Lo que la genética no te puede contar


Introducción

Desde el descubrimiento de la estructura del ADN, la genética se ha desarrollado enormemente en las décadas posteriores. No sólo se ha ampliado la comprensión de la herencia biológica, sino también se ha mejorado el entender cómo diversos genes pueden interactuar en un individuo, de modo que se manifiesten distintos rasgos y fenotipos de forma variada.

Sin embargo, también se ha intentado instrumentalizar la genética para validad discursos discriminadores que buscan disfrazarse como “argumentos científicos”. Bajo la visión de estas personas, los genes son todo o lo más importante a la hora de definir el éxito o fracaso no sólo de individuos, sino de sociedades enteras. De esta manera, lo que plantean es que, y como se ha dicho desde siglos pasados, existen entonces diferencias biológicas entre diferentes poblaciones humanas que pueden explicar su inferioridad socioeconómica e intelectual.

No hace falta decir que se trata de discursos racistas que intentan colarse dentro del campo científico, mayormente sin éxito. Pero, por otro lado, ocurre que también hay una falta de comprensión, incluso entre algunos científicos, de cómo se relaciona realmente la genética y la heredabilidad con rasgos como la inteligencia o la organización social. Y es que, así como la ciencia evoluciona y se reevalúa a sí misma, muchos conocimientos que creemos fijos sobre temas de genética son puestos en un mejor contexto. Por ello, se hace necesario explicar cuestiones genéticas que algunos desconocen o malinterpretan, y así comprender por qué la fijación de algunas personas con genotipos no sólo es errónea, sino peligrosa.

La obsesión racista con el CI

Los ataques contra los inmigrantes se han hecho cada vez más frecuentes y descarados en la campaña de Estados Unidos. Y uno de los más infames surgió tras la muerte de un niño en un accidente automovilístico, debido a que fue un inmigrante haitiano el que estaba tras el volante. J.D. Vance, la fórmula vicepresidencial de Donald Trump, aseguró que las mascotas estaban desapareciendo en Springfield (Ohio) porque los haitianos que allí residen las estaban cazando para comérselas. La indignación fue mayúscula, y aunque pronto fue desmentida por el fiscal de la ciudad, y la comunidad haitiana de Springfield, surgieron más comentarios de difamación y rechazo hacia la población inmigrante.

Poco después de las declaraciones de Vance, se empezó a difundir un video en el cual se veía a personas en Haití alimentándose de tortas de barro para paliar la escasez de alimentos y la pobreza. Este triste material fue utilizado por Jeremy Kauffman, fundador del Partido Libertario de New Hampshire -partido cuya cuenta en Twitter/X es una de las más racistas que he visto en la política estadounidense-, para presentarlo como evidencia de la inferioridad cultural e intelectual de la población haitiana, un discurso que fue replicado en cuentas libertarias en español como Sr. Liberal y Capitán Bitcoin. Peor aún, se llegó a insinuar que una acción tan aparentemente irracional como comer lodo sólo podría venir de una nación cuyo coeficiente intelectual (CI) es supuestamente de 67.

Esta información viene, por supuesto, de la base de datos de Richard Lynn (1930-2023), un psicólogo inglés que compiló una serie de datos que buscaban reflejar las diferencias del CI entre más de 130 países alrededor del mundo, los cuales fueron compilados en la llamada Base de Datos Nacionales de CI. De acuerdo con los datos de Lynn, las poblaciones caucásicas tendrían un CI promedio de 100, mientras que aquellas del oriente asiático poseen un 105 como promedio, pero apenas cerca de 70 para aquellas de origen africano. Lynn estuvo involucrado en más de 400 artículos científicos, y su Base de Datos ha sido usada durante décadas por muchos otros profesionales a la hora de evaluar la relación biológica entre el CI y los grupos raciales; es decir, que la fuente de diferencias en el CI de diferentes “razas” se corresponde con su biología y genética. 

Si esto les empieza a oler a racismo, su olfato no está mal entrenado. Lynn fue presidente en jefe de la Pioneer Fund, una organización fundada en 1937 por simpatizantes nazis que se encarga hasta hoy de financiar los estudios de racistas científicos en Estados Unidos y Reino Unido, y que buscan el “mejoramiento de la raza”. Así mismo, fue hasta su muerte editor en jefe de la Mankind Quaterly, una revista marginal considerada la piedra angular del establecimiento del racismo científico. También fue un promotor de las ideas conspiranoides de que la civilización occidental está en riesgo por la alta fertilidad de poblaciones humanas con un menor CI, y su cada vez mayor presencia en sociedades caucásicas, y abogaba por la “rehabilitación” de la eugenesia.

Semejantes ideas no escaparon de influir su trabajo. Estudios que han analizado o intentado replicar los hallazgos de Lynn encontraron serias falencias metodológicas en la construcción de su Base de Datos. Cherry picking de estudios con pruebas cognitivas sin especificar criterios de inclusión, bajos tamaños de muestra en los estudios seleccionados, uso selectivo de muestras con puntajes bajos para poblaciones del África subsahariana, inclusión de estudios cuyos autores especificaban que no se debían usar como trabajos comparativos de inteligencia, e inferencias a partir de ajustes a datos de evaluación educacional nacional, componen el retrato de un científico que nunca fue muy cuidadoso ni interesado en su metodología a la hora de investigar, más preocupado por validar su visión racista de las poblaciones humanas que de intentar comprenderlas en su totalidad.

Y como se esperaba, el incremento de discursos y trabajos de racismo científico que se han compartido en redes sociales en los últimos años no ha sido casual. Recientemente, el periódico The Guardian reveló que la Human Diversity Foundation (HDF), una organización internacional que promueve la rehabilitación del racismo científico en el discurso público, recibió financiación de más de un millón de dólares por parte de Andrew Conru, un empresario de Silicon Valley creador de sitios web de citas como Adult FriendFinder-Conru asegura haber retirado su apoyo a la organización, acusándolos de desviarse de su objetivo original-; además, la HDF cuenta con vínculos con el activista alemán Erin Ahrens, consultante del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania y considerado un extremista de derecha por las autoridades, y Matthew Frost, redactor del diario web promotor de ideas racistas Aporia.

Lo cierto es que la genética de la inteligencia es un tema bastante complejo que tocaremos en el siguiente apartado, pero si algo es cierto es que la idea de unas diferencias tan marcadas entre el CI de diferentes poblaciones y su relación con diferencias biológicas es un marco discursivo mal fundamentado y peor analizado. A pesar de los notables errores y sesgos en la obra de Lynn, sus estudios aún siguen siendo citados por cientos de investigadores, la Base de Datos Nacionales se sigue empleando muy a menudo, y la idea de que ciertos países tienen un promedio intelectual que raya en la discapacidad sigue siendo difundida, no sólo por neonazis y supremacistas como Kauffman, sino también incluso por personas que desconocen sobre esta discusión, e incluso medios y portales de Internet poco informados al respecto.

Lo que realmente nos dice la heredabilidad

Entender bien el papel de la genética en la inteligencia requiere que tengamos claros algunos conceptos básicos. Por ello, aprovechando una entrada de hace unos años donde también hablé un poco sobre genética y heredabilidad, me citaré a mí mismo:

“[…] un gen es un segmento de ADN, una unidad funcional de información; un locus (en plural, loci) es la región del cromosoma en donde se ubica un gen; un alelo son dos o más formas alternativas de un gen, y donde cada versión puede modificar la función del gen. El genotipo es el conjunto de genes de un organismo, mientras que el fenotipo es la expresión física de caracteres en un individuo como resultado de la interacción entre su genotipo y el ambiente.

Fundamental es también, para entendernos, el concepto de heredabilidad.

Si por ejemplo tomamos dos individuos de una misma población con diferente fenotipo, los cruzamos, vemos el genotipo de sus hijos y encontramos que la media de su genotipo es cercano (sic) a la media del genotipo de sus padres, significa que el fenotipo tiene una base genética y es heredable. Entonces, podemos definir la heredabilidad como la proporción de la varianza fenotípica total que tiene base genética.

Ejemplo gráfico de cómo factores genéticos y ambientales influyen de forma distinta en diferentes rasgos (estatura y siesta).

Lo que esto significa es que, si tomas un rasgo fenotípico, digamos la estatura, y evalúas toda la variación que tiene -altos, bajos, enanismo, gigantismo-, la heredabilidad te dirá cuánto de dicha variabilidad proviene de factores genéticos. Eso significa, al mismo tiempo, que la variabilidad del rasgo se verá influida por otros factores -por ejemplo, la dieta-, así que el genotipo no es un predictor determinante del fenotipo, sino que este es el resultado de la interacción entre factores intrínsecos (genotipo) y extrínsecos (factores ambientales).

La heredabilidad como tal se trata de un estimado poblacional, no un parámetro individual, así que no puedo tomar a un sujeto aparte e intentar predecir qué tan alto podría llegar a ser. Del mismo modo, más heredabilidad no significa más capacidad innata. Por ejemplo, mientras que los predictores de CI en análisis genéticos tienen apenas una precisión de 2-5% en poblaciones europeas -y esto es en el mayor análisis genético hasta la fecha sobre el tema, con casi 270.000 personas-, un estudio comparable sobre la estatura construyó un predictor con una precisión de 45% para las mismas. Esto no significa que la inteligencia sea “menos innata” que la estatura, sino que todas las variables genéticas asociadas a la misma comprenden apenas un porcentaje muy menor de los puntajes de CI o los logros educacionales. Es decir, la genética por sí sola es un predictor muy pobre de la inteligencia.

Pero, ¿cómo se explica una heredabilidad tan baja para la inteligencia? Como comenta el genetista estadístico Alexander Gusev al comparar estatura con inteligencia, esta última es un rasgo mucho más saturado por influencia ambiental, como la cultura, y estratificación poblacional -es decir, cuando las diferencias genéticas y ambientales entre dos poblaciones se alinean-. Por otro lado, las asociaciones genéticas son mucho más variables a nivel intrafamiliar que a nivel poblacional, lo que significa que hay menos correlación entre ellas. También debe tenerse en cuenta que los estimados de CI están muy sesgados en participación, pues pocas personas pueden acceder a un estudio genético, y quienes lo hacen serán típicamente de ambientes más educados. Finalmente, la propia genética del CI es mucho más sensible a influencias ambientales que rasgos como la estatura.

Un punto que señala Gusev es que la inteligencia como tal no sólo no es fácil de medir, sino que incluso hoy en día no sabemos bien qué es lo que estamos midiendo con estimados como el CI:

El mecanismo por el cual una regla mide la estatura se entiende por completo; diferentes reglas, incluso aquellas construidas a siglos de distancia, tienen estimados consistentes; tal como otros artículos de medición. En contraste, el mecanismo por el cual un puntaje de CI mide la inteligencia no es entendido en absoluto. Diferentes pruebas pueden generar estimados sustancialmente distintos y necesitan ser normalizados contra alguna población. […] A diferencia de la estatura, la cosa que el puntaje de CI está midiendo no es vista: podría ser un mecanismo simple como velocidad de procesamiento, o podrían ser muestras de miles de procesos diferentes, o la propiedad emergente de una compleja red interactiva. Nadie lo sabe con seguridad y el debate ha estado en marcha por más de un siglo (ver Clapp Sullivan et al. 2024 para la perspectiva más reciente).

Una última cuestión. Algunos podrían considerar que, si aumentamos el volumen de los datos en futuros estudios genéticos, podríamos encontrar que la heredabilidad del CI pueda ser mucho mayor del registrado en la actualidad. Por ello, uno de los análisis más codiciados en los últimos años para obtener información de este nivel son los GWAS -siglas en inglés de estudios de asociación de genoma completo-, en los cuales se busca establecer una asociación entre la frecuencia alélica de millones de marcadores genéticos tipo SNP (polimorfismos de un único nucleótido) distribuidos a lo largo de todo un genoma y un fenotipo de estudio (Martínez-Gil et al. 2023). Los GWAS generan volúmenes increíbles de información, y de acuerdo con esta idea, estudios de este nivel podrían tener un valor predictivo mucho más robusto en rasgos genéticos para la inteligencia.

Esquema de los pasos para conducir un GWAS. Fuente: Uffelmann et al. 2021

No obstante, eso no es del todo preciso. Por ejemplo, un GWAS de 2022 que buscaba evaluar el poder de un índice poligénico en logros educacionales pudo explicar apenas el 12-16% de la varianza de dicho fenotipo, y cerca de la mitad de la magnitud de asociación del índice con los logros y otros fenotipos. Los propios autores advierten que hay una importante influencia de emparejamiento selectivo (emparejamiento no aleatorio de individuos basado en la similitud o disimilitud de su genotipo o fenotipo) y correlaciones gene-ambiente en el poder predictivo de su índice, por lo que no se puede considerar que prediga habilidades “innatas”.

Así mismo, un meta-análisis publicado este año revisó las variadas aplicaciones de un puntaje poligénico construido a partir de un GWAS de 2018 de logro educacional, y encontró una asociación de 0.27 para logro educacional, y una de 0.24 para los logros concretados en grados. La varianza total de estos logros, incluyendo efectos potenciales de confusión por el ambiente, es de apenas 6-7%, lo cual no difiere mucho de los valores de heredabilidad que ya hemos descrito.

Finalmente, existe un parámetro con el cual se puede calcular el máximo valor de estos puntajes sin tener que incrementar el volumen de muestra o la cantidad de datos generados: la heredabilidad molecular, el máximo límite que puede alcanzar un predictor genético. Esta puede ser en heredabilidad poblacional -medida no causal de la correlación general entre todas las variantes genotípicas, estimada en grandes poblaciones- o heredabilidad directa -medida de las influencias genéticas específicas dentro de individuos, estimada en grupos familiares-.

¿Se ha puesto a prueba este parámetro con el CI? Por supuesto, en otro GWAS de 2022, esta vez enfocado en más de 170.000 hermanos, que buscó estimados a nivel poblacional e intrafamiliar. En el primer caso, encontró que la heredabilidad poblacional para el CI fue de un 23%, y un 12% para logro educacional; en contraste, cuando se estimó la heredabilidad directa, fue de hecho mucho más pequeña, con un estimado de 15% para el CI y apenas un 4% para logro educacional, debido a una mezcla de influencias culturales, estructura poblacional y emparejamiento selectivo. Esto no sólo refuerza que el CI es un rasgo mucho más susceptible a influencias ambientales que otros, sino que refuerza el pequeño valor predictor que llega a tener su heredabilidad.

Y eso que no estamos entrando en el tema espinoso de que a menudo se sinonimiza CI con inteligencia, cuando lo que pretender ser el CI es un estimado de inteligencia, pero no un factor general de inteligencia. El punto es entender que, a pesar de lo complejo que es abordar la inteligencia, sabemos bien que su genética está lejos de ser un rasgo determinista que la convierta en un rasgo inmutable, y que hay una importancia influencia ambiental dándole forma a través de las poblaciones, un hecho que figuras como los racistas científicos siempre ignoran de modo conveniente, así que, se quiera o no, la genética no es un buen predictor de inteligencia.

Genética y sistema educativo

La visión de que la ciencia genética detrás de la inteligencia ya ha establecido que las inequidades en los resultados educativos son producto de una base genética muy fuerte ha llevado a algunos profesionales a asegurar que las bases de la educación moderna estarían obsoletas. Es decir, si todo estudiante no tiene el mismo potencial, usar el mismo marco educativo con todos no tendrá efectos en el desarrollo de sus capacidades y logros educacionales.

Pero si, como vimos, la inteligencia tiene no sólo una baja heredabilidad, sino además una fuerte susceptibilidad a factores externos, ¿realmente podemos decir que el paradigma actual de la educación moderna es insuficiente? No soy particularmente fanático del sistema educativo tal como es ahora, y es cierto que aún se tiene que trabajar mucho en mejorar las condiciones para estudiantes discapacitados, y otros con diferentes necesidades y requerimientos. No obstante, esto no significa que una educación adecuada, incluso dentro de los parámetros actuales, no tenga una notable influencia en los logros y capacidades de un estudiante, sea en Europa o en África. Es arriesgado subestimar la influencia de estos factores ambientales en el desarrollo de la inteligencia.

¿Sabemos qué tanto puede influir el entorno en esta? Un estudio de Nature publicado en 2019 encontró que, en áreas urbanas sin restricciones socioeconómicas o ambientales, y con una buena alimentación, la varianza en el desarrollo neurológico de bebés de dos años de cinco países -Brasil, India, Italia, Kenia, Reino Unido-, evaluada a partir de 16 dominios neurológicos, mantuvo un rango de 1,3% (puntaje cognitivo) a 9,2% (conducta total) en 14 de ellos, y en los dos restantes fue de 14,1% (puntaje de conducta negativa) y 14,2% (reactividad emocional). Los similares resultados neurológicos de desarrollo apuntan a que, siempre que las condiciones nutricionales y de salud sean las adecuadas, las capacidades asociadas a desempeño escolar e inteligencia son prácticamente universales.

Por supuesto, y como es de esperarse, el acceso a educación también es importante. Un meta-análisis de 2018, donde se analizaron los datos de más de 600.000 participantes, encontraron consistentemente un efecto significativo de la educación, con un incremento de entre 1-5 puntos de CI por cada año adicional de educación; en otras palabras, que el CI se puede incrementar a través de una educación óptima, por lo que más que en las bases genéticas, tendríamos que prestar atención a las condiciones de acceso y calidad de educación para fortalecerlas.

¿Puede la genética entonces darnos pistas hacia dónde dirigir el fortalecimiento de la educación moderna? Como describe Gusev en un análisis sobre heredabilidad y educación, la realidad es que no. Primero, porque la heredabilidad no tiene forma de predecir cuál será la influencia de los genes si ocurre un cambio en el ambiente; segundo porque, aun si no se pudiese cambiar la inteligencia, la heredabilidad no puede explicar tampoco qué tipo de medidas preventivas deberían darse. Incluso si la heredabilidad de un rasgo relacionado con logros educacionales fuese del 100%, eso no puede decirte cómo se comportará dicho rasgo.

Otro tema importante que debemos tener en cuenta es que la inteligencia no es tanto una característica física sino una habilidad, y deberíamos analizarla como tal. No se trata de un proceso biológico que pueda fijarse durante el desarrollo, sino que es altamente maleable. Decir que tus genes no te pueden permitir un crecimiento intelectual como el de un europeo por ser de una población africana no tiene ni bases ni sentido. Como describe Gusev, si encontraras una variante genética que influencie la pigmentación, y ves que los portadores de dicho gen tienen mejores resultados en escuelas con un sesgo en entrenamiento, lo que debes hacer es comprender cómo funciona ese mecanismo y ponerlo a prueba, en lugar de particionar su varianza como si se tratase de un rasgo físico como la estatura.

Entonces, resulta mucho más útil y preciso comprender los logros educacionales a través de los mecanismos. Enfocarse en cómo los genes se encargan de modular los rasgos cognitivos, y de esta forma comprender mucho mejor cómo se relacionan no sólo con los resultados educacionales, sino con los factores ambientales, en lugar de verlos como el resultado de capacidades innatas que deben determinar no sólo decisiones educativas, sino incluso políticas.

¿Son los estudios de gemelos totalmente fiables?

Cuando se habla del papel del ambiente en el desarrollo fenotípico, es común que algunos desestimen o casi nieguen esta influencia, debido a que se ha entendido por mucho tiempo que la genética es el principal factor detrás de nuestros rasgos y su variación. Incluso cuando es aceptado de forma unánime en genética que el fenotipo es el resultado de la interacción entre el genotipo y los factores ambientales, no falta quien señale que el papel del ambiente en que uno se desarrolla es menor. En tales circunstancias, más temprano que tarde se hablará de la evidencia en los estudios de gemelos. Ahora, ¿es realmente tan sólida dicha evidencia? ¿Entendemos los estudios de gemelos -y la información que presentan- de igual forma a como lo hacíamos hace décadas?

Antes que nada, ¿qué son los estudios de gemelos? Como su nombre lo indica, son estudios realizados en gemelos idénticos o fraternales (mellizos). Típicamente, se enfocan en realizar inferencias acerca de la magnitud de las influencias genéticas y ambientales sobre determinados rasgos, lo que permite calcular estimados de heredabilidad y evaluar patrones de expresión de factores genéticos y ambientales. Son del tipo de estudios más citados y tenidos en cuenta en el campo de la genética conductual, y tienden a ser de los argumentos más poderosos para señalar el mayor papel de la genética en la variación que podemos observar en el desarrollo de los rasgos o condiciones evaluadas.

¿Cuál es el problema? Bien, a medida que se ha incrementado el uso de GWAS en estudios moleculares, se ha detectado que la heredabilidad estimada para varios rasgos es muy diferente a la que se ha calculado a través de estudios tradicionales de gemelos. Por ejemplo, un estudio de 2022 sobre variantes genéticas asociadas con la estatura estimó una heredabilidad del 45% de su varianza fenotípica en poblaciones de ancestría europea, y cerca del 14-24% para poblaciones con otras ancestrías, cifras muy alejadas del estimado de 80% obtenidos en estudios de gemelos. De la misma forma, otro estudio enfocado en problemas de conducta en la niñez evaluó 37 medidas de problemas conductuales, y encontró que la heredabilidad promedio en SNP de tan sólo 6%, en contraste con la heredabilidad promedia del 52% en estudios de gemelos. El propio CI, en un meta-análisis de heredabilidad teniendo en cuenta cincuenta años de estudios de gemelos, mostró una heredabilidad promedio de 54%, notable pero alejado del 70-80% que también se la estimado previamente; en otros estudios, cae hasta un 10% de la variabilidad en individuos no relacionados. A esta diferencia entre estimados de estudios moleculares y estudios clásicos de gemelos se le conoce como heredabilidad perdida.

Otros problemas han surgido con los estudios de gemelos. Como recopila Jay Joseph en un artículo para Mad in America, un detalle importante es que las interpretaciones genéticas de las diferencias conductuales observadas en estudios de gemelos están basadas en el supuesto de que los gemelos idénticos y los mellizos comparten más o menos el mismo ambiente, difiriendo sólo en su grado de similitud genética. No obstante, los gemelos idénticos presentan un tratamiento más similar a nivel de familia y sociedad, ambientes físicos y sociales más similares, tienden a pasar mucho más tiempo juntos, y mayor nivel de confusión de identidad y apego emocional entre sí. Esto conlleva a que no se logre distinguir claramente entre las influencias genéticas y ambientales, y a una sobrestimación de la heredabilidad, lo que explicaría en parte la heredabilidad perdida.

Relacionado con esto, los estudios de gemelos también tienden a ignorar la influencia de cohortes, es decir, las similitudes entre personas de edad similar que ocurren por causa de experimentar de forma simultánea los estados de vida en los mismos períodos históricos, medio cultural y etapas de desarrollo. En ese sentido, señala Joseph, los gemelos compartirán no sólo un ambiente prenatal, sino también postnatal, al crecer en un mismo período de tiempo y la misma cultura; si se trata de gemelos del mismo sexo, también serán socializados de la misma forma, por lo cual se comportarán de forma más similar.

Incluso los estudios de gemelos criados de forma separada tienen inconvenientes. Aparte de su escasez -a fecha de 2024, sólo existen seis estudios-, casi siempre están enfocados en el CI, y la mayoría de las parejas de gemelos estudiadas no han sido realmente “criados por separado”, sólo a nivel parcial (algunos separados a los doce meses, otros manteniendo contacto al crecer, o incluso viviendo con otro miembro de la familia), por lo que su peso como predictores de la influencia genética en las diferencias o similitudes también estaría bastante inflada. Por otro lado, se ha encontrado que los puntajes de CI se han ido incrementando con el paso de las décadas. En ese caso, si los sujetos en estudios de gemelos criados por separado crecieron en una misma nación y cultura, sus habilidades cognitivas y de aprendizaje se desarrollarán en un mismo punto y ambiente, por lo que sus correlaciones también se verán influidas por estos factores no genéticos.

¿Deberíamos descartar los estudios de gemelos entonces? Por supuesto que no. Pero debemos tener en cuenta que, tal como se ha ido evidenciando en parte a través de los propios GWAS que muchos científicos promueven, que no son tan infalibles ni tan cuidadosos como hemos pensado por mucho tiempo, y requieren mucho tener en cuenta los estimados que se quieren calcular en términos de heredabilidad . Por lo tanto, presentarlos como evidencias de la mayor influencia de factores genéticos en el desarrollo y variabilidad de la inteligencia o rasgos relacionados con la misma es una fuerte sobrestimación, y mucho menos se puede usar como argumento político. No es de extrañar que, más allá de su intención original, este tipo de estudios sean empleados por quienes promueven el determinismo biológico y hasta el racismo científico, pretendiendo que conductas como la criminalidad son por causa de una genética específica, ignorando factores socioeconómicos detrás de ellas.

Conclusiones

El hecho de que la genética sea instrumentalizada por grupos supremacistas y de odio que pretenden revivir viejas concepciones racistas sobre nuestra especie no invalida que se trata de una de las ciencias biológicas más importantes, tanto por establecer mecanismos y elementos detrás de la herencia, como por permitir comprender mucho mejor el origen y evolución de las especies actuales. No obstante, sí que requiere que seamos cuidadosos a la hora de presentar y explicar hallazgos relacionados con la variabilidad de los rasgos expresados en una especie.

Debido a esto, es importante entender bien lo que realmente nos dice la heredabilidad de un rasgo, reconocer el papel de las influencias ambientales en la varianza de distintos rasgos, y entender en un contexto adecuado enfoques de estudio como los GWAS y los estudios de gemelos, entre otros. De esta forma, podremos llegar a evitar el mal uso de información científica por parte de promotores de discursos deterministas y discriminadores, que buscan amparar sus prejuicios tras un velo de respetabilidad académica.

Y por supuesto, recordar que, si pretendemos hacer cambios en temas cruciales como la educación o la seguridad, es insuficiente fijarse sólo en factores intrínsecos. Es fundamental comprender bien los contextos en los cuales varían y ofrecen resultados distintos, con el fin de saber cómo orientar las metas por cumplir, de modo que alcancemos el mayor bienestar para la mayor cantidad de personas posibles.


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