Nacionalismo inútil (XXV): ¿#TodosSomosDiana?

La crisis migratoria en Suramérica ha tomado un tinte político bastante dramático. La oleada masiva de venezolanos migrando por todo el continente como consecuencia de la tragedia socioeconómica producto de la dictadura chavista ha provocado conflictos con los locales, quienes los señalan de quitarles trabajo e incrementar la delincuencia (lo cual ha pasado, pero no es una regla), y con los gobiernos, que han tomado a los extranjeros como una excusa perfecta para políticas represivas que distraigan a la gente de sus propias incapacidades. En ocasiones ha funcionado, pero a veces la intención es tan descarada que termina siendo contraproducente.

Un triste ejemplo de este oportunismo miserable ocurrió recientemente en Ecuador. Hace un par de semanas, un hombre de origen venezolano apuñaló mortalmente a una mujer embarazada en Ibarra luego de mantenerla como rehén por espacio de unos 90 minutos frente a la policía. Tras este atroz crimen, el culpable del feminicidio, que mantenía una relación sentimental con la víctima, fue puesto a disposición de las autoridades. Sin embargo, lo que ya era subirle el fuego a una olla hirviendo por la migración descontrolada hizo estallar la tapa cuando el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, publicó en Twitter un mensaje con declaraciones muy infelices sobre la creación de brigadas para controlar la situación de los inmigrantes, agregando que “les hemos abierto las puertas, pero no sacrificaremos la seguridad de nadie”.


Como era de esperarse, las declaraciones del presidente fueron duramente criticadas dentro y fuera de Ecuador por percibirse como una generalización de los inmigrantes venezolanos y una medida extrema que se asemejaba a fuerzas policiales de regímenes dictatoriales. El mismo Moreno debió asustarse de las posibles consecuencias, ya que posteriormente explicó que la restricción de inmigración sería la solicitud de un certificado apostillado de antecedentes judiciales, mientras que su secretario, Juan Sebastián Roldán, sostuvo que las brigadas supervisarán que los venezolanos en condición de empleo no estén siendo explotados por sus jefes.


Esa pobre excusa no impidió que ocurrieran una serie de ataques xenófobos no sólo en Ibarra, sino en el resto del país, en contra de los inmigrantes venezolanos, al punto que algunos ni siquiera quieren salir de sus casas por miedo a un linchamiento. La propia Ministra del Interior de Ecuador, María Paula Romo, tuvo que salir en una entrevista a rechazar los brotes de intolerancia que ellos mismos terminaron propiciando. Por supuesto, es difícil valorar bien al gobierno cuando, para muchos, lo que se está haciendo es una efectiva distracción contra las cifras de violencia de género en Ecuador, las propias críticas a Moreno, y la notable incompetencia de la policía durante las circunstancias previas al homicidio.

El oportunismo político se hace más egregio cuando poco antes del caso de Diana, una mujer de 35 años fue brutalmente violada en el norte de Quito por tres hombres, entre ellos dos de sus amigos, y no hubo ninguna manifestación semejante por parte del presidente. Y la semana pasada, una joven sufrió el mismo crimen tras subirse a un taxi mientras mantenían distraído a su hijo pequeño. ¿Ustedes se imaginan si por casos tan aberrantes Moreno decidiera crear brigadas para decidir la situación legal de los quiteños dentro y fuera de la capital?

No es que en Colombia vaya mejor la cosa. La xenofobia va creciendo a ritmos agigantados, al punto en que las autoridades evitan mencionar la nacionalidad de los criminales en ciertos casos, por miedo de que ocurra una asonada en contra de los venezolanos: recordemos que en octubre pasado una turba enfurecida en un barrio de Bogotá asesinó a un colombiano criado en Venezuela y a otros tres inmigrantes del vecino país por un falso rumor de secuestradores de niños. Y aunque es cierto que sí hay venezolanos inmigrantes criminales y su cifra va en claro aumento, como en la población de cada país, es difícil perder de vista el hecho de que el grueso de los criminales en Colombia son los mismos colombianos. Es cierto que en Barranquilla ha causado indignación y horror la ya denominada matanza de Las Terrazas, cometida al parecer por una pareja venezolana, cabe indicar que en sólo cinco días 15 comerciantes han sido asesinados en la ciudad, en su mayoría a manos de sicarios. ¿Y acaso podríamos echarle la responsabilidad de los homicidios sistemáticos de líderes sociales, que parecen haberse convertido en un deporte nacional, a los vecinos del país bolivariano?

A ver, no malentiendan. Yo soy partidario de que haya un control más eficiente de la migración, con detalles como solicitar el pasado judicial del migrante, aunque veo muy difícil aplicar eso cuando en casos como el de los venezolanos la burocracia para acceder a esos certificados es asfixiante, y su dictador está empeñado en negar que existe un éxodo masivo de ciudadanos. Y no me vengan con el cuento de que la crisis es culpa de un bloqueo gringo, que eso es muy reciente: hace años Maduro le echaba la culpa de la escasez a los bachaqueros y al contrabando desde Colombia, cuando Trump todavía no era siquiera candidato oficial. Como sea, es necesaria una regularización contundente sobre el flujo migratorio masivo.

Sin embargo, es inaceptable llegar a los niveles irresponsables de acoso vistos en países como Hungría con los inmigrantes sirios. Las declaraciones inmediatas de Moreno en Twitter son a todas luces una instigación, intencional o no, a la xenofobia, y una forma de presentarse como un presidente fuerte a la luz de las críticas que ha recibido constantemente, aun a costa de la conformación de brigadas de acción que más bien suenan a una medida estilo Gestapo. Duque explotó desde su campaña la problemática de la migración masiva y descontrolada de venezolanos para conseguir la Presidencia usando el miedo de los colombianos, y ahora mantiene activamente la presión contra la dictadura de Maduro mientras proyecta entregar recursos y víveres a la población de Venezuela, ignorando de forma insultante las ya graves crisis de departamentos como la Guajira y Chocó.

No se engañen: nuestros presidentes están usando a los inmigrantes para cubrir su propia incompetencia e inexperiencia. Siempre es más fácil culpar a los extranjeros de los problemas en el país (recuerden cómo llegó Trump a la presidencia de los Estados Unidos). Y aun si es verdad que una porción de dichos extranjeros son efectivamente criminales, eso no es una justificación ni una luz verde para atacar al colectivo. ¿No son ustedes por ejemplo, amigos colombianos, los que se indignan porque en muchos países el estereotipo del colombiano no sale de Pablo Escobar? ¿Por qué aplicar de forma tan hipócrita el mismo rasero?

Adenda 1: bastante cuestionable la postura de Fajardo de no marchar en contra del Fiscal General, Néstor Humberto Martínez, por respeto a quienes lo investigan. Como analizó Fernando Posada en Twitter, aunque es claro que Fajardo es lo más cercano en Colombia a un líder de centro, eso no debe implicar neutralidad en temas tan delicados como la evidente corrupción de NHM. Es necesaria una posición más firme.

Adenda 2: en la misma línea de pensamiento, son cobardes las ambiguas opiniones de Gustavo Petro sobre el régimen venezolano, prefiriendo rechazar el proyecto chavista por basarse en una economía extractivista en lugar de condenar el autoritarismo, la corrupción electoral y la violencia de la dictadura. Se nota que su indignación con Maduro sólo le duró hasta el final de la campaña electoral.

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