Imposturas religiosas: el mito de Constantino y Nicea
Por curioso que pueda parecer algunos, los creyentes no son los únicos que mantienen como certezas algunos engaños y exageraciones sobre la religión. Ningún ser humano está exento de cometer errores, y los escépticos religiosos no son la excepción. Sea en parte por una visión antirreligiosa poco abierta a debate, por influencia de trabajos mediocres sin una buena base histórica (cof, Zeitgeist, cof, cof, El código Da Vinci, cof), o simplemente por falta de acceso a otra información, hasta el cristianismo es “comprendido” por algunos ateos y páginas supuestamente críticas a través de mitos asumidos como reales; populares y plausibles, pero mitos, al fin y al cabo. Y algunos de los más frecuentes suelen estar relacionados con las primeras etapas del cristianismo y el origen de algunas fechas, festividades o dogmas. Como ejemplo, esta imagen que me trae al tema que nos ocupa, publicada por una página de Twitter llamada Atheist Forum.
Sí:
el hombre creó las religiones, pero una historia tan compleja como la del
cristianismo es difícil de reducir a un solo hombre (y eso incluye al Nazareno
mismo), en especial a un político con escasa comprensión en temas religiosos.
El tema del papel de Constantino el Grande en la fundación del cristianismo y
sus doctrinas es uno de los más tergiversados y sobredimensionados entre los
críticos de esta fe, sea cual sea su denominación o su escepticismo. Tampoco es
como que sea culpa de todo el que así lo crea, porque la historia temprana del
cristianismo es un tanto confusa, y entre tantos concilios y corrientes
discutiendo entre sí, no es difícil terminar creyendo que en una reunión se
estableció lo que en realidad fue instituido en otra. Así que, para intentar
aclarar los malentendidos de esta imagen, desmenucemos esas “doctrinas paganas”
que supuestamente fueron introducidas en Nicea.
Mientras
llegamos ahí, demos un vistazo a los otros protagonistas humanos de la imagen,
sólo por agregar:
-John Smyth (baptismo, 1609): Correcto.
Aun teniendo en cuenta la diversidad de las iglesias baptistas que tenemos hoy
en día, la historia más temprana del movimiento baptista se puede rastrear hasta los postulados del clérigo
John Smyth, quien vivió en tiempos
del separatismo religioso en Inglaterra de los años 1600 (tan, tan, tan), sobre
el bautismo a los creyentes, la liturgia y el sistema de liderazgo de la
Iglesia. El que diga que ha existido una línea continua y menor de creyentes
que mantenían doctrinas como las del baptismo desde tiempos de Cristo tiene
mucho que probar.
-Charles Parham (pentecostalismo, 1901): Correcto en parte. Si bien fue Parham el primero en predicar su doctrina sobre el bautismo del Espíritu Santo, tras una experiencia donde supuestamente los miembros de su escuela bíblica hablaron en lenguas, el impulso nacional y estructural que tuvo en Estados Unidos, al permitir una participación activa de afroamericanos en una época que ya abogaba por la segregación racial, y un papel un tanto más activo (aunque igual secundario) de las mujeres, ocurrió gracias a las misiones de William Seymour, uno de los estudiantes de Parham. De hecho, muchos consideran que el verdadero inicio para la propagación del pentecostalismo fue el Revivamiento de la Calle Asuza, un encuentro religioso de 1906 presidido por Seymour.
-Joseph Smith (mormonismo, 1830): más
que correcto; tengo que saberlo, si técnicamente aún soy mormón. Dejando de
lado el incidente de las
116_páginas perdidas de la primera
transcripción realizada por Smith en 1828, el cual fue resuelto
convenientemente con una “versión abreviada” en las placas menores de Nephi, el
primer volumen del Libro de Mormón fue publicado en marzo de 1830 (Nota: hacer
una entrada sobre el interesante tema de las páginas perdidas). Algunos
detalles sobre la organización de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días fueron cambiando con los posteriores presidentes, pero en esencia
toda la base religiosa y doctrinal fue construida por las “revelaciones” de
Smith.
-Charles Taze Russell (Testigos de Jehová,
1872): correcto. Su movimiento de los Estudiantes de la Biblia, precedente
de lo que hoy conocemos como Testigos de Jehová, fue fuertemente influenciado
por el movimiento millerita, ese que postulaba la Segunda Venida de Cristo en
1844, y que dio lugar al Gran Chasco
en octubre de ese mismo año. Cierto que el desarrollo de sus doctrinas tomaría
lugar a través de décadas posteriores, pero la esencia de las ideas de Russell
sobre los errores doctrinales de las iglesias de la época y su concepción de la
Trinidad y la inmortalidad del alma, sobreviven hasta hoy como pilares de los
Testigos de Jehová. De hecho, mantuvieron el mismo espíritu adventista por
mucho tiempo, pues siete
veces profetizaron fechas para el fin del mundo y la Segunda Venida hasta finales del siglo pasado, antes de cortar por
lo sano y afirmar que el Reino de Dios inició de forma espiritual en 1914. Qué
conveniente, ¿no?
-William Miller (1863): técnicamente falso. Miller (sí, el mismo cuyas
doctrinas influenciaron a Russell) llevaba ya casi 14 años muerto antes de que las visiones de Ellen G. White, una de
los cofundadores de los Adventistas del Séptimo Día, sentaran las bases de la
teología de esta iglesia. Sin duda son herederos espirituales directos del
movimiento millerita, pero a menos que White comulgara con los espíritus de los
difuntos, Miller no tuvo nada que ver con su fundación.
Sorteados estos temas, hablemos entonces del protagonista de la entrada. Flavio Valerio Aurelio Constantino (272-337), hijo del César de Occidente, Constancio Cloro, ascendió al poder en 306 como miembro de la tetrarquía tras la muerte de su padre, lo cual generó una serie de conflictos internos que en menos de veinte años deshicieron la institución política formada por Diocleciano, y para el 324 Constantino el Grande ya era emperador indiscutible de todo el Imperio romano. Aunque había sido criado bajo la fe del Sol Invicto, su madre Helena provenía de una familia cristiana, y se dice que antes de la batalla del Puente Milvio (312) Constantino tuvo una visión con una cruz en el cielo, y modificó el estandarte en los escudos de sus soldados para incluir el crismón, un símbolo primitivo del cristianismo. Poco después, con el Edicto de Milán (313) Constantino decretó la libertad religiosa en el imperio, cesando así con las persecuciones a cristianos que iniciara Diocleciano, aunque sin convertir al cristianismo en la religión oficial. De hecho, es aceptado entre historiadores que Constantino no se bautizó sino hasta su lecho de muerte, así que en realidad Constantino no fue el primer emperador cristiano.
Por lo mismo, pongamos las cartas sobre la mesa: Constantino no formó ni instituyó el cristianismo, ni con el Edicto de Milán ni con el Concilio de Nicea (en tu cara, Dan Brown). Actuó como un político astuto, consciente no sólo de que había una comunidad religiosa que poco a poco crecía y se extendía a través del Imperio, sino que además tenía sus propias divisiones internas. Estas características tenían el potencial de convertir al cristianismo en una amenaza para la estabilidad de su territorio (tengamos en cuenta que, para ese entonces, el Imperio Romano ya había perdido mucha de su fuerza y esplendor de antaño), así que la solución más práctica fue cesar su persecución, y posteriormente, en un intento de crear concordia entre las distintas ramas del cristianismo primitivo, apoyó al obispo Osio de Córdoba en la convocatoria al Primer Concilio de Nicea (mayo-agosto de 325).
Contexto:
durante los primeros siglos del cristianismo hubo una diversidad de doctrinas,
cada una con diferentes interpretaciones y conceptos sobre la naturaleza de
Cristo, la naturaleza del mundo mismo y la autoridad de la Iglesia. En
particular, uno de los debates más controversiales de aquella época se dio a
causa del arrianismo, una doctrina
formulada por el presbítero Ario de Alejandría, según la cual Dios Hijo (Jesús)
no es coeterno con Dios Padre (Yahveh), sino que fue creado por él. Esto
chocaba con la poderosa doctrina homoousiana, según la cual Dios Padre y Dios
Hijo son iguales en ser y esencia; es decir, lo que se entiende hoy en día como
consubstancialidad en el dogma de la
Trinidad.
En
ese orden de ideas, la mayoría de los obispos de Oriente acudieron al concilio
ecuménico de Nicea para debatir y organizar cuestiones del dogma y la
organización de las iglesias cristianas; aunque Constantino invitó a los 1800
obispos que se estiman de las iglesias cristianas, se dice que sólo entre
250-318 acudieron, entre ellos figuras como los patriarcas Alejandro de
Alejandría y Eustaquio de Antioquia, Eusebio de Cesarea (primer historiador de
la Iglesia) y Eusebio de Nicomedia (quien bautizaría años después a
Constantino). Silvestre I, obispo de Roma y considerado hoy Papa de la Iglesia
Católica, no se presentó al concilio, pero envió dos representantes y aceptó
las decisiones tomadas.
Puesto
el escenario, pasemos entonces a analizar las supuestas “doctrinas paganas” que
Constantino “agregó” al cristianismo.
-Trinidad: técnicamente falso. Los temas que se discutieron en
el Primer Concilio de Nicea fueron en esencia cuatro: la cuestión arriana, la
fecha de la Pascua, el cisma meletiano (los meletianos eran una secta cristiana
de Egipto que se opuso a la nueva comunión de los cristianos que habían
renunciado a su fe durante las persecuciones) y un enjambre de asuntos sobre la
disciplina de la Iglesia (notarán que tampoco se discutió el canon bíblico,
como asegura El código Da Vinci; esa
idea al parecer vino de Voltaire). El primero fue uno arduo de debatir, en
parte por problemas conceptuales de los términos que se utilizaban para definir
la esencia de Jesús, pero al final el Concilio declaró que el Hijo era Dios,
coeterno con el Padre y compartía su misma sustancia, lo que quedó plasmado en
el Credo Niceno.
¿Cuál es el problema con la afirmación de la imagen? Que en Nicea sólo se debatió sobre la esencia de Jesús, no sobre la naturaleza del Espíritu Santo. Fue en el Primer Concilio de Constantinopla (381) donde se enmendó el credo incluyendo al Espíritu Santo como una entidad adorada y glorificada junto al Padre y al Hijo, y que procedía del Padre, sugiriendo su consubstancialidad. De hecho, fue apenas en el siglo VI cuando se agregó la famosa cláusula Filioque (“y del Hijo”) para señalar que el Espíritu Santo procedía también del Hijo, lo cual daría fruto a una serie de debates que condujeron al Cisma de Oriente en 1054 entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa, el cual perdura hasta nuestros días.
-Pascua: no. La Pascua de Resurrección ya era celebrada al menos desde el
siglo II, tal como lo expliqué en esta entrada anterior sobre el origen de la Pascua y
sus símbolos, así como su asimilación
en siglos posteriores de otras fiestas. Y tal como mencioné ahí también, lo que
se decidió en Nicea fue el cálculo de su fecha y su independencia de la Pascua
Judía. La asociación de esta fecha con símbolos de pueblos no cristianos es muy
posterior a Constantino o al Concilio.
-Cuaresma: este tiene un origen más
confuso. Hay registros de períodos de ayuno previo al bautismo en textos
cristianos tempranos, del siglo II, pero es difícil conectar esas menciones con
prácticas prenicenas que dieran lugar a la Cuaresma. Hay al menos tres hipótesis sobre el origen de la
celebración, y todas coinciden en
que fue con Nicea que se estableció como un período de cuarenta días antes del
tiempo pascual. Eso sí, dada la presencia del número cuarenta en varios pasajes
bíblicos más allá de la Tentación, su asociación con festividades paganas es
argumentalmente patética.
-Día del Señor: incorrecto también. La realidad es que, ya desde el primer siglo de la era presente, el domingo era tomado como día de servicios religiosos, si bien aún se guardaba el sábado como día de reposo. Se mantuvo así hasta aproximadamente la mitad del siglo II, cuando se abolió el Sabbath entre las comunidades cristianas a favor de tomar el primer día de la semana, es decir el domingo, para la adoración: de hecho, Justino Mártir decía que el Sabbath era una imposición de tiempos de Moisés, como una señal hacia Israel y su costumbre de pecar, pero que no era necesaria tras el nacimiento de Cristo. Ahora, el por qué se inició la adoración en domingo es un tema más difuso, pero como se ve ya existía desde antes incluso de los tiempos de Diocleciano.
La
única relación que tiene Constantino el Grande con el domingo como Día del
Señor es que en el 321 decretó que el dies
Solis, el domingo, sería considerado como día de descanso en el Imperio
Romano, sin duda influenciado por su culto previo al Sol Invicto. De nuevo,
esto no tiene mucho que ver con la cristiandad, y en realidad es más probable
que, ya estando informado de la costumbre de muchas comunidades cristianas de
tomar el domingo como descanso y adoración, viera ese decreto como una forma de
mantener el orden social en general.
-Cruz cristiana: bueno, como les conté en la historia del grafito de Alexámenos, si bien los primeros cristianos no eran muy afectos a usar al Cristo crucificado como símbolo, ya eran identificados por el símbolo de la cruz por otras culturas, y hacia el siglo II ya se usaba la letra T para representarla en escritos y gestos. Como tal, la cruz fue adoptada como símbolo cristiano hacia el siglo IV, y el crucifijo nació en el siglo VI. No hay ninguna relación con el Concilio de Nicea ni con Constantino el Grande; antes, el emperador habría impuesto más bien el uso del crismón, que fue su estandarte en Puente Milvio.
-Ichthys: ¡claro que no! El símbolo del
pescado ya existía y era usado de forma popular por los cristianos entre los
siglos II-III, dado que era uno de sus códigos secretos para identificar sitios
de culto y a otros cristianos entre sí en tiempos de persecución. Nada tuvo que
ver Constantino con su uso, y lo más “pagano” que podría tener es el uso del
alfabeto griego para formar un retroacrónimo (es decir, el uso de una palabra
existente para crear un acrónimo) con las letras griegas de la palabra, para
que dijera “Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador”.
Como
espero hayan notado a lo largo de esta entrada, es cierto que Constantino tuvo
cierta importancia en la organización doctrinal de la Iglesia, puesto que su
apoyo al Concilio de Nicea fue sin duda importante para el alcance e impacto
que logró. Sin embargo, la verdad es que su papel directo en la doctrina
cristiana y sus tradiciones ha sido sobrevalorado tanto por algunos creyentes
como por ateos. Unos porque se oponen a la tradición católica y a otras
denominaciones cristianas, otros porque creen que pueden quitarle valor si
demuestran que fue una creación muy posterior al siglo I, pero al final, de
ambos lados hay personas que fallan en su argumento.
¿Yo?
No me creo por encima; más bien, he tenido la fortuna de poder acceder a otras
fuentes desde hace tiempo. Por ejemplo, hace muchos años leí un folleto de los
Testigos de Jehová sobre la Trinidad, y algunas de las cosas que he mencionado
las aprendí de allí, y las he corroborado con el tiempo (no, esto no hace que
los Testigos sean ni por asomo la fe verdadera). Otras son cuestiones que he
ido aprendiendo al escribir sobre temas relacionados, tal como el origen de la
Pascua o los símbolos cristianos usados en sus primeros siglos.
Quiero
creer, por la diferencia en fuentes y la estructura, que la ficha de
Constantino utilizada para crear la imagen vino de alguna otra página escéptica
o de algún usuario no trinitario, dado el uso de la palabra “pagano” y el
nombre de usuario que aparece, @servant_of_yah
(“sirviente de Yah”, una abreviatura de Yahveh); de hecho, eso sugiere que
podría incluso haber sido creada por un creyente judío (lo que tendría sentido,
pues el judaísmo ni considera a Jesús como Mesías ni ve al Espíritu Santo como
un equivalente a Dios, sino como una fuerza activa). Después, el autor de este
meme de “el hombre creó las religiones” –evidentemente ateo- la tomó e incluyó
sin dar al menos un repaso a las cosas que se afirmaban en ella, y por ahí su
creación estaría circulando un tiempo hasta que fue publicada en Twitter por
una página que –al parecer- mientras sea antirreligioso, le va cualquier
argumento. Al menos, eso es lo que explicaría la tamaña imprecisión en sus
afirmaciones.
Como suelo decir en estas entradas, no es mi intención darles una respuesta final de si deben o no renunciar a su fe, sino que al menos puedan llevarla con un buen juicio, sin olvidar que, por mucho que crean en un poder superior, al final son los terrenales los que dieron forma a la religión que usted sigue, y sin duda a buena parte de sus creencias. Y por supuesto, recordarle a cualquier lector escéptico, sea agnóstico, ateo o lo que sea, que la crítica no es excusa para la ignorancia.
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