De mala prensa científica y falacias univariadas: el caso de Science y el “gen gay”


Introducción
Cuando agarramos el periódico de la mañana o vemos páginas de medios en Internet, la mayoría nos hemos topado con titulares que descontextualizan mucho una noticia. Ya sea por errores en la redacción, porque se enfocan en un solo aspecto del tema en lugar de sintetizar el contenido de la noticia, o simplemente por usar un título polémico que genere clickbait, los periodistas pueden generar confusiones en varios temas. Y uno de los campos más torturados por la mala prensa es la ciencia, pues a menudo los redactores malinterpretan o exageran los resultados de una investigación, y usan títulos estrambóticos que no van muy de la mano con el trabajo real.

Creo que muchos habrán visto esta caricatura. Lo resume muy bien, ¿cierto?

Sólo vean este caso: hace un año se publicó en la revista científica PNAS una investigación que sugería que el cambio en las dinámicas climáticas en Europa podrían haber tenido un impacto en el reemplazo de los neandertales por los humanos modernos. Mientras que la página en inglés Phys, dedicada a temas científicos, compartió la noticia con un titular que reflejaba bien el contenido del estudio, el diario español ABC se enfocó en un fragmento que destacaba la menor diversidad en la dieta del hombre de Neanderthal, y tituló la misma información sugiriendo que la especie se extinguió por comer carne. En el mismo diario y con el mismo estilo, afirmaron que el Homo erectus se extinguió por pereza, a partir de un estudio donde en realidad se analizaba el comportamiento adaptativo innovador en homínidos de la Península Arábica, relacionado eso sí con el diseño y transporte de materiales y herramientas. ¿Queda claro el problema?


Quizás algunos piensen: “Bueno, pero igual el contenido de las notas aclara la confusión, ¿no?”. No siempre. Primero porque, como se puede ver en la nota de ABC sobre los neandertales, el enfoque en un fragmento particular del estudio puede guiar la redacción del reporte, y segundo y más importante, porque muchos lectores no van más allá del encabezado y el subtítulo, y por sesgo se quedan con lo que ofrecen los títulos.

Por lo general esto conduce al efecto contraproducente y a la desinformación e ignorancia, pero en ocasiones una noticia tendenciosa y amarillista podría incluso tener un impacto en las políticas públicas, en especial de gobiernos reaccionarios que se aferran a argumentos muy poco científicos. Lo hemos visto en situaciones como las investigaciones con el glifosato, la lista de sustancias probablemente cancerígenas de la IARC o los transgénicos. Un reciente caso ha levantado mucha discusión en Internet porque ha sido reproducido con un encabezado descontextualizado que podría afectar incluso derechos básicos de un sector de la población, no sólo por los sesgos ideológicos a los que favorece sino también por contribuir a la confusión a la hora de interpretar los resultados de una investigación.

Tratemos de explicar de forma detallada lo ocurrido. Intentaré que esta entrada tenga un contenido más científico y por tanto más denso, así que les ruego paciencia y atención a los detalles. También les advierto que dejen sus prejuicios religiosos o sexuales en la puerta, y si no son capaces mejor cierren la ventana y busquen una lectura más cómoda para ustedes, porque hay mucha tela por cortar en ambos casos.

El atlas de las nubes
El pasado 30 de agosto, la revista científica Science publicó un artículo de investigación titulado “Large-scale GWAS reveals insights into the genetic architecture of same-sex behavior” (Estudio de asociación de genoma completo (GWAS) revela perspectivas sobre la arquitectura genética del comportamiento homosexual). Un equipo de investigadores encabezado por Andrea Ganna analizó las muestras genéticas de más de 470.000 participantes (el mayor tamaño de muestra hasta la fecha en estudios semejantes) del Reino Unido y Estados Unidos con el fin de detectar posibles variables genéticas asociadas al comportamiento sexual entre el mismo sexo[1], estimar las proporciones de los rasgos a los cuales se asociaran esas variables y su correlación genética con otros rasgos. Dichos análisis fueron después replicados con otros 15.000 individuos de Estados Unidos y Suecia, a los cuales se les hizo preguntas relacionadas con su identidad sexual, experiencia sexual con una pareja del mismo sexo y nivel de atracción por su mismo sexo o el opuesto.


Los resultados del estudio son un tanto complejos, pero muy interesantes. Del primer set de muestras se detectó la presencia de cinco polimorfismos de nucleótidos simples (SNPs en inglés; pronúnciese “snips” para los colegas) asociados de forma significativa al comportamiento sexual entre el mismo sexo, y al parecer relacionados con rutas biológicas en la regulación de hormonas sexuales y el olfato. En conjunto, las variaciones genéticas ofrecidas por estos SNPs sumaban entre el 8 y el 25% de la variación total en el comportamiento sexual entre el mismo sexo de machos y hembras, con una correlación positiva pero parcial (coeficiente de correlación genética, rg = 0,63) entre ambos sexos. Dicha influencia genética también se solapa parcialmente con la asociada a rasgos conductuales como el consumo de nicotina y marihuana y la toma de riesgos, mientras que en los análisis replicados se encontró también que el comportamiento sexual, la identidad y las fantasías se ven influenciados por variantes genéticas similares.

Por otro lado, los autores encontraron poca evidencia de correlación genética en la proporción de compañeros del mismo sexo entre individuos no heterosexuales [2] en comparación con heterosexuales, así como diferencias parciales en las variaciones genéticas que distinguen el comportamiento heterosexual. Dichos resultados sugieren que la preferencia de parejas sexuales no podría definirse en un único continuo desde el sexo opuesto hacia la atracción absoluta hacia el mismo sexo, lo cual pone en duda la validez de medidas bipolares como la popular escala de Kinsey.

La escala de Kinsey puede ser también cuestionada porque, similar a como ocurre con la interpretación del trastorno del espectro autista, asume el comportamiento sexual como un gradiente de un único rasgo conductual, y no como el conjunto de una serie de rasgos que pueden o no diferir entre sí en profundidad.

En síntesis, ¿qué es lo que se concluye del estudio? El comportamiento homosexual tiene una fuerte influencia de diferentes variaciones genéticas de efecto aditivo que explican parte de la heredabilidad genética en la homosexualidad a nivel poblacional, y que difieren entre machos y hembras, pero al mismo tiempo no puede descartarse una influencia importante del contexto sociocultural en el comportamiento sexual en general, así como la presencia de muchas otras variantes genéticas que no pueden ser detectadas en el tamaño de muestra utilizado. La mayor diferencia es este último factor, el mayor tamaño de muestra, aunque los autores resaltan la limitación de haber hecho el análisis sólo con individuos de tres países “occidentales”. En general, este estudio nos ofrece una perspectiva importante sobre las bases biológicas del comportamiento homosexual humano y la complejidad de la sexualidad en nuestra especie.

La mecha encendida
El estudio fue reportado por decenas de páginas de medios periodísticos, y aquí arranca la confusión y un potencial efecto negativo. Si bien la mayoría de las páginas explican el hecho de que se trata de diferentes marcadores genéticos asociados al comportamiento homosexual, la misma mayoría se conforma con titular que “no existe el ‘gen gay’” y cosas del mismo estilo. Sólo fíjense en estas cinco notas en inglés al respecto, y estas otras cinco en español, y en cómo su encabezado gira alrededor de esa malinterpretación. Y aunque casi todas explican de alguna forma lo que realmente se encontró en el estudio, recordemos como dije al principio que son muchos los lectores que se quedan sólo con el titular, y de inmediato asumirán, por ignorancia o sesgo, que “ser gay es una elección” y que nadie nace así.

Uno podría pensar que se trata de mala fe por parte de los periódicos, pero no lo es tanto. Comentaba también que la prensa científica tiende mucho a usar titulares rimbombantes que seguro atraerán “lectores”, y decir que el “gen gay” no existe llama, en teoría, tanto a creyentes devotos que quieren ver justificados sus prejuicios como a activistas LGBTI preocupados por saber qué es lo que dice. En la práctica no se cumple tanto porque muchos de los primeros no pasarán del titular para sentirse respaldados, y varios de los segundos evitarán leer la noticia por temor a que sus ideas sean atacadas e incluso destruidas. Recuerden, efecto contraproducente.

Por otro lado, no sería extraño que los medios en línea en nuestro idioma, aparte de esa misma táctica, se quedaran también con las notas en inglés que decían que “no hay un gen gay” o de plano tradujeran mal los titulares que hablan de “no single gay gene”, lo cual traduciría que “no hay un único gen gay”. Pero son ideas mías, y no tengo forma de saber si en verdad fueron tan tontos.

Independiente de las razones para usar titulares así, esto puede tener un impacto muy negativo, en especial al combinarse con una explicación somera de la investigación en sí, porque si hay algo en lo que los gobiernos reaccionarios son expertos es en quedarse con lo superficial y desechar lo fundamental en una investigación, o usar sólo los argumentos que los favorecen. Véase la discusión eterna con los transgénicos, o las discusiones sobre el cambio climático. Aquí puede ser incluso más grave, porque se están comprometiendo los derechos de un sector históricamente oprimido de la población con base en una interpretación incorrecta de los resultados, sea por error o por intención sesgada.

Porque el hecho es que de un estudio así podría asumirse, de forma superficial, que la homosexualidad no está influenciada por los genes, y por lo tanto es un comportamiento por elección y no por nacimiento, lo cual iría al pelo con un par de argumentos muy usuales por parte de la derecha religiosa. Es necesario tomar esos argumentos con pinzas y diseccionarlos para explicar de lleno los alcances verdaderos de este estudio.

Mascando argumentos
Saquemos algo del paso: la homosexualidad sí está presente en la naturaleza. Ya esto lo he explicado en otra entrada al respecto, pero en resumen se ha documentado el comportamiento homosexual en más de 400 especies animales, y en decenas de ellas se ha investigado de forma detallada. Se sabe que entre un 8 y 10% de los carneros domésticos jamás se aparearán con una hembra, y si tienen la oportunidad buscarán montar a otros machos; en el combatiente (Calidris pugnax) el comportamiento homosexual puede incluso ser parte de su estrategia reproductiva; y el bonobo, nuestro pariente primate más cercano, es completamente bisexual. En otras palabras, es un rasgo conductual bastante frecuente en animales, así que no es ninguna sorpresa que en el ser humano también se dé, y no hay nada “antinatural” en ello.


Por experiencia, sé que a muchos creyentes no les gusta que uno compare al ser humano con los animales. Me ha tocado un colega biólogo que se volvió muy evangélico, el cual aceptaba que en otras especies existiera el comportamiento homosexual, pero que igual eso no era “natural” para el hombre. Y es alguien cuya mejor fuente de argumentos es Answers in Genesis... Lo máximo que me sacó para sustentar al respecto fue la típica falacia de pendiente resbaladiza sobre la pederastia, que la verdad hace ver a cualquiera, y me disculparán por ser directo, como un perfecto imbécil.

Esa tozudez en rechazar comparar al ser humano con otros animales viene por una visión esencialista y una confusión sobre lo “natural”. Lo primero es simple: pensamos que el ser humano tiene alguna esencia posterior a su existencia, algo que lo hace tan único y particular, que no tiene sentido hacer comparación con los animales carentes de raciocinio. Eso tiene mucho de visión biológica predarwiniana, donde no pocos científicos creían que las especies permanecían únicas e inalteradas a través del tiempo, pero el surgimiento de la teoría evolutiva y la biología sistemática han demolido las bases de esa idea, pues las relaciones de parentesco entre las especies permiten ver cómo se diversifican los rasgos y conductas, y nuestra especie no es ajena a ello.

En cuanto a lo segundo, la verdad es que hablar de comportamiento “natural” o “antinatural” ya ofrece un sesgo precedente, pues no se está hablando en términos biológicos ni científicos sino teleológicos, es decir, darle una perspectiva metafísica a la funcionalidad de una estructura: para entendernos, que se le dio un propósito. Lo “natural” es, pues, aquella función para la cual fue diseñada por un creador. En ese orden de ideas, la homosexualidad sería “antinatural” porque los órganos asociados a esta conducta son usados en contravención a su propósito predefinido, pero así también lo serían la boca al hablar o las manos al usar un teclado o escribir en una hoja, y no por ello decimos que es “antinatural” navegar por Internet en el celular (espero). No deseo explayarme mucho al respecto, porque no tengo interés en discutir sobre religión en esta entrada, pero el hecho es que el argumento teleológico sólo es válido si aceptamos de antemano que un organismo está diseñado por alguna conciencia superior. Ese no es un argumento científico ni serio.


El problema de la falacia univariada

Ahora, si queremos hablar como científicos, tenemos que buscar de dónde viene esa idea del “gen gay”. En 1993, un estudio encabezado por Dean Hamer analizó las muestras de 76 hombres homosexuales y sus familias, y encontraron que no sólo los individuos tenían más tíos y primos gay del lado materno familiar, sino que también aquellos que eran hermanos tenían alelos similares en una región del cromosoma X. Este hallazgo fue, como era de esperarse, popularizado por los medios como el “gen gay”, lo cual daba mucha confusión al hallazgo. No obstante, otros estudios han encontrado relaciones similares en regiones de diferentes cromosomas, aunque muchos de ellos enfocados sólo en la homosexualidad masculina, por lo cual el concepto de un único “gen gay” ha sido rechazado por la ciencia desde hace tiempo: en ese sentido, los resultados del estudio de Ganna et al. no son los primeros que sugieren una combinación de factores genéticos, ambientales y hormonales que influencian el desarrollo del comportamiento homosexual, aunque son más ambiciosos en cuanto a su relación con otros rasgos conductuales sexuales y no sexuales.

El problema es que esa idea permanece en el colectivo por una falencia racional, una que por desgracia es utilizada tanto por la derecha reaccionaria, que gusta de afirmar que nadie nace siendo homosexual o que cigoto, embrión y feto son lo mismo, como por la izquierda absurda, que pretende que el género no es una cuestión biológica (y no, no significa que exista ese argumento falso de la “ideología de género” que tanto usan los fanáticos religiosos de hoy). En Twitter, el biólogo evolutivo Colin Wright creó el pasado julio un hilo al respecto acuñando un título no oficial (de momento) creado hace poco para definir el problema: falacia univariada.

Wright explica que la falacia univariada esla afirmación de que, si no hay un único rasgo definitorio que pueda ser usado para separar dos o más categorías, esas categorías no existen”. Esto ocurre porque se toma un problema complejo y multivariado (esto es, que diferentes factores influyen en un evento o resultado) y se analiza como si dependiera de una única variable (de ahí el nombre de univariada), y si esa variable no nos explica toda la complejidad del problema, entonces se asume de forma errónea que no explica nada del problema en sí.

El biólogo pasa entonces a presentar una serie de artículos periodísticos y notas científicas enfocadas en el tema del sexismo, en las cuales se afirma que, como no hay un único parámetro que permita distinguir por completo entre géneros, asumir que el sexo biológico en nuestra especie es binario es un error, y que por ejemplo analizar el cerebro para observar diferencias anatómicas entre hombres y mujeres es “neurosexismo”. Y si el lector ha ojeado un poco en los enlaces, se dará cuenta que incluso la revista Nature ha caído en esta falacia. ¡Nature! Para explicar los alcances absurdos de esta falacia, Wright se basa en el caso de la atleta Caster Semenya, pues no pocos la defendieron asegurando que la testosterona no conduce por sí sola a mejorar el desempeño atlético:

Esto es, por supuesto, un sinsentido altamente engañoso. La testosterona guía de forma directa a los machos a través de la pubertad, lo que resulta en individuos más grandes, rápidos y fuertes que si no lo hubieran sido. Los suplementos de testosterona incrementan el crecimiento muscular y la síntesis de proteínas en machos y hembras, por lo cual es usada por muchos fisiculturistas y es una sustancia prohibida en casi todo deporte. […] Además, las agencias de deportes que permiten a las atletas trans competir con mujeres requieren de forma universal que reduzcan sus niveles de testosterona por debajo de un umbral determinado, por cierta cantidad de tiempo, a fin de reducir su ventaja competitiva.

¿Pero por qué importaría reducir los niveles de testosterona si no crearan una ventaja en primer lugar? Y no son sólo los mayores niveles de testosterona ACTUALES los que dan una ventaja a los machos, sino los mayores niveles PASADOS que guiaron su desarrollo corporal a través de la pubertad masculina.

Wright ya amplió una vez el año pasado en Quilette sobre el camino que la izquierda “progresista” ha tomado en rechazo a la biología evolutiva, posicionándose en una vía más parecida al esencialismo planteado por la Iglesia Católica que tanto los cuestiona (pueden encontrar el artículo traducido aquí, gracias a mi amigo David Osorio) en cuanto al sexo biológico se refiere, pero en su hilo reciente también pone como ejemplo en el caso de la derecha la discusión sobre el aborto, pues en su visión esencialista los “pro-vida” señalan que, como no hay un criterio específico que permita distinguir entre un cigoto, un embrión y un feto en términos de “vida”, cada una de estas etapas de desarrollo son igualmente equivalentes a la vida de una persona.

Es por esto que, ante los resultados del estudio de Ganna et al., muchos seguidores de la derecha religiosa podrían asumir, de forma errónea, que al no existir un único “gen gay”, entonces la homosexualidad no está influenciada por la genética y ser gay es puramente un asunto de elección de la persona, no algo con lo que se nace. Y esto es porque, al no comprender cómo funciona la genética, en especial en cuanto a la variabilidad de rasgos en una especie, ignoran que la sexualidad humana es un conjunto multivariado de rasgos conductuales, así que no puede encajarse a la fuerza en la visión estrecha de un único gen que explique todo. En el siguiente apartado explicaré un poco mejor este asunto, para dejar claro de una vez cuál es el problema de ver la homosexualidad como un rasgo univariado y cómo se asocia esto con los hallazgos de la investigación.

Contextualizando en genética cuantitativa
Antes de entrar en detalle, un repaso veloz en términos de genética: un gen es un segmento de ADN, una unidad funcional de información; un locus (en plural, loci) es la región del cromosoma en donde se ubica un gen; un alelo son dos o más formas alternativas de un gen, y donde cada versión puede modificar la función del gen. El genotipo es el conjunto de genes de un organismo, mientras que el fenotipo es la expresión física de caracteres en un individuo como resultado de la interacción entre su genotipo y el ambiente. Es un resumen muy básico de cada uno de estos términos, pero es lo esencial para comprender esta sección.


Como la mayoría de nosotros sólo recibió algunos atisbos superficiales en cuanto a la genética en el colegio a través de la clase de ciencias, es natural que la veamos en términos estrictamente mendelianos. Y ojo, que no es que las leyes de herencia de Mendel no sean válidas, pero a menudo malinterpretamos lo que nos dicen. Nos quedamos en el experimento de las arvejas, en los pedigríes o en la herencia de la hemofilia, pero no siempre recordamos que puede existir codominancia entre genes, es decir, que un alelo no puede enmascarar la presencia de otro, como ocurre con la herencia del grupo sanguíneo en el sistema ABO; o que también hay epistasis, donde el efecto de un gen depende de la presencia de otros, como en el caso del color de los labradores. Finalmente, otros rasgos dependen no sólo de múltiples genes, sino también de pequeños cambios dentro de los mismos, como el color de los ojos: antes se creía que seguía un patrón clásico de herencia mendeliana bialélica, con el azul siendo un alelo recesivo; hoy sabemos que al menos tres o cuatro genes están vinculados a este rasgo, y que las combinaciones de SNPs presentes en estos genes y los vecinos son los que dan lugar a la variedad en pigmentación ocular. En otras palabras, la herencia genética es mucho más compleja y diversa de lo que solemos pensar.

Hasta aquí sólo me he enfocado en la complejidad genética detrás de la expresión de caracteres, y por todo lo anterior descrito es que a menudo los rasgos presentan una distribución de frecuencias continuas (es decir, que los valores pueden ser infinitos, como la fecha y hora de entrega de un documento) y no discretas (no se toman valores dentro de dos consecutivos, como el número de hijos en una familia). Dicha variación de rasgos puede ocurrir no sólo por poligenismo, como el color de la piel, sino también porque diversos factores ambientales pueden alterar el estado del fenotipo, por lo cual es difícil analizarlos dentro de los modelos cualitativos de herencia mendeliana. Estos rasgos continuos son estudiados por la genética cuantitativa.

Para entender bien esto, usemos un ejemplo sencillo que vi hace tiempo en Internet y con el cual expuse este mismo tema en una clase de evolución. Consideremos que la altura del gorro de los Pitufos (contengan las risas) es un rasgo morfológico codificado por dos loci, M y N. Cada locus tiene a su vez dos alelos, y cada copia del alelo contribuye de forma aditiva con un valor en centímetros a la altura total del gorro. Así, tenemos que en el locus M los alelos son M = 3 cm y m = 2 cm, mientras que en el locus N los alelos son N = 2 cm y n = 1 cm. Si cruzamos dos Pitufos homocigotos en ambos loci, uno con un genotipo MMNN (por lo cual la altura de su gorro será igual a 3+ 3+2+2 = 10 cm) y otro con un genotipo mmnn (entonces, la altura de su gorro será igual a 2+2+1+1 = 6 cm), su descendencia, llamada F1, será heterocigota en ambos loci, MmNn, y su fenotipo será intermedio entre los de sus parentales (3+2+2+1 = 8 cm).


Si cruzamos dos heterocigotos de la F1, siguiendo los patrones de herencia mendeliana clásica, tendremos 9 genotipos diferentes para la F2; no obstante, si nos fijamos en el valor combinado de altura en cada alelo, obtendremos sólo cinco fenotipos, aunque de todos modos la F2 tendrá una distribución de frecuencias mayor a la de los parentales y la F1.




Ahora, consideremos además que la altura del gorro en los Pitufos está influenciada no sólo por los genes, sino también por un factor ambiental: la dieta, en este caso el consumo de pitufresas en la infancia. Por ello, dos Pitufos con el mismo genotipo tendrán fenotipos diferentes de acuerdo a cuántas pitufresas se engulleron de niños en sus casitas de hongo. Si graficamos entonces el experimento teniendo en cuenta la variación ambiental, obtendríamos las siguientes distribuciones:



Y esto sólo si usamos un rasgo codificado por dos loci con dos alelos cada uno. Si incrementamos el número de loci, tendremos diferentes números de genotipos en la F2, y teniendo en cuenta la variación ambiental, pues la cosa se complica. El punto aquí es comprender que muchos rasgos dentro de una especie o población se expresan por combinación de factores genéticos y ambientales, por lo cual aunque los genes influencian significativamente en la expresión de un rasgo, no son determinantes para la variabilidad del mismo.

¿Y eso cómo se relaciona con el estudio de Ganna et al.?
Bueno, aterricemos todo lo anterior. ¿Recuerdan que uno de los principales resultados del estudio fue que la variabilidad de los marcadores genéticos analizados explicaba 8-25% de la variación total del comportamiento homosexual en las poblaciones de estudio? Aquí la clave es el concepto de heredabilidad (no confundir con herencia), importante dentro de la genética cuantitativa. Si por ejemplo tomamos dos individuos de una misma población con diferente fenotipo, los cruzamos, vemos el genotipo de sus hijos y encontramos que la media de su genotipo es cercano a la media del genotipo de sus padres, significa que el fenotipo tiene una base genética y es heredable. Entonces, podemos definir la heredabilidad como la proporción de la varianza fenotípica total que tiene base genética.

Hay que tener en cuenta dos cosas de esto. La heredabilidad se estima de acuerdo a cada población y ambiente analizado, y es un estimado poblacional, no un parámetro individual. Por lo tanto, no nos dice a qué grado un rasgo es genético, sino cuánto de su varianza fenotípica total se debe a factores genéticos. Entonces, si la heredabilidad basada en SNPs, como es aplicada en el mencionado estudio, es de un 8-25%, no quiere decir que las conductas homosexuales sean menos genéticas, sino que todos los SNPs combinados contribuyen a ese porcentaje de la variabilidad conductual en las poblaciones analizadas. De hecho en un fragmento los autores son claros: los análisis son para caracterizar la influencia genética en el comportamiento homosexual, no para predecir dicho comportamiento a nivel individual [3], ni evaluar diferentes proporciones de influencia de lo “innato” y lo “adquirido” en las preferencias sexuales. En síntesis, aunque la homosexualidad no está determinada en sí por la genética, los genes sí tienen una influencia significativa en la variedad conductual sexual, y por las limitaciones del estudio (tres países) podría haber muchas otras variables genéticas aditivas no detectadas e igualmente influyentes, lo cual es consistente con otros rasgos humanos complejos.

“Entonces, ¿eso no quiere decir que la homosexualidad no es algo de nacimiento?” No. Al contrario: el comportamiento homosexual es nato, no de elección. Lo que quiere decir, por enésima vez, es que en nuestra especie dicho comportamiento se da por un conjunto de factores genéticos y ambientales que influyen en toda la variabilidad conocida de nuestra sexualidad, por lo cual es necesario desterrar esa visión limitada de un único gen que lo explique todo.

“¿Pero entonces un niño sí puede volverse gay por ver Steven Universe?” Tampoco. Aquí nadie está resucitando al zombie de Lamarck. Los factores ambientales a los que se refieren los autores son estrictamente prenatales, como el ambiente intrauterino y las hormonas prenatales (esto último podría explicar, además, las diferencias parciales entre influencias genéticas en el comportamiento homosexual entre machos y hembras), pero estos factores van a influir en la expresión fenotípica, no en la composición genética, y actúan por supuesto de forma conjunta con la variabilidad en esta última. Ninguna hipótesis actual sobre la influencia de factores sociales postnatales en la orientación sexual o la identidad de género resiste un análisis crítico de sus fundamentos.

Es cierto que los autores enfatizan la importancia de tener en cuenta el contexto sociocultural y cómo interactúa con el comportamiento sexual, pero no es de la forma que los escandalizados podrían pensar. A lo que hacen referencia, citando un estudio sociológico del 2010 en Estados Unidos, es que los diferentes contextos socioculturales del comportamiento homosexual entre hombres y mujeres (compromiso con su identidad sexual, adhesión a una minoría comunitaria, percepción social) y las diferencias demográficas entre gays, lesbianas y bisexuales (diferencias generacionales, estado civil, afiliación religiosa, activismo político) pueden combinarse con las bases genéticas, generando una mayor variabilidad de los rasgos conductuales dentro de la homosexualidad (como un ejemplo tosco para entenderlo, el “abuelo” de Fry en Futurama decía: “¿Alguna vez tuviste la sensación de que sólo sales con chicas porque es lo que se espera de ti?”), que pueden dar lugar a una diversidad aún mayor si se observa entre distintos países, dependiendo de los diferentes contextos. No hace referencia a una influencia de factores sociales en la orientación sexual, sino más bien a cómo se ve influenciada su expresión de rasgos conductuales, pero sin cambiar la orientación en sí.


“Y si el contexto sociocultural influye en cómo se expresa la orientación sexual, ¿entonces sí podemos decir que el género es un constructo social?” Menos. Aunque los autores no incluyeron individuos trans ni intersexuales en el estudio, y reconocen que esto requiere ser abordado a futuro, sí encontraron una fuerte influencia de las variables genéticas en el comportamiento sexual entre el mismo sexo y la identidad sexual; de manera similar, estudios neuroanatómicos apuntan a una correlación entre la identidad de género y la estructura cerebral, así que como tal el género con el cual se identifica una persona también es cosa de nacimiento. Por otro lado, hablando en un sentido general a nuestra especie, el sexo biológico es eso, biológico, y como tal se puede distinguir por diferencias morfométricas y estructurales entre los gametos de machos y hembras –condiciones intersexuales como la presencia de ovotestis comprenden mucho menos del 0,05% de la población humana, así que no son representativos-.

Los roles de género son una construcción social, pero son un aspecto diferente a la identidad de género o al sexo biológico en sí. Eso no significa que yo esté en contra de los derechos de la población trans o que los desconozca como comunidad; al contrario, los apoyo con los mismos argumentos que a las otras letras del colectivo. El tema en general es tan complejo que requeriría por sí solo otra entrada, pero así como la sexualidad humana no puede reducirse a la morfología genital externa, ideas como que el género no es algo con lo que se nace o que existen más de 50, ignorando las evidencias anatómicas, fisiológicas e histológicas, hacen un flaco favor al activismo trans, pues ese relativismo postmoderno ante la ciencia está echando al traste su voz. El debate es necesario, pero debe darse con argumentos científicos, no ideológicos.

Conclusiones
No estoy seguro de si con todo lo expuesto en esta entrada podré hacer cambiar a alguien de opinión o posturas en cuanto a la sexualidad en general. Por experiencias, no creo que a los religiosos les importe mucho nada de lo expuesto aquí: ante su dios, la ciencia no vale. Diría que del lado progresista son un poco más abiertos a escuchar, pero también hay algunos sectores radicales que anteponen sus emociones y sentimientos a las evidencias, así que no puedo tampoco asegurar mucho. Por triste que parezca, en los tiempos actuales a menudo la izquierda termina haciendo más daño a la ciencia, a pesar que desde la derecha son por mucho más agresivos.

Tampoco diría, en realidad, que ese fue en sí mi propósito al escribir esta entrada. Mi interés principal es explicar los resultados y alcances a discutir del estudio de Ganna et al., y sobre todo quitar toda la confusión generada por los malos titulares en la prensa y resolver las inquietudes y dudas que puedan surgir al tratar de interpretar la información. Es probable que haya algunos detalles y conceptos que podría explicar mejor, pero por eso he procurado incluir diferentes enlaces a artículos y ejemplos de los temas expuestos.

Por último, agregar que si alguien se encuentra en desacuerdo con algo de lo presentado aquí se tome un momento para reflexionar antes de escribir su opinión. Entiendo que a algunas personas les parece incluso ofensivo que en pleno siglo XXI se hagan investigaciones para atisbar las bases biológicas de la homosexualidad, pero piensen que las conductas humanas son una serie de rasgos complejísimos, y cualquier análisis que nos permita comprendernos puede también servir para ir desechando nuestros prejuicios.


Notas:
[1]. Los autores usan en el manuscrito el término “same-sex sexual behavior” para referirse al comportamiento homosexual, así como “macho” y “hembra” para referirse a los participantes en términos de su sexo biológico, no de su identidad de género.
[2] El término “no heterosexuales” es utilizado en el manuscrito para referirse a los individuos que han tenido sexo con alguien de su mismo sexo. Los autores lo aplican para facilitar la lectura, pero especifican que no debe asumirse como una connotación excluyente o negativa para efectos del estudio ni sus alcances.
[3] Un fragmento en el estudio menciona que la varianza del comportamiento sexual entre el mismo sexo a nivel individual explicada a partir de puntuaciones poligénicas construidas teniendo en cuenta los estimados del efecto agregado de los SNPs fue menor al 1%. Esto puede suscitar confusión en algunas personas, pero hay que recordar que esto es debido a las propias limitaciones predictivas de la heredabilidad a nivel individual, no a que la homosexualidad carezca de influencia de origen genético.

Adenda 1: el fin de semana, el noticiero de fin de semana del Canal 1, Noticias Uno, reconocido por ser uno de los pocos medios independientes y más objetivos de Colombia, anunció que cesará sus emisiones a partir del próximo año. Aunque la razón principal de esto se debe a decisiones económicas de los accionistas mayoritarios, La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) destaca quela salida del aire de Noticias Uno pone a prueba el talante democrático del Estado colombiano. La concentración de poder en el sector de telecomunicaciones entregado por el Congreso al Ejecutivo a través de la Ley TIC, acompañada de la intención de voces potentes del partido de Gobierno de silenciar a Noticias Uno, configuran un escenario propicio para que el Canal1 haya contemplado sacrificar al mencionado noticiero.

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