Díptico de censuras II

 Introducción

Hace mucho tiempo que no titulaba una entrada así, pero creo que el momento lo amerita. Ambos casos giran alrededor de supuestos intentos de fortalecer la seguridad en la Internet, y ambos proclaman buscar el bienestar de los usuarios, especialmente de los niños. Y ambos son intentos de moldear los intereses de la población, limitando su libertad de consultar cierto tipo de información o entretenimiento, y en un todo de mantenerla controlada.

Un caso es una medida a nivel nacional, que intenta restringir una gran cantidad de sitios y temas ante menores de edad, pero donde dichos temas abarcan más que sitios porno o noticias violentas, que denota la creciente inclinación conservadora del país, y que encima ya está afectando a países cercanos. El otro es una táctica bien coordinada a las plataformas de distribución digital de videojuegos, desde una imagen supuestamente feminista, que ha conducido a la eliminación de cientos de títulos con temas violentos o incómodos, y que resulta ser una expresión puritana del control cristiano de la sociedad.

Como hice con entradas del mismo título, expondré con cuidado cada uno de estos casos. Ahora, a diferencia de otras entradas de este estilo, pretendo también hacer una sección profundizando sobre los riesgos de permitir que acciones de este estilo se implementen en nuestras sociedades.

El Online Safety Act: el giro puritano de Reino Unido

Hace unas pocas semanas, el gobierno del Reino Unido promulgó el Online Safety Act (Acta de Seguridad en Línea), un decreto que regula el contenido en línea y su acceso al mismo. Aprobado en 2023 durante el corto período del Primer ministro conservador Rishi Sunak, el Online Safety Act pretende controlar el contenido y la actividad ilegal en línea, de modo que exige a las compañías de medios sociales y otros proveedores a que aumenten las condiciones de acceso, con el fin de impedir que menores de edad se encuentren con contenido inapropiado. Así mismo, otorga nuevas funciones y poderes a Ofcom, el regulador de medios en Reino Unido.

¿Y qué es lo que clasifican como “contenido ilegal”? Abuso sexual infantil, conductas controladoras o coercitivas, violencia sexual extrema, promoción del suicidio o las autolesiones, vender drogas o armas ilegales, y terrorismo. También creó nuevos delitos, como enviar imágenes sexuales no solicitadas por redes, compartir pornografía deepfake, envío de información falsa con el fin de causar daño psicológico o fomentar el suicidio o la autolesión.

Si lo vemos en el papel, las medidas parecen bastante razonables. Y creo que cualquiera podría coincidir en que los niños necesitan una mayor seguridad en Internet, y hoy en día a muchos les resulta facilísimo saltarse preguntas sin verificación real. El Primer ministro, Keir Starmer, aseguró que el OSA es necesario para poder lidiar con el terrorismo y los pedófilos que abundan en Internet. Por ello, varias páginas han empezado a cumplir con los requerimientos del OSA, solicitando el escaneo de un documento de identificación, ingresar una tarjeta de crédito o incluso tomarse una selfie para verificar la edad de los usuarios. Incluso, el gobierno está considerando una prohibición de las redes privadas virtuales (VPN, por sus siglas en inglés), tecnologías que permiten el encriptado de tu conexión a Internet y ocultan tu ubicación, y que suelen ser muy empleadas por usuarios de países que quieren acceder a servicios limitados en su zona, o que buscan entrar a sitios vetados en una nación, como ha pasado en Venezuela y Brasil.

Por supuesto, una medida como esta produce bastantes preguntas e inquietudes. El OSA ha sido criticado, en principio, por grupos de atención al suicidio y asociaciones de padres y víctimas, quienes aseguran que el documento no es lo bastante ambicioso en su meta de garantizar una Internet segura para menores de edad, algunos exigiendo incluso que los menores de 16 años deben ser expulsados por completo de redes sociales. Por otro lado, existen preocupaciones más serias no sólo sobre la libertad de expresión en línea, sino también sobre la seguridad de los usuarios, al punto que el OSA ha sido calificado como una medida autoritaria e incluso distópica.

En primer lugar, el OSA requiere verificación en línea muy estricta, lo que significa que se debe compartir información personal muy sensible para poder acceder a un sitio en línea. Esto no sólo es invasivo, sino que hace a los usuarios extremadamente vulnerables a brechas de seguridad que pueden exponer no sólo sus datos personales, sino sus datos de consumo en determinadas páginas. Así mismo, la ley exige que mensajes y archivos compartidos en redes sean monitorizados, lo que puede afectar el cifrado end-to-end de los mensajes, y se convierte en un ejercicio de vigilancia masiva por parte de compañías privadas y órganos del gobierno. Un escenario bastante preocupante.

Otro problema es la vaguedad con la que se definen contenidos dañinos o lo que pueda constituir terrorismo, pornografía o violencia sexual. Por ejemplo, gracias al OSA se han bloqueado en Reino Unido páginas de Reddit que hablan de temas políticos como la invasión a Ucrania o el genocidio en Gaza, así como páginas que hablan de técnicas y apoyo para dejar el cigarrillo o la bebida, o incluso que ofrecen recursos para víctimas de abuso sexual. Twitter/X ha visto restringido la visualización no sólo de páginas que comparten información y noticias sobre conflictos armados, sino también de videos como protestas políticas e incluso discursos, algo que terminó pasando no sólo en Reino Unido sino en toda Europa. En Spotify, canciones de heavy metal y rap han sido clasificadas para mayores de 18 años. Suena mucho al sueño de padres religiosos o excesivamente controladores –a menudo ambos-, pero cuesta ver cómo se supone que estas acciones ayudan a combatir el terrorismo o la violencia sexual.

Y un problema que siempre se discute cuando se toman estas medidas de prohibición: la prohibición en sí misma no mitiga el daño que se busca prevenir, no al menos en el que sus proponentes buscan que lo haga. La sexualidad adolescente no se mitiga simplemente cerrándoles cualquier acceso a Pornhub o NHentai; de hecho, bloquear páginas que tienden a ser más profesionales en contenido sólo los empuja a buscar material en sitios con mucho menos escrúpulos y contenido más fuerte e incluso ilegal. Y no estoy diciendo que los jóvenes deban tener acceso al porno, o que la pornografía en sí sea inocua; estoy plenamente consciente de que en las páginas mencionadas ha abundado y abunda material cuestionable. La cuestión es: ¿están enfocando el problema con la solución adecuada? O mejor dicho, ¿están siquiera entendiendo la extensión total del problema?

Que Reino Unido de repente se incline hacia una ley que raya en la censura no debería ser sorprendente para quienes llevamos tiempo siguiendo la política de ese país. Después de casi quince años de gobiernos conservadores, a cada cual peor que el otro, los laboristas regresaron al poder, pero respaldando muchas de las políticas estrictas de sus antecesores y proponiendo otras en la misma línea, en un intento por acunar votos de la derecha. Con decisiones como investigar grupos de hip hop por terrorismo, clasificar como terrorista a una organización pro palestina por pintarrajear dos aviones militares, considerar peligroso a cualquiera que porte elementos alusivos a Palestina, proponer una prohibición total de personas transgénero en baños de un solo sexo –y con la posibilidad de excluirlos incluso de baños según su sexo asignado-, arrestar a ancianos por protestar, e incluso multar a alguien que diga groserías en voz alta, el gobierno de Starmer sigue empapado de los elementos thatcheristas que han deteriorado al Partido Laborista desde los años noventa, y que sólo benefician las bases derechistas más radicales de su sociedad, las cuales irónicamente no están interesadas en su partido.

Por ahora, una petición parlamentaria para repeler el OSA ha sido firmada y respaldada por casi 400.000 personas. Al mismo tiempo, la Fundación Wikimedia, organización anfitriona de la enciclopedia virtual Wikipedia, presentó a inicios de año un reto legal ante la inminencia de la promulgación del acta, puesto que algunos de los deberes exigidos ponen en riesgo la privacidad y seguridad de los colaboradores voluntarios del sitio web; desafortunadamente, esta semana perdieron el reto frente a las altas cortes, lo que sienta otro mal precedente. Veremos cómo se desarrolla este tema, pero de momento el OSA ya ha afectado incluso a otros países: ante la dificultad de ajustarse tan rápido a la legislación de Reino Unido, sitios como Twitter/X han restringido mucha parte de su contenido no sólo para el país, sino para toda Europa, hasta que se implemente la verificación de edad.

Collective Shout y el ataque a los videojuegos

Esta probablemente es la noticia que he visto más comentada en redes sociales, no porque sea más importante, sino porque en sitios como Twitter/X hay muchos gamers, y por los motivos tras la censura que explicaré en un rato. La Asociación Internacional de Desarrolladores de Videojuegos (IGDA, por sus siglas en inglés) denunció que a mitad de julio, cerca de 80 juegos fueron censurados o directamente eliminados en Steam, la plataforma de distribución de videojuegos más importante del mundo, bajo presiones de Visa y Mastercard, compañías de pago que funcionan como procesadoras de transacciones pagas en la página, que alegaron no sentirse cómodas con ser usadas para comprar juegos de contenido sexual ofrecidos en Steam.

La discusión se volvió más aguda cuando Itch.io, un sitio web de alojamiento, venta y promoción de productos independientes, especialmente videojuegos, tomó una medida similar, retirando de su lista más de 20.000 títulos independientes con contenido NSFW (no apto para el trabajo) –lo que afectó no sólo contenido sexual explícito, sino también LGBTIQ+-, por presión de las mismas compañías, mientras se revisa su contenido de acuerdo con nuevos reglamentos internos. El caso de Itch.io es especialmente doloroso porque golpea a miles de creadores y desarrolladores independientes, que no tienen los mismos recursos para diseñar y ofrecer sus juegos que gigantes de la industria como Ubisoft, Capcom o Rockstar Games,  que producen juegos con temáticas menos comerciales para el jugador casual, y para los cuales este sitio era la mejor plataforma para sus creaciones.

Detrás de la censura a estos videojuegos se encuentra Collective Shout, una organización activista australiana que se denomina feminista en contra de la objetificación de las mujeres y la sexualización de niñas en los medios, y que ha lanzado campañas similares en contra de la pornografía, artistas de rap y videojuegos violentos. Collective Shout se adjudicó la responsabilidad de las acciones de las compañías de pago, haciendo que los simpatizantes de su campaña original enviaran correos a los procesadores de pago para que cortaran lazos con Steam e Itch.io. Ante las críticas que han recibido por su labor censora, el colectivo se defendió alegando que intentaron contactar con las plataformas de videojuegos con anterioridad, pero no fueron escuchados.

Por supuesto, Steam no ha sido del todo inocente en lo ocurrido. Lo que detonó la intervención de Collective Shout fue la presencia en su lista de juegos de No Mercy, una novela visual que involucraba simulaciones de abuso sexual e incesto. Cómo llegó ese juego a las listas de Steam no tengo idea, pero eso generó una gran discusión a inicios de año sobre los límites de la libertad de expresión y si era lícito manejar este tipo de temas en un videojuego, o que grandes plataformas lo ofrecieran. Desde Reino Unido, Canadá y Australia se exigió a Valve, desarrolladora detrás de Steam, que se retirara el videojuego de la plataforma por violar leyes contra la decencia. En abril, Zerat Games, creadora de No Mercy, lo retiró de Steam, defendiendo su juego con el argumento de que fetiches con el incesto y la violación son frecuentes entre personas, pero afirmando que no tenían interés de luchar contra el mundo entero.

Como en el caso anterior, los niños resultaron siendo el argumento de las medidas. Aparte del tema de la sexualización, si bien los juegos de contenido sexual van destinados a mayores de edad, Steam es una plataforma con acceso a mayores de 12 años, y siempre hay niños incluso más jóvenes que rondan dentro de ella. En este sentido, parece perfectamente natural querer limitar en lo posible su contacto con un contenido tan controversial y que para muchos puede resultar incluso nocivo en su desarrollo.

El problema es que, por supuesto, las restricciones y limitaciones sobre el tipo de contenido en estos portales pueden hacerse demasiado vagas y a la vez demasiado amplias, golpeando no sólo contenidos problemáticos, sino historias donde algunos de ellos pueden ser parte de lo que se intenta construir. Por ejemplo, tras la polémica Itch publicó una lista de ocho tipos de contenido por los que no se permite pagar en el sitio, lista que, como señala Quetzal de Ovejas eléctricas, es tan imprecisa con sus definiciones que descartaría de inmediato contenido legal con escenas de relaciones consensuadas como el BDSM o el arte furry; por el mismo baremo, obras como Juego de tronos o Edipo rey tendrían que desestimarse, porque parece que como adultos no somos capaces de procesar ni siquiera el incesto implícito como parte de una tragedia griega. La decisión de Itch parece destinada a borrar cualquier tipo de contenido erótico de su plataforma, independiente de a quién va destinada.

Y esto no tendría que sorprenderles tanto, pues la presión de Collective Shout sobre las compañías procesadoras de pago viene desde una postura abiertamente antisexual y anti-LGBT. Además de campañas en contra de cantantes de rap, la pornografía y videojuegos violentos como GTA V y Detroit: Become Human, el grupo ha criticado la popularidad de la serie de libros Cincuenta sombras -posiblemente la fantasía BDSM más vainilla que existe- y las publicidades de lencería en Australia. Su líder y fundadora, Melinda Tankard Reist, es además profundamente cristiana y se define a sí misma como una feminista pro-vida, por lo cual es una activa antiabortista, y se encuentra vinculada a grupos transexcluyentes, anti-LGBT y de ultraderecha religiosa. Estamos hablando de la imposición de valores cristianos impuestos ante millones de personas que no siguen sus creencias, o que ni siquiera son religiosas.

Por supuesto, no es como que esté defendiendo un simulador como No Mercy. Incluso aceptando, como afirman sus creadores, que se trate de un fetiche compartido por varias personas, pues no es mi tipo de kink, y ciertamente no creo que productos enfocados en ese tipo de material deban estar disponibles en una plataforma como Steam. La diferencia es que yo no creo que la solución sea simplemente la censura como tal del material, mucho menos que se extienda a cualquier contenido sexual en un videojuego, incluso aquellos que no son explícitamente sexuales, como lo que busca Collective Shout a través de su presión. El hecho de que yo no disfrute de videojuegos sexuales no significa que mi visión deba ser compartida e impuesta a millones de otros jugadores.

Y claro, tampoco podemos asumir que todo videojuego con contenido sexual es algo explícito o innecesario. Por ejemplo, en Mouthwashing –lo sé, un ejemplo muy obvio- nos revelan que un personaje está embarazado producto de lo que se implica fue una violación, pero es algo que no se muestra en ningún momento, y no deja de ser un tema importante de la historia, pues se trata de reflejar miedos y temores personales que mantienen al personaje atrapado, algo muy a tono con el estilo de terror psicológico del videojuego.

Bajo las reglas de Itch.io, esto no importaría: Mouthwashing tendría también problemas para ser distribuido en su plataforma por hablar de sexo no consentido, incluso como insinuación. Es decir, estas nuevas reglas no tienen en cuenta la historia del juego, ni cómo estas situaciones duras se relacionan con lo que intenta contar. Ahora, Itch ha afirmado de momento que los juegos se han retirado mientras se revisa su contenido, y existe la posibilidad de que esto sea tenido en cuenta, pero todo el escenario no deja de sentar un peligroso antecedente sobre la libertad en Internet incluso para el ocio y el entretenimiento.

Y no puedo dejar de ignorar, por supuesto, el hecho de que gran parte del contenido que se bajó de Itch tiene temáticas LGBTIQ+, lo que no significa que se trate de material inherentemente sexual. A menos, por supuesto, que como las figuras religiosas que respaldan a Collective Shout, se crea que ser LGBTIQ+ es ser inherentemente sexualizado y por ello no es algo que deba comentarse a menores de edad, lo que es por supuesto una de las suposiciones y ataques conservadores más comunes en contra de las minorías sexuales. De nuevo, es difícil no notar que de nuevo son los niños usados como argumento fácil para promover el autoritarismo y la censura.

Es inevitable no ver esta situación y pensar en el GamerGate, el conflicto de hace tantos años que muchos consideraron como el punto de inicio de la llamada guerra cultural entre progresistas y conservadores de la última década. Sin embargo, por mucho que uno pudiese discrepar con los argumentos de figuras de aquella época como Anita Sarkeesian, ninguna de ellas promovía la censura directa de un videojuego, sólo críticas sobre su contenido y mensajes: podíamos estar de acuerdo o no, pero la crítica debe ser parte del intercambio de ideas sobre productos culturales. Grupos como Collective Shout no buscan sólo criticar: su objetivo es desaparecer por completo aquello que les incomoda y molesta. En ese sentido, la problemática actual es por mucho peor que las discusiones de aquellos años.

Mientras escribo esto, Rockstar Games anunció que solicitara datos biométricos para poder acceder a GTA Online, con lo que se suma a las acciones de restricción y censura promovidas desde Australia. Mientras tanto, Itch.io ha permitido el regreso de algunos títulos NSFW retirados, siempre y cuando se ofrezcan de forma gratuita, evadiendo así el problema de pagar por el momento. Por su parte, los consumidores pueden aplicar las mismas tácticas de Collective Shout y enviar quejas y solicitudes tanto a las plataformas como a las procesadoras de pago, pues después de todo son sus derechos los que se están vulnerando por causa de los caprichos de una organización reaccionaria.

¿Por qué son un problema estas intervenciones?

Tal como expliqué antes, ambos casos de restricciones y censura se presentan bajo el argumento de que buscan proteger a los niños, pero las medidas tomadas van mucho más lejos que eso, interviniendo en espacios e intereses que se supone son de adultos, y en los cuales no tendrían que estar presentes menores de edad. Eso en primer lugar: es fácil olvidar que, teóricamente, redes sociales como Twitter/X son para mayores de trece años, y en Steam necesitas una cuenta de adulto para invitar a un menor de edad a ingresar a la plataforma. Puede parecer un cliché trillado a estas alturas, pero parece que muchos padres prefieren delegar la responsabilidad de estar pendientes de lo que hacen sus hijos a los sitios en los que los dejan entretenerse.

Ya en un perfil más serio, es sumamente problemático que las compañías privadas tengan acceso a información tan sensible como imágenes de los documentos de identificación e incluso una foto de tu rostro. Como bien señalé en el caso del OSA, estas empresas son susceptibles a hackeos y filtración de datos –de hecho ya ha ocurrido-, los cuales pueden ser usados para chantajear a usuarios por distintos motivos, como su gusto en ciertos tipos de contenido. Por otro lado, es información que las empresas también pueden entregar eventualmente al gobierno, y la verdad es peligroso que ciertos gobiernos tengan una foto actual de ti.

Y si creen que es sensato que el gobierno tenga acceso a toda la información posible acerca de ti, incluyendo lo que buscas en Internet o las cosas que me interesan, permítanme señalar entonces que el seguimiento e interceptación de opositores políticos ha sido estrategia común de muchos gobiernos, democráticamente elegidos o no, siempre bajo la excusa de la seguridad. Y en estos tiempos estamos viendo un giro hacia el conservatismo reaccionario en varias naciones. ¿Les parece que tener disponible un archivo accesible de tus conversaciones, búsquedas e información íntima al alcance de empresas y gobiernos con tendencias autoritarias es algo seguro?

Me adelanto a una objeción. “¡Pero tus datos ya están disponibles en la Internet!” En cierta forma es verdad, pero estamos hablando de que se convierta en una constante que debas ingresar información sensible en una cantidad cada vez mayor de páginas, de modo que la potencial vigilancia pueda ser mayor y constante y, de nuevo, cercana a las manos de empresas poderosas y gobiernos restrictivos. No es el escenario de siempre.

Siguiendo con el tema de lo que el gobierno vigila, medidas como las que vemos en Reino Unido y las plataformas de videojuegos también son peligrosas en lo que se define como inapropiado o peligroso. Recordemos que por ejemplo, en países como Estados Unidos y Reino Unido hay expresiones de apoyo a Palestina que se consideran antisemitismo, y para algunas organizaciones religiosas –religiosas como, al final, es Collective Shout- consideran que la educación sexual y aprender sobre diferentes orientaciones sexuales e identidades de género debe considerarse pornografía, de modo que una prohibición de esta última se llevaría por delante cualquier forma de normalización de las minorías sexuales, en una réplica incluso peor que la infame Sección 28 de Reino Unido.

Esto no es exageración: recuerden lo que ha transcurrido en Estados Unidos y la presencia del infame Proyecto 2025, que busca convertir cualquier mención de temas LGBTIQ+ en una ofensa legal. No es un poder que debería dejarse al alcance de un gobierno, y mucho menos de una empresa. Porque no lo dije lo suficiente, pero tampoco tendría que ser interés ni responsabilidad de las empresas limitar y restringir lo que hacen los consumidores en su entorno privado. ¿Dónde está el supuesto libre mercado del que tanto pregonan? Si muchas personas compran videojuegos con temática violenta o sexual consentida, ¿por qué las compañías de pago tendrían que intervenir para limitar ello?

En síntesis, ambos escenarios son otra expresión del giro conservador de las sociedades en años recientes, uno bastante restrictivo y peligroso. Nos corresponde como ciudadanos el enfrentarnos a la intervención tanto de gobiernos como de empresas, y eso requiere que seamos activos más allá de las urnas. Ya mencioné algunas medidas que se están tomando para confrontar directamente a ambas figuras de poder, y necesitamos que nuestra intervención sea más activa. Debemos también denunciar y desnudar los argumentos y motivaciones reales detrás de estos grupos que se escudan en la protección infantil para avanzar sus agendas reaccionarias.

Conclusiones

Levantar la voz ante decisiones como estas, que a muchos seguro que no les afecta directamente, es imperativo, porque son ejemplos que se pueden tomar en el futuro cercano por nuestros propios gobiernos o por empresas locales, y como hemos señalado sus efectos pueden extenderse más allá de los países y plataformas. No se puede permitir que los intereses y placeres de los ciudadanos sean dictados desde el poder, sea político, económico o religioso: eso es una expresión autoritaria, un germen de pensamiento dictatorial. Por ello, es vital ofrecer resistencia a la vigilancia y el puritanismo.

Para saber más

-Este artículo escrito por Alex Skopic en Current Affairs, Gran Bretaña está perdiendo su libre expresión, y Estados Unidos podría ser el siguiente,

-Este video de Quetzal en Ovejas eléctricas, “Feministas” censuran mi videojuego, donde explica el origen y papel de Collective Shout detrás de la censura a videojuegos en Steam e Itch.

 

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