¿Responder a la violencia con violencia? No tan rápido…
El
choque de manifestaciones y la subsecuente tragedia en Charlottesville dejaron en
evidencia los extremos de los supremacistas blancos, dispuestos a chocar
violentamente contra aquellos que marcharon contra sus ideales racistas, y la
rastrera moral del presidente Trump (como si necesitáramos más pruebas de ello),
al condenar tibia y tardíamente los desmanes en la ciudad, y acusar a los
manifestantes de izquierda de haber sido igual de violentos a los ultraderechistas
que los atacaron.
Curiosamente,
como nunca falta gente de izquierda que en verdad cree que el fin justifica los
medios, algunos progresistas han recurrido al argumento de que, dadas las
dimensiones discriminadoras del discurso supremacista de la ultraderecha y su
disposición a la violencia, hay legitimidad en recurrir igualmente a la
violencia. Esto no es decir que efectivamente, como insinuó el torpe Trump, los
manifestantes en Charlottesville fueron también violentos con la marcha
supremacista, sino que en un futuro no se debe descartar emplear la fuerza
bruta para hacerse sentir (destacando, por alguna razón, lo ocurrido hace unos
meses, cuando alguien golpeó al reconocido supremacista Richard Spencer).
Peor
aún, de alguna forma, decir que no se debe golpear nazis lo hace a uno
apologista nazi. La verdad es que eso es una completa estupidez. Pero como
decirlo de esa forma tampoco es precisamente constructivo, hay que destacar con
ejemplos que el debate, el diálogo y sobre todo la interacción comprensiva
pueden en muchos casos cambiar la visión de personas que antes manifestaban
ideas discriminadoras. Para ello, aquí está la traducción de una nota en Internet
que hace agudas observaciones al respecto (si quieren consultar otro artículo
sobre este tema, aquí está una entrada de David en De Avanzada).
Gacetas de vida atea: cómo
convertirse en un simpatizante nazi
Año: 2017
Autora: Godless Mom
Nombre original: Atheist Life Hacks: How To Become A Nazi Sympathizer
Pasé
ayer en la noche escuchando a Dan Arel en el podcast de Lalo Dagach. El tema de discusión era golpear nazis, el problema
cómicamente surreal que parece tener dividida a la comunidad escéptica… todavía. Escuché después que noté que
Matt Dilahunty había sido mencionado en la conversación al igual que Stephen
Knight en el podcast Godless Spellchecker. Estaba concentrada tuit tras tuit y
encontraba difícil filtrar el evidente sarcasmo y conectar las ideas que Dan
estaba presentando, así que pensé en buscar una mejor fuente. Necesitaba dejar
de oír al tipo, porque nada de lo que estaba diciendo en Twitter tenía algún
sentido.
Debe
decirse que Dan Arel es un hombre al que he admirado por un largo tiempo, cuyos
libros son adiciones invaluables a la conversación atea y quien, estoy segura,
ha introducido pensamiento lógico en las mentes de muchos. Cuando lancé la
campaña para ayudar a liberar a Mubarak y mi sitio web colapsó con demasiado
tráfico, él fue el primero en contactarme para ofrecerme ayuda. Es apasionado,
comprometido y trabajador y siempre he sido una admiradora desde que me crucé
por primera vez con él en Twitter.
Supongo
que es por eso que es tan decepcionante. Estoy muy feliz de verlo mantener una
opinión diferente a la mía en este tema, esta no es la parte que encuentro
decepcionante. La parte que encuentro decepcionante es que, parecería,
cualquiera que se le enfrente con mucha fuerza con opiniones opuestas está
siendo etiquetado, por Dan, como un simpatizante nazi o “participando en
directa apología nazi”. Incluyendo, ahora, Matt Dillahunty. Matt Dillahunty y
la apología al nazismo son dos cosas que nunca habría pensado ver juntas.
Jamás.
Así
que escuché el podcast de Lalo y a los diez minutos me preguntaba en qué carajo
me había metido. Tenía muchos problemas con casi todo lo que Dan dijo, pero un
problema que resaltó fue cuando aclaró que los nazis a los que animaba a
golpear eran nazis que claramente pedían genocidio y tenían una plataforma e
influencia para llevar sus mensaje entre la gente. No golpeamos nazis sin
plataforma, le aseguró a Lalo. No golpeamos a supremacistas blancos que no
abogan por la limpieza étnica. Sólo le pegamos a nazis como Richard Spencer.
Sólo golpeamos nazis populares.
Naturalmente,
tuve que preguntarme por qué. ¿Qué fin se logra con esto? Dan ofreció que los
nazis que son golpeados serán más cuidadosos al hablar en público. La cosa es
que Richard Spencer, en su mundo post-puñetazo, no parece haberse detenido para
nada. Claro, salió y dijo que se siente menos seguro hablando en público, ¿pero
realmente nos creemos eso cuando ha lanzado un tour universitario de los
Estados Unidos y ha estado en los encabezados más ahora que antes? No creo que
el golpe haya logrado, ni lograra jamás, lo que Dan sugiere.
Creo
que Dan está confundiendo su inflada satisfacción ante la idea de Spencer con
la quijada rota con disuasión efectiva. La violencia nunca ha sido un efectivo
disuasorio. Es por eso que los niños que son golpeados no mejoran su
comportamiento; es por eso que entrenamos cachorritos con refuerzo positivo; es
por eso que los estados con pena de muerte tienen mayores tasas de homicidio.
Estamos en el 2017 y ya sabemos, ahora, que la violencia no es disuasoria.
Lo
extraño es, Dan sabe esto, también. Escribió una pieza
una vez –una que me animó mientras la leía- sobre el porqué Estados Unidos
necesita abolir la pena de muerte, en la cual él mismo escribió,
“La pena de muerte claramente no funciona.”
Estoy
de acuerdo de todo corazón, Dan. La pena de muerte no funciona, porque la
violencia no funciona. No funciona para los niños. No funciona para tu
schnauzer bebé y seguro como el carajo que no funciona para hombres como
Richard Spencer, actualmente disfrutando el resplandor crepuscular de la publicidad
post-puñetazo.
El
asunto tras pensar lógicamente y apoyarse enormemente en la razón para informar
mis opiniones, es que hay muchas cosas que sé que son verdad porque pueden
demostrarse como tales. Uno de tales asuntos es que incluso el intolerante más
desahuciado y detestable puede cambiar su mente. Sabemos que esto es verdad,
porque podemos demostrar que ocurre repetidamente.
Tomen
como ejemplo a Christian Picciolini, quien era el líder de una notable pandilla
skinhead estadounidense a los 16, recorrió el mundo con una banda supremacista
blanca llamada The Final Solution y cuyo plan y almacenamiento de armas fue
tomado tan seriamente, que fue invitado a formar una alianza con Muammar
Gaddafi con ese fin. No se equivoquen, este hombre buscaba limpieza étnica.
Como dijo en sus propias palabras,
“Odiaba a los negros, los judíos, los
hispanos, los gays, los musulmanes, cualquiera que no fuera ‘blanco’ con casi
cada gramo de mi ser… gente a la que animé a aniquilar… [gente] que me había
propuesto borrar de la faz de la Tierra.”
Aquí
está un hombre que subió hasta la prominencia en el movimiento supremacista
blanco; un hombre que tenía una plataforma e influencia; un hombre que abogaba
por el genocidio de toda la gente no blanca en Estados Unidos y a lo largo del
globo. Era, sin ahorrarse palabras, un completo monstruo.
Hoy,
sin embargo, Christian Picciolini dirige la organización sin ánimo de lucro
llamada Life After Hate. Él dice,
“En 1996, decidí dejar el movimiento violento
que ayudé a crear porque ya no podía reconciliar mi ideología y pensamientos
detestables con la empatía que empecé a sentir y la compasión que empecé a
recibir de quienes menos lo merecía –aquellos a los que previamente odiaba.”
Él
es ahora un vocal opositor del movimiento supremacista blanco y neonazi, con
una plataforma incluso mayor a la que jamás tuvo antes. En su AMA
en Reddit, respondió varias preguntas de actuales skinheads neonazis pidiéndole
consejos en cómo alejarse del odioso estilo de vida. No sólo se pronuncia en
contra de los grupos a los que alguna vez perteneció y el odio que alguna vez
compartió, sino que ayuda activamente a otros a abandonarlo también.
Incluso
los monstruos más detestables con plataformas e influencia significativas que
ruegan por una limpieza étnica real y actúan hacia ese fin formando alianzas y
colectando armas pueden cambiar sus ideas. Lo que es más, pueden convertirse en
una voz poderosa afectando el cambio real contra estos movimientos de odio una
vez que han liberado sus mentes.
Demostrable.
Evidenciado. Probado.
Consideren,
también, al ex líder supremacista blanco Arno Michaelis. Como Picciolini,
Michaelis se convirtió en un líder en el movimiento supremacista a temprana
edad. Expresaba su ideología de odio a través de actos reales de violencia. Él
dice,
“La violencia de cualquier tipo, sin importar
cómo pueda ser racionalizada, es el pan del odio. Ponemos mostaza sobre esta
mierda y nos la engullimos alegremente y pedimos más.”
Sin
embargo, también como Picciolini, Michaelis eventualmente dejó el movimiento
citando la abrumadora compasión que nunca dejó de recibir por parte de aquellos
a quienes profesaba odiar,
“Mi vida cambió porque la gente demostró el
valor y la paz interior necesarios para desafiar mi hostilidad en vez de
reflejarla. Ellos no estaban sujetos a mis acciones, como la persona que golpeó
a Spencer estaba sujeta a las suyas. Personas a las que clamaba odiar –un jefe
judío, una supervisora lesbiana, compañeros de trabajo negros y latinos-
rehusaron rebajarse a mi nivel, escogiendo en su lugar moldear la forma en que
los seres humanos deberíamos tratarnos unos a otros.”
Ahora,
como Picciolini, trabaja con Life After Hate y un puñado de otras
organizaciones sin ánimo de lucro que toman la vanguardia contra la propagación
de la supremacía blanca y odio de cualquier tipo.
Otro
hombre que podría haber sido descrito alguna vez como un monstruo, que también
tenía una plataforma y de hecho se involucraba en violencia contra aquellos que
despreciaba, cambió de ideas tan drásticamente que ahora lucha contra aquellos
con quienes una vez se identificó.
Demostrable.
Evidenciado. Probado.
Consideren
a Daniel Gallant, el ex reclutador supremacista blanco aquí en Canadá, quien
reclutó a un hombre que efectuó una detonación en Columbia Británica. Pasó un
año dedicado a meterse en un ataque diario y enfocó su violencia sobre
individuos de First Nations. Gallant ahora se pronuncia contra el neonazismo y
la supremacía blanca debido a,
“’Educación transformativa’, aceptación por
comunidades compasivas y amorosas, participación en prácticas curativas Cree
con ancianos cristianos y tradicionales a la vez, y enfocar su trabajo social
en asistir a individuos de los mismos grupos que señalaba en el pasado.”
Tomen
a Shannon Martinez, que dejó atrás la supremacía blanca y ahora trabaja contra
ella en Life After Hate. ¿Qué hay de Derek Black, nieto de David Duke, quien
estaba ascendiendo públicamente a través de los rangos del nacionalismo blanco
cuando las cenas shabbat semanales
con diversos estudiantes en la universidad lo sacaron lentamente de la
oscuridad del odio? ¿Qué tal Angela King, Tony McAleer y Brydon Widner? ¿Qué
hay de Frank Meeink, Maxime Fiset y Felix Benneckenstein?
Todos
estos hombres y mujeres, una vez neonazis y supremacistas blancos repudiables
con plataformas y reconocidas comisiones o llamados a la violencia etnias que
despreciaban; todos ellos cambiaron su mente a través de la compasión, la
lógica, la razón y la empatía.
Gracias
al extraño nichito en el que me he anidado en los tubos internos, conozco a
mucha gente por Internet. Muchos de ellos han confesado que alguna vez fueron
cristianos fundamentalistas homofóbicos. Algunos me han revelado que una vez
creyeron, con todo su corazón, que los apóstatas eran malvados y merecían la
tortura eterna. Unos pocos han discutido conmigo el hecho de que solían apoyar
la idea de que los judíos debían ser borrados de la faz de la Tierra. Un
hombre, en particular, me dijo en confianza que solía ser un racista, xenófobo,
homofóbico y violento supremacista blanco amante de Jesús. Todas y cada una de
estas personas con las que he tenido la fortuna de cruzar caminos han cambiado
sus mentes. Diría que más de la mitad de mis seguidores en Twitter han cambiado
sus opiniones; ideas horribles que resultaban en daño real a personas reales
que eran expulsadas de su visión del mundo.
La
cosa es, que ni una sola de las muchas miles de personas con las que me he
conectado que mantenían visiones diferentes me ha dicho jamás,
“Sí,
cambié mi mente porque alguien me pegó.”
Todos
y cada uno de ellos cambió sus ideas con diferentes mezclas de razón, lógica,
verdad, compasión y empatía.
Está
más allá de duda alguna que las mentes pueden ser cambiadas. Hasta los más
terroríficos entre nosotros pueden cambiar sus vidas y dedicar sus días a
compensar por cada segundo de dolor que han causado. Sabemos que sin importar
cuán odioso sea alguien ahora, es demostrablemente cierto que puede cambiar su
mente. Los ex extremistas de los que hemos hablado en este post son evidencia
demostrable, que vive y respira, de que el odio no es una cosa eterna. Puede
ser derrotado y ha sido derrotado, repetidamente, una y otra vez, con la
exposición no violenta a nuevas ideas.
Así
que hay dos cosas que sabemos: la violencia no actúa como disuasorio, y las
mentes pueden ser cambiadas con exposición a nuevas ideas.
Dadas
estas verdades, si estás ahí de pie en la calle enfrentando a un neonazi
influyente y bien apoyado que abogue vocalmente por el genocidio y escogiste
golpearlo, sólo puede ser porque careces del armamento mental para abrir su
mente. Si escoges la violencia ineficaz por encima de una conversación de mente
abierta, sólo puede ser porque la habilidad de enfrentar el odio con lógica,
razón y compasión (las cuales sabemos, por demostración, que son efectivas) te
evade por completo.
Es
eso, o que en realidad no te importa lo que es efectivo para reducir el número
de nazis, y sólo estás lanzando tu puño por ahí para satisfacer tu ansia de
violencia.
Digo,
lo entiendo. Se siente bien pensar en golpear a alguien directo en la mandíbula
mientras divagan sobre cosas atroces –yo misma encuentro difícil escuchar a
alguien hablarme sobre lo “bueno” que ha hecho la Iglesia Católica y cuando lo
hago, frecuentemente lo acompaño con un puño cerrado y tensando los músculos de
los brazos. Oh, calar a ese apologista de la pederastia justo en la sien… ¿no
se sentiría tan bien? Hay, sin embargo, una vasta diferencia entre dejar correr
la fantasía en tu mente y traducirla a la acción. A veces, lo que imaginamos
que se sentiría bien, no es lo correcto. No es la acción más efectiva a tomar.
A veces, tienes que calmar tu sed de violencia para satisfacer la rabia y ver
la situación desde el contexto de los hechos. Un puñetazo no detendrá el
genocidio. Un puñetazo no cambiará tu mente. Un puñetazo sólo servirá para
hacerte sentir santurrón. Si escogiste el golpe, estás ignorando
voluntariamente lo que puede y ha sido demostrado ser una forma efectiva de
encoger los números nazis, a favor de tu furiosa erección de venganza.
Tu
manera mantendrá igual la población de nazis, pero con unos pocos raspones más.
Mi manera reduce el número de nazis. Eres capaz de ambas, y escogiste la opción
que mantiene el status quo.
Casi
parece comprensivo para su causa, para mí… evitar, voluntariamente, eso que
sabes causará que menos personas sean nazis. Dicho esto, si estuviera tan
inclinada, podría llamar a aquellos
que abogan por golpear nazis simpatizantes nazis. ¿Pero saben qué? No lo haré,
porque no tengo evidencia de que sea verdad. Probablemente no te gusta el
nazismo igual que a mí no me gusta el nazismo. Puedo entender tu deseo de
golpear a traición a un matón odioso, pero ni tú golpeando, ni yo refrenándome
de golpear y optando por un enfoque demostrablemente más efectivo nos hace a
ambos simpatizantes nazis. De hecho, parecería que los dos, con diferentes
opiniones de cómo lidiar con nazis, estamos del mismo maldito lado.
Así
que por favor, discrepa conmigo. Por favor, dime cuánto quieres golpear a ese
jodido nazi en la coronilla. No puedo prometer que no me reiré con la idea, así
que adelante y quéjate de tu gancho de izquierda destructor de nazis.
Pero
no me digas que simplemente porque me rehúso a hacer lo mismo y no creo que sea
efectivo, simpatizo con el odio que ellos vomitan. No digas que cualquier otro
que esté en desacuerdo con tu diplomacia sándwich de nudillos está “participando
en directa apología nazi”.
Eso
es pura deshonestidad y no hay uno solo de nosotros leyendo esto que no lo
sepa.
A propósito encontré esto de Miguel Civeira, alias Ego, en el que se habla de golpear nazis, no se que pienses al respecto https://www.facebook.com/MaikEgosumQuisum/photos/a.480736032004529.1073741830.166462546765214/1249826791762112/?type=3&theater
ResponderEliminarLa verdad no sé ni qué opinar. Entiendo de hecho el comentario político dentro de ese cómic, porque eran muchos los que en esa época no veían a Hitler como una amenaza, y que era necesario enfrentarse a su violencia directa contra las minorías. Aunque no veo cómo eso justifica realmente golpear a los nazis de hoy.
EliminarPor otro lado, Ego fue, de hecho, quien publicó primero la nota que estoy traduciendo en esta entrada, así que al menos sabe que hay extremos a los que no se pueden llegar, y son esos de equiparar a los que se oponen a enfrentar a los fascistas de forma violenta con los mismos fascistas.