Necesitamos el ejemplo de Superman
Este fin de semana largo, me hice por fin el tiempo para leer los primeros doce números de Absolute Superman, un nuevo título del Hombre de Acero estrenado en noviembre del año pasado como parte del sello Absolute Universe de la editorial DC Cómics. En esta historia seguimos a un Clark o mejor dicho, un Kal-El adolescente, que intenta encontrar un rumbo en la Tierra mientras se esfuerza en ayudar a la gente a su alrededor, en un mundo que es controlado por Lazarus, una megacorporación corrupta que explota a los ciudadanos y los mantiene controlados con un ejército de Pacificadores.
Para quien no lo sepa y esté interesado, Absolute Universe parte de la premisa de que estamos en un universo corrompido por la esencia de Darkseid, un villano clásico de Superman y la Liga de la Justicia, donde la esperanza, en sus palabras, “es el villano, la fuerza opuesta, y donde tendrá que arder con más brillo que nunca antes para poder sobrevivir”. Por lo tanto, los orígenes e historias de los superhéroes han sido alterados para que enfrenten más dificultades y durezas en sus vidas. Quizás lo hayan visto de vez en cuando en redes sociales, por la vez que Javier Milei compartió el diseño de la portada del #1 de Absolute Superman creyendo que el estilo del cabello de Superman reflejaba el suyo, o por las imágenes ocasionales de los villanos de Batman de su título particular, que parecen aberraciones salidas de un juego de FromSoftware.
En
el caso de Superman, aquí sus padres son parte de la casta obrera de Kriptón, y
vivió la mayor parte de su niñez allí, viendo cómo descubrían que el núcleo del
planeta se deterioraba, y la clase dominante lo ocultaba al público mientras
diseñaba su propio escape. Para colmo, cuando Kal y su familia intentaron escapar
en una nave diseñada por sus padres, los escombros del planeta los separaron, y
Kal-El debe pasar su tiempo en el espacio solo, sin saber siquiera si existen
otros planetas que sustenten vida, antes de estrellarse en la granja de los
Kent, y pasar un corto período con ellos antes de intentar ser arrestado por las
fuerzas de Lazarus. Por lo tanto, tenemos a un Superman que recuerda ver su planeta
natal siendo destruido, perder a sus padres biológicos, vagar a la deriva por
quién sabe cuánto tiempo, que no ha contado con la formación que le dieron los
Kent, y ni siquiera tiene un sitio al que pueda llamar hogar. ¿Qué valores desarrollaría
un joven así? ¿Seguiría defendiendo la verdad y la justicia como su contraparte
clásica?
En
principio, el cómic me llamó la atención porque no es nada sutil en su
contenido político. Nos presentan de inmediato un escenario de desigualdad
social en Kriptón, donde tienes que pagar para recibir la lluvia en tus
cultivos, y los padres de Clark fueron marginados de su sociedad por cuestionar
el sistema imperante, y la explotación de las corporaciones transnacionales en
la Tierra, al punto que en sus inicios un grupo de mineros están decididos –o
más bien resignados- a extraer diamantes de una mina con asbesto porque es la
única forma en que pueden recibir un mejor pago. Y por supuesto, tenemos a un
Clark que se empeña en ayudar y proteger a las personas que trabajan y padecen
el régimen de Lazarus Corp, aun a riesgo de su propia identidad y salud, furioso
con las injusticias que contempla a su alrededor, pero con un conflicto moral
sobre los extremos a los que podría llegar para combatirlas, frente a un mundo
que reza por su ira.
Y este último tema es algo que vale la pena resaltar, porque los estándares morales de Superman y su visión acerca de la humanidad son temas muy recurrentes a representar o discutir. Y desde hace años, en tiempos en que he tenido que pasar por muchas incertidumbres, frustración y tristeza tanto con lo que me rodea como conmigo mismo, siempre vuelvo de una u otra forma a los ideales que el Hombre de Acero sigue representando para millones de personas.
Admito
que buena parte de mi vida he sido una persona muy cínica, que no veía mucha
solución al mundo y a nuestra sociedad. Como muchos, llegué a creer que una
idea desconfiada de la gente que nos rodea es algo que nos pasa a todos al
crecer, que ese cinismo y cautela excesivos es lo necesario para sobrevivir. Pero
he tenido que pasar por muchas experiencias complicadas, enfrentarme a pozos de
oscuridad muy profundos, que me permitieron conocer de cerca la bondad y la
solidaridad de la humanidad, que incluso los pequeños actos se convierten en
grandes ejemplos.
No
pretendo decir que el mundo es siempre un lugar bonito. El conflicto y el
sufrimiento son parte de la existencia. Pero incluso en tiempos difíciles
podemos reconocer las mejores cualidades de la humanidad, y nuestra propia
capacidad de actuar, de luchar para cambiar las cosas, y de inspirar a otros
para que ayuden a cambiar el mundo. Somos lo único que tenemos entre nosotros,
y tenemos el potencial de ser mucho mejores de lo que la mayoría somos. Y desde
esa perspectiva, creo que necesitamos a personajes como Superman.
Al Boy Scout le han llovido burlas y críticas por años: que es demasiado poderoso, que es un personaje aburrido, que es demasiado idealista. Puedo entender algunas de las críticas, pues manejar y limitar a un personaje como Superman dentro de las reglas de su mundo y hacer una historia interesante no siempre debe ser sencillo. Pero debo señalar, en primer lugar, que existen muchas historias excelentes con el Hombre de Acero, con y sin necesidad de enfocarse en los puños, y en segundo lugar, que muchas de los críticos pierden de vista que el núcleo, la esencia del personaje, lo atractivo de Superman, aunque suene a cliché, es precisamente su humanidad, su bondad e idealismo.
En
un mundo que se ha vuelto tan cínico y desconfiado, no es de sorprender que una
buena parte de las inspiraciones en Superman que ha tenido éxito en estos años
hayan sido aquellas donde el personaje es violento, autoritario, que no tiene
piedad con los criminales, como Omni-Man, Homelander o el Superman de Injustice. Unos mejor desarrollados que
otros, pero todos encarnando ese temor de que un enorme poder se concentre en
una persona de moral cuestionable. Y no es sólo nuestro recelo con el poder lo
que ha contribuido al éxito de este tropo del Superman malvado, sino que en
cierto modo, lo vemos como reflejo de nuestra propia condición como especie. Es
como si no pudiésemos creer que una sola persona con tanto poder pudiese tener
intenciones nobles, una disposición de siempre apoyar a los oprimidos, de
mantenerse dentro de las leyes y la ética, de luchar por lo que es correcto.
Pero
eso es precisamente lo que constituye los valores de Superman: él no se pone
por encima de las personas. No cree que su poder le dé el derecho de decidir
sobre otros. Hace lo necesario para proteger y defender a los ciudadanos, pero
no sólo quiere protegerlos: quiere inspirarlos,
generar en los otros el deseo, la creencia de que podemos ser mejores seres
humanos. Es por ello que se pone límites, que evita la violencia como primera
opción, y usualmente se mantiene dentro de las leyes, aunque en ocasiones las
viola o tuerce si se interponen por encima de proteger a los civiles. Esto
puede ser criticado, y ha sido exagerado en ocasiones dentro de los propios
cómics, como su cuestionable papel de marioneta del gobierno en The Dark Knight Returns (sí, lo dije), pero
no deja de ser un papel importante de la construcción de Superman. Ser un
superhéroe, para él, significa ser un ejemplo y una inspiración para la
sociedad, y por ello busca encarnar lo mejor de la humanidad, aquello que ve en
nosotros.
Tampoco es como que los valores de Superman no sean puestos a prueba dentro de sus propias historias. De hecho, las grandes historias del Hombre de Acero son aquellas que lo hacen confrontar lo que significa defender sus ideales en un mundo como el que lo rodea, y lo que realmente representa para la población. Superman: Paz en la Tierra lo lleva a darse cuenta que los grandes problemas del mundo son demasiado complejos para una sola persona, incluso si es un superhéroe. What’s so Funny About Truth, Justice and the American Way? lo confronta con un grupo de superhéroes dispuestos a usar fuerza letal que son aclamados por la población, y su adaptación fílmica (Superman contra La Élite) señala con agudeza los problemas de su juramento de no matar. All-Star Superman nos presenta a un Clark Kent que debe preparar sus asuntos para que el mundo siga adelante cuando él ya no esté. Kingdom Come, quizás la mejor historia de DC, no sólo aborda el surgimiento de los antihéroes violentos, sino que también cuestiona la posición de héroes como Superman, que toman decisiones amplias sin tener en cuenta a los mortales.
Por supuesto tengo que mencionar Superman, la película de James Gunn que fue estrenada este año. Quise originalmente enfocar esta entrada en ella, pero ¿qué podría aportar después de tantos meses, con tantas reseñas maravillosas al respecto (recomiendo la reseña en dos partes de mi amigo Maik Civeira y este enorme análisis de Taka Films)? Eso sí, puedo decir que me gusta mucho el enfoque que le dio don Santiago Pistolaa a Superman, como una persona empática que no sólo rechaza matar a menos que sea estrictamente la última opción –sí, sabemos que Ultraman podría regresar como Bizarro, pero hasta donde Clark sabe, lo arrojó a morir en un agujero negro-, sino que siempre tiene por encima el bienestar de la gente, incluso en circunstancias tan complejas como una invasión.
Se
le cuestiona por no considerar relaciones diplomáticas o leyes internacionales
en su intervención, al punto que incluso alguien en Metrópolis le sugiere que
tal vez no debió impedir el ataque a Jaharpur, pero es que Superman no tenía en
mente esas convenciones: estaba protegiendo a una población a punto de ser
masacrada. Y aunque sé que el conflicto Boravia-Jaharpur no tenía en mente
representar un único conflicto actual en la película, no puedo dejar de
relacionarlo con quienes estuvieron denunciando un genocidio en Gaza desde sus
primeros meses, mientras varios intelectuales aseguraban que era muy pronto,
que no se cumplían todos los criterios para clasificarlo así, lo que terminó
evitando que se dieran medidas contundentes en contra de Israel desde mucho
antes –claro que, dadas las relaciones y pusilanimidad de muchas naciones
occidentales con ellos, muy posiblemente no se hubiese logrado gran cosa-.
Absolute Superman sigue una ruta interesante con los valores de Superman, con un Kal-El que empieza a ayudar poco a poco, aliviando las cargas de los empleados explotados por Lazarus Corp, hasta que decide intervenir físicamente en contra de los Peacemakers para proteger a la gente. Habiendo visto de niño el papel de las clases regentes de Kriptón no sólo en la discriminación social, sino también en el estancamiento tecnológico e intelectual de su sociedad y en la destrucción del planeta, Kal-El siente una gran furia por la injusta situación que padecen los terrícolas, y termina yendo de frente contra el líder de la corporación y su proyecto aceleracionista –un villano muy conocido, pero no daré spoilers, aunque los avispados podrán adivinar quién es-. Pero al mismo tiempo, intenta que su ira no se lleve lo mejor de él, lucha consigo mismo porque sus acciones no escalen a fuerza letal, ni siquiera contra aquellos que masacran civiles por causa de unas risas.
Como
algunos lectores y expertos en cómics han señalado, se nota mucho que Jason
Aaron y Rafa Sandoval, guionista e ilustrador detrás de Absolute Superman respectivamente, quisieron volver un poco a los
orígenes y crear una historia inspirada en el Action Comics #1, el primer cómic del Hombre de Acero, donde Jerry
Siegel y Joel Shuster lo presentaron como alguien de origen humilde, un héroe
para los oprimidos. Vemos a un Superman joven, más tosco e ingenuo por
momentos, pero también a veces desconfiado e incluso un poco cínico sobre la
humanidad. Y aun así, no deja de intentar proteger a los empleados explotados,
poniendo en riesgo su identidad y su propia seguridad, porque entiende que no
puede quedarse de brazos cruzados, que si está en su capacidad hacer algo para
cambiar la suerte de esas personas, entonces debe actuar. A pesar de la vida
que ha tenido y el horrible mundo que lo rodea, los valores de Superman siguen
brillando con tanta fuerza como siempre.
No
me he hecho el tiempo para ver la serie Superman
& Lois, pero sí que pude seguir My
Adventures With Superman, la serie animada, y la verdad me gustó bastante,
la recomiendo. Va menos relacionada con lo que hemos estado hablando sobre lo
que representa Superman, así que voy a hablar poco de ella, pero seguimos los
primeros pasos de Clark en su carrera como superhéroe y miembro novato del Daily Planet. En esta serie, Superman
está intentando comprender sus poderes y herencia kriptoniana, y en el proceso aprende
no sólo a confiar en sí mismo, sino también a apoyarse en sus amigos y las
personas que lo rodean, dinámicas que hemos visto en décadas recientes en sus
historias, donde se han ido despojando poco a poco del secretismo en su identidad.
No
lo voy a negar, todas estas son historias que me inspiran bastante. En estos
tiempos, donde el individualismo y la indiferencia imperan y degradan
paulatinamente el tejido social, recuperar nuestra empatía por los demás se
vuelve necesario e incluso en cierta forma combativo. Con los años me he
desprendido del sentimiento cínico de que somos una especie destructiva,
egoísta e inútil, y si bien es cierto que somos criaturas con un fuerte
potencial para la crueldad y la violencia, también tenemos una increíble
capacidad para la cooperación y la solidaridad. Es por ello que me he sentido
más cercano con protagonistas empáticos, como Deku o Tanjiro Kamado. Y es por
ello que sigo celebrando lo que representa Superman para miles de personas.
Necesitamos también poner el ejemplo, demostrar que la compasión y el apoyo mutuo
son indispensables si queremos superar los grandes males de la sociedad y
asegurar nuestro futuro.
¿Soy demasiado idealista? Quizás. Pero en momentos de incertidumbre, es lo que nos hace falta. Y me parece perfecto que el Hombre de Acero pueda seguir encarnando y transmitiendo esa esperanza a la gente.
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