Wonder Woman y Blackadder: no hay guerra noble
Advertencia:
esta entrada contiene spoilers sobre La Mujer Maravilla, además de Blackadder
Goes Forth. Si aún no ha visto la película o la serie, y desea darle una
oportunidad a una u otra, siga leyendo bajo su propio riesgo.
La semana pasada fui a
ver La Mujer Maravilla, la última
película de Universo Cinematográfico de DC, y es sin dudas la mejor hasta
ahora. Claro, superar a Batman vs.
Superman y Escuadrón Suicida no
es algo difícil, pero la cinta de Patty Jenkins tiene suficiente fuerza por sí
misma para superar incluso a gran parte de las películas del Universo Marvel.
No es, como aseguran algunos medios, la primera cinta o trabajo audiovisual que
presenta una protagonista notable, pero sí es una de las pocas que puede llegar
libremente a todas las edades, y esto permite que sea un modelo de rol femenino
importante para generaciones futuras.
Luego de esa introducción
tan cursi e intelectualoide, paso a lo importante. Uno de los cambios más
notables de La Mujer Maravilla con
respecto a la historia del cómic es que la película se ambienta hacia el final
de la Primera Guerra Mundial, en lugar de la Segunda. Si bien esto
probablemente se hizo para evitar la comparación con Capitán América: el primer Vengador, permite de hecho entregar un
mensaje mucho más directo sobre la realidad y los horrores de un conflicto
bélico, especialmente uno de escala global, y la naturaleza misma de la
humanidad. En esto radica principalmente su ventaja sobre la introducción de Steve
Rogers, y tal como afirma Ego en
su excelente reseña sobre la película, demuestra que las
películas de DC tratan de ser más profundas en sus temas, aunque algunas se
hayan perdido en terribles narrativas y guiones confusos.
Después del cine, no pude
evitar pensar en la visión sobre la Gran Guerra -la cual ingenuamente, como nos
recuerdan en la película, era llamada también “la guerra que acabaría con todas
las guerras”- sin recordar una serie cómica que representó muy bien, a su
manera, la futilidad y desespero de la misma: Blackadder Goes Forth, la cuarta temporada de la popular serie
británica Blackadder (La víbora negra), protagonizada por
Rowan Atkinson (el famoso Mr. Bean) y Tony Robinson, y con la compañía también
de Hugh Laurie (sí, el doctor House).
Ahora
saben de dónde surgió este momento.
Tanto La Mujer Maravilla como Blackadder se encargan de romper
amargamente la visión bucólica que personajes en ambos trabajos mantienen sobre
la guerra y el combate, y demostrar que, en última instancia, nunca hay tal
cosa como una guerra buena o noble, especialmente en una tan sangrienta e
impactante como la Primera Guerra Mundial. Exploremos esto con más detalle.
Antes, por supuesto, también recomiendo la
serie de entradas de Ego sobre las causas y consecuencias de este conflicto
masivo que se dio entre 1914 y 1918.
La Mujer Maravilla
empieza mostrándonos la infancia y adolescencia de Diana (Gal Gadot) en
Temiscira, la isla de las Amazonas, al igual que el origen de estas y su
relación con los dioses. Diana, hija de la reina Hipólita (Connie Nielsen),
crece en medio de mitos e historias de grandes héroes. Su tía Antíope (Robin
Wright) es además general del ejército de las Amazonas, y una heroína de otros
tiempos, que se encarga de entrenar en secreto a su sobrina para el posible
regreso de Ares, dios de la guerra, quien fue desterrado del Olimpo tras
masacrar a los demás dioses. A pesar de las protestas de su madre, Diana se
prepara como guerrera, lista para proteger a la humanidad cuando lleguen
tiempos sombríos.
Cuando la oportunidad se
presenta, a través del piloto Steve Trevor (Chris Pine) y su accidente en
Temiscira, seguido de una pequeña invasión alemana, Diana no duda en acompañarlo
en su misión, pues está segura que detrás de la Gran Guerra y la masacre entre
los países del mundo del hombre se encuentra la influencia de Ares, y el
destruirlo pondrá fin al conflicto que el general Ludendorff (Danny Huston) y
su asistente, la Doctora Veneno (Elena Anaya), pretenden continuar. Aun cuando
Hipólita y Steve tratan de hacerle ver la simplicidad de su visión del mundo,
Diana se empecina en asistir a los hombres.
El idealismo e ingenuidad
de Diana sufren un rudo impacto cuando se encuentra con las secuelas de la
guerra: viejos y jóvenes mutilados, con ojos perdidos en la nada; pueblos
secuestrados; trincheras inútiles donde muchos soldados han pasado años sin ver
más que lodo y muerte. Incluso el equipo que Steve reúne le muestra las muchas
caras nada agradables del mundo de los hombres: un marroquí francés
discriminado por su color de piel, un veterano de guerra afectado por el shell
shock (una forma de estrés postraumático común entre soldados de la Primera
Guerra), con pesadillas de la barbarie, un nativo americano que recuerda cómo
su pueblo fue masacrado por el mismo pueblo de Steve. Y aunque su espíritu y
determinación chocan muchas veces contra la realidad del conflicto, las
tragedias de sus compañeros y el cinismo de Steve, él mismo hastiado de los
horrores de la guerra, Diana aún cree que puede detener la guerra cuando
encuentre a Ares.
La inexperiencia
de Diana llega a tal punto en que, tras un ataque con gas a una aldea que
acababa de salvar, es incapaz de procesar que los humanos sean capaces de tomar
tales decisiones crueles contra los suyos, e incluso cree que Steve está
igualmente cegado por la influencia de Ares. Su triste despertar llega cuando,
tras asesinar al que ella cree es la encarnación del dios de la guerra, se da
cuenta que los alemanes aún conspiran para masacrar inocentes: la guerra no ha
terminado. A través de las palabras de Steve y el mismo Ares, que se revela a
sí mismo hacia el final de la película, la hija de Hipólita comprende por fin
las palabras de su madre, y que los seres humanos son capaces de infligir dolor
y miseria por su propio albedrío, aunque también de nobleza y altruismo.
Si bien, tal como resalta
Ego, el mensaje pierde un poco de su fuerza tras el combate entre Diana y Ares,
esto termina siendo quizás algo más simbólico, teniendo en cuenta que el
armisticio se firmaba en ese momento. Y por otro lado, aunque Ares se justifica
en cómo bastaron unos cuantos susurros a las personas adecuadas para poner en
juego el final de la guerra, eso hace pensar si su influencia habría sido
suficiente con sujetos como Steve. Y por supuesto, la victoria es agridulce,
pues Diana, decepcionada por las experiencias vividas y el cinismo y
complejidad moral del mundo de los hombres, se aísla de ellos y de su propio
pueblo por casi un siglo, hasta que la batalla en Metrópolis le recuerda el
altruismo, la determinación y el valor que conoció en su primer viaje. A pesar
de la brutalidad de la guerra y el conflicto, siempre pueden encontrarse
verdaderos héroes en ella.
Blackadder
es
una visión más cómica, pero irónicamente es, hasta cierto punto, menos
optimista que La Mujer Maravilla.
Para ponerlos en contexto sobre la serie, es una comedia histórica que sigue
las aventuras y desventuras de los Blackadder, una familia presente en
diferentes períodos de la historia británica, donde siempre nos encontramos con
un Edmund Blackadder (Atkinson) acompañado por su sirviente, Baldrick
(Robinson). A través de los siglos, cada descendiente de Blackadder es más
astuto e inteligente que el anterior, aunque igualmente desciende en la escala
social, mientras que Baldrick se hace más estúpido y sucio (aunque el Baldrick
de la Regencia es más estúpido que el de la cuarta serie), y cada uno de ellos
trata de obtener poder y prestigio.
En la cuarta serie, Blackadder Goes Forth, el protagonista
es el capitán E. Blackadder, un oficial británico en el Frente Occidental
durante la Primera Guerra Mundial, acompañado en las trincheras por su
sirviente Baldrick y el estúpido teniente George (Laurie), mientras recibe
órdenes del incompetente general Melchett (Stephen Fry) y su asistente y rival
de Blackadder, el capitán Darling (Tim McInnerny). Sin embargo, a diferencia de
sus antepasados, este Blackadder, más melancólico e introspectivo que ellos, no
busca una mejor posición social. El capitán sabe que están luchando una guerra
sin sentido contra los alemanes, y que él y sus hombres estarán muertos en
cuanto los imbéciles generales al mando los hagan marchar a la tierra de nadie,
así que su objetivo es simplemente escapar de su seguro destino.
Goes
Forth es una serie más satírica y crítica que las
anteriores Blackadder. A través de sus seis episodios, las diferentes
situaciones cómicas y los comentarios sarcásticos de sus protagonistas, presenta
un duro cuadro de la naturaleza de la guerra, las experiencias de los soldados,
las leyes de guerra de la época, la indiferencia de los altos mandos ante el
sufrimiento de sus hombres y, en general, el concepto de “leones-comandados
por asnos” que para muchos define al ejército británico de la época. Es una
comedia brillante que al mismo tiempo representa una parte sensible y dolorosa de
la historia.
Una
escena que resume la visión de la serie: “Con
50 mil hombres muertos a la semana, ¿quién va a extrañar una paloma?”
Aunque la serie es
criticada a veces por simplificar este período histórico, su episodio final,
Goodbyeee, presenta sin duda una escena realista y conmovedora de la guerra. En
este, Blackadder y su escuadrón reciben finalmente la orden de marchar sobre
las trincheras al amanecer, y el capitán decide fingirse loco para evitar ser
enviado a combate. Sin embargo, el plan se va pronto al traste. Al mismo
tiempo, Darling es enviado a las trincheras por Melchett para tener el “honor”
de estar en el combate, y a pesar de sus súplicas, no puede hacer nada para
cambiar la decisión del general. Pronto, durante los relatos de sus
experiencias, Blackadder, George y Baldrick se dan cuenta de lo que han perdido
durante la guerra. George, en particular, se da cuenta que es el último con
vida de un club de amigos que entraron a la guerra (hecho histórica y
tristemente real). El ambiente llega a tal punto que
Baldrick, el tonto, pregunta de forma sincera por el final de la guerra, y ni
Blackadder ni George son capaces de responder de forma contundente.
“¿Por
qué no podemos parar, señor? ¿Por qué no podemos decir: ‘No más muertos;
vámonos todos.’? ¿Por qué sería estúpido simplemente empacar? ¿Por qué?”
La melancolía del
episodio aumenta cuando Darling llega a la trinchera, pues aunque él y
Blackadder han sido rivales durante la serie, ambos se tratan con respeto,
conscientes de que están a pocas horas de una muerte segura. Y es George, quien
durante toda la serie había mantenido una actitud optimista e ingenua sobre la
guerra, el primero en admitir de forma seria, y aun sonriendo mientras lo hace: “Tengo miedo señor []. No quiero morir. No me apetece mucho morirme”.
Al final de la serie, justo antes de marchar hasta la tierra de nadie, Baldrick
tiene un último “plan astuto” (una frase recurrente del personaje durante la
serie), pero no hay tiempo de oírlo, así que Blackadder acepta sin rencor ni
miedo su destino, y desea sinceramente buena suerte a sus compañeros. La escena
final de batalla se desvanece en un campo de amapolas (símbolo de los soldados
caídos), implicando que los cuatro personajes mueren durante la guerra.
Ambos trabajos
audiovisuales muestran una visión dura y triste de la misma época historia, y
aunque ambos toman rutas distintas para hacerlo (La Mujer Maravilla a través del drama y la acción fantástica, Blackadder a través de la sátira y la
comedia negra), los dos presentan al final un cuadro realista. La guerra no es
un momento heroico ni glorioso, y debe evitarse a toda costa. Es posible
encontrar personas excepcionales durante momentos tan críticos, pero nunca debe
olvidarse que, al final, es una situación desgarradora a la que ninguno debería
verse sometido.
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