga, lo resalta de forma maravillosa. El rebelde rikishi es mucho más veloz que Sekibayashi, y por lo tanto capaz de castigar de forma constante a su curtido y resistente rival, pero los movimientos de su “Sumo primitivo”, que incluyen puñetazos y patadas, son agotadores a largo plazo para su tipo de cuerpo, adaptado a combates más cortos. De manera similar, Raian Kure es quizás el segundo o tercer luchador de mayor fuerza física en el torneo, y es un asesino profesional como varios miembros de su clan, pero su deseo de aplastar a sus oponentes tan sólo usando fuerza bruta lo hace rechazar las técnicas de combate del Estilo Kure, lo cual junto a su juventud e inexperiencia en este tipo de combates lo llevan a una derrota (aunque muy cerrada) a manos de Ohma en la segunda ronda.

Sin embargo, son dos los personajes de la primera serie que ilustran de forma más dramática el propósito de la entrada. Uno es, curiosamente, el mismo Yamashita. Aunque no es de ninguna forma un luchador, resulta (alerta spoilers) ser descendiente de un participante del primer torneo Kengan, uno cuya mayor ventaja era una vista cinética excepcional que le permitía reaccionar y anticiparse a cualquier ataque, y la cual Kazuo heredó en menor nivel. A pesar de ello, su débil constitución física lo hicieron rendirse en su juventud con las artes marciales, y con el tiempo se olvidó de su pasión por la lucha. A través de la serie, Yamashita logra hacerse de una reputación (a menudo por malas interpretaciones de otras personas), y en la secuela se hace más reconocido en la Asociación Kengan, pero lo cierto es que, en el contexto de Kengan Ashura, jamás podría hacer un uso más físico de su don excepcional (cierro spoilers), al punto que ve en Ohma a aquella persona que siempre quiso ser: alguien que no combate por dinero o fama, sino por la sencilla convicción de probarse a sí mismo.

El Kengan y el Ashura. Tal vez su encuentro estaba destinado a ocurrir…”

El otro es Rihito, El Súperhombre. Nacido con una fuerza de agarre/pinza descomunal, al punto que de niño ya podía romper una moneda en dos, Rihito aprovechó sus cualidades innatas en su movimiento estelar, la Rasuradora, con la cual puede cortar metal como si fuera mantequilla, y es el primer oponente en la serie que pone a Ohma en aprietos. No obstante, aunque posee un instinto para el combate, tiene un buen balance entre ataque y defensa, y entra al Torneo de Aniquilación con un mejor despliegue de su técnica, su estilo de lucha es autodidacta, y fuera de las peleas no es lo que se diría un tipo brillante, lo cual lo pone en una clara desventaja frente a muchos de los otros participantes del torneo, quienes son más fuertes físicamente y además utilizan técnicas y artes marciales mucho más refinadas y diversas.

La serie no endulza esta realidad: Rihito es apaleado casualmente por Raian Kure en un baño, y poco después recibe una derrota brutal en su propio combate a manos del hombre más experimentado del torneo, La Lanza del Diablo Gensai Kuroki, quien complementa sus movimientos con un doloroso diagnóstico verbal de la debilidad de Rihito, el cual no puede esperar siquiera ponerse a la altura del guerrero, por más fuerza de voluntad y determinación que le ponga. Por fortuna (alerta spoilers), Rihito logra sobreponerse a la humillación, y al final del manga termina siendo estudiante de Kuroki. Cuando lo vemos de regreso tres años después, en Omega, su entrenamiento le ha permitido fusionar su estilo de lucha con las bases del Estilo Kaiwan de su maestro para aprovechar mejor sus cualidades naturales, las cuales el mismo Kuroki asegura que, a pesar de su vasta experiencia en artes marciales, jamás sería capaz de replicar (cierro spoilers).

Su secuela, Kengan Omega, no sólo mantiene este enfoque del vínculo entre talento, entrenamiento y experiencia, sino que además lo hace parte del hilo narrativo durante su primera mitad gracias a uno de sus protagonistas, Koga Narushima. Koga empieza como el típico joven pendenciero, probando su fuerza a través de continuos dojoyaburi (acto de visitar un dojo para retar a sus integrantes) para derrotar a todos los miembros de varias escuelas de artes marciales luego de aprender sus técnicas. Poco después se acerca a Yamashita para ingresar a los combates Kengan, pero tras tres años de observar y organizar peleas, el menudo Kazuo es directo con él en que, en su estado actual, no tendría ninguna oportunidad, así que tras un par de derrotas envía a Koga con diferentes maestros para que refine su estilo de combate, con la esperanza de que sea parte de los 13 representantes de la Asociación en el torneo entre la Asociación Kengan y el Purgatorio, una organización que tomó el primer lugar entre los combates clandestinos, y que busca incrementar su poder absorbiendo a la Asociación Kengan.

Koga es un ejemplo más directo de la falsa dicotomía entre el talento natural y el esfuerzo. El joven tiene una visión cinética prodigiosa a la par del señor Yamashita, pero con una constitución física y habilidad en karate -a diferencia del estilo autodidacta de Rihito- que le permiten hacer uso de ella en el combate, además del suficiente conocimiento e intuición para identificar el estilo de un luchador con sólo ver la base de sus movimientos. No obstante, y a pesar del evidente talento nato que posee para la lucha, debido a su entrenamiento incompleto y falta de disciplina tenía falencias notables en su juego de pies y su balance corporal. Es gracias al entrenamiento con otros personajes, y su mismo afán de probarse a sí mismo, que eventualmente logra ajustar sus movimientos y velocidad, empezando apenas a tocar la superficie de su enorme potencial.

Sin embargo, a pesar de sus avances, Koga sigue estando lejos del nivel de los peleadores de la Asociación por su evidente falta de experiencia, pues unos meses de entrenamiento no pueden compararse a los años de combate, práctica y talento pulido de otros concursantes. Debido a esto (alerta spoilers), cuando Koga es malherido durante un intento de asesinato contra Yamashita, a poco más de un mes antes del torneo y sin el suficiente tiempo para recuperarse y seguir entrenando, debe ser sustituido como representante, cosa que él mismo acepta, aunque con la implicación de que aún tiene mucho espacio para hacerse más fuerte. Al acudir como espectador al torneo y ver el nivel de los luchadores, algunos de los que no puede llegar a predecir sus movimientos, y otros tan veloces en técnica que ni siquiera él puede seguirles la pista con sus ojos, reconoce que no estaba a la altura del momento, pero también le ayuda a fortalecer su convicción (cierro spoilers).

Ahora me puse un objetivo enorme. Un día, voy a superarlos. Ya lo verán.

Son muchos los shōnen que presentan el contraste entre un “genio natural” y un mediocre que trabaja duro para alcanzarlo, pero por fuera del spokon son pocos los que le dan un tratamiento más realista, o que al menos lo sepa transmitir así al lector, ya que como expliqué, es fácil confundirlo como una dicotomía absoluta que en realidad no es tal. Kengan Ashura, y sobre todo Omega, son de los que logran un enfoque más claro en este aspecto, gracias sin duda a la experiencia de su autor en la esfera de artes marciales. Y es más allá de la filosofía que muchas suelen tener, al final del día artes como el karate, el judo o el Muay Thai son básicamente deportes, y por tanto actividades más cercanas a las experiencias reales de una persona natural que, digamos, aprender un hechizo o juntar chakra en los pies para caminar sobre el agua. Por ello, son un ejemplo de cómo una habilidad, ya sea “innata” o “adquirida”, requiere también de preparación, disciplina y experiencia para ser aprovechada en toda su extensión.

Así que cierro la entrada con lo siguiente: nunca se desanimen. Hay cosas que no podemos lograr por más que nos esforcemos, pero eso no significa que seamos un fracaso. Puedes creer que tienes un talento o no, o puedes pensar que es sólo un interés en ejercer algo que te gusta, pero en cualquier caso lo descubrirás a través de trabajo y disciplina. Nadie nace aprendido, sino que siempre hay algún nivel de esfuerzo detrás de las metas que se alcanzan.

Y por supuesto, lean Kengan Ashura y Kengan Omega (si saben inglés, les recomiendo que sea en ese idioma), o pueden darle una oportunidad al anime del primero en Netflix. Créanme, hay menos spoilers en esta entrada de lo que parece. Pero es mejor que no se queden sin conocerlo, porque...

Comentarios

  1. Me ha gustado mucho, pero deberías añadir más imagenes, más títulos y un fondo que contraste mejor con la letra, por lo demás, concuerdo con el contenido

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