¿Por qué juzgar con sexismo la violación?

Acercarme nuevamente a este tema no es precisamente fácil, pues es uno de los que levanta ampolla más fácilmente. Ya antes comenté un poco sobre la violación, y expuse algunos mitos que los justicieros sociales (SJW, para los “amigos”) mantienen sobre este delito. Hoy intentaré llegar a un punto más complicado que este, porque se trata de abuso sexual a menores de edad, y debo decir que, por rudo que suene, cuando las abusadoras son mujeres, la ley tiende mucho a estar de su parte.

Dos casos hace algunos días, ambos en Reino Unido. El primero involucra a una maestra, Caroline Berriman, de 30 años, quien tuvo relaciones sexuales continuas con un estudiante de 15 -la edad legal de consentimiento en ese país es 16-. Mantuvo presionado al joven para que no lo dejara, apelando a excusas sentimentales, hasta que el estudiante decidió contarle a su madre lo que estaba pasando. El segundo caso fue de una niñera, Jade Hatt, de 21 años (20 en ese entonces), la cual tuvo relaciones sexuales con un chico de apenas 11 años. Lo ocurrido se descubrió cuando el padre descubrió una mordedura en el cuello del niño y vio los mensajes de texto de la niñera.

Jade Hatt

Uno esperaría que ambas mujeres recibieran una sentencia severa, pues se trata básicamente de relaciones sexuales legalmente no consentidas con menores de edad, y eso tiene un nombre: pederastia. Sucede que nada de esto ocurrió. En el caso de Caroline Berriman, la maestra sólo fue suspendida de la escuela en la cual laboraba, y debe cumplir con 250 horas de servicio comunitario sin paga alguna. No hubo siquiera referencia a un tiempo en cárcel, o incluso en prisión domiciliaria, pese a que su víctima confesó que quedó muy afectado psicológicamente por el incidente.

En el segundo caso la cosa fue más inaudita. El padre del niño dijo que su hijo estaba “loco por el sexo”, y que podía contar esto como una “marca en su cinturón”. El juez, por su parte, determinó que Hatt era bastante inmadura para su edad, mientras que el chico era bastante maduro, por lo cual se “reducía la diferencia aritmética” entre las edades de ambos. Eso sí, Hatt debe registrarse como delincuente sexual por unos siete años, y no puede comunicarse sin supervisión con chicos jóvenes por dos años. Por fortuna, la madre del chico (obviamente distanciada del padre) ha señalado los absurdos del juicio, y se decidió que un fiscal general revise la sentencia.

Momento de reflexión. Hagamos un corto juego, y cambiemos de sexo a las víctimas y las abusadoras. Si las primeras hubieran sido mujeres, y las segundas hombres, les aseguro que habrían sido castigados con mucho más rigor que lo que acaban de leer, ¿no es así? Seguramente lo merecerían, y no creo que nadie quiera discutirlo. ¿Por qué, entonces, estas dos mujeres fueron juzgadas de forma tan laxa? Simple: son mujeres, y sus víctimas hombres.

Antes de ampliar eso, quiero señalar que, aunque parecería que estos son casos muy excepcionales, la verdad es que son, de hecho, frecuentes dentro del pequeño pero existente porcentaje de violadoras de sexo femenino. Sólo revisando esta lista de 10 maestras que tuvieron relaciones sexuales con estudiantes menores de edad, se puede comprobar que varias tuvieron sentencias más bien leves, comparado con lo que podrían haber enfrentado de tener un pene entre sus piernas.

El hecho de que Caroline Berriman y Jade Hatt hayan salido relativamente indemnes de sus delitos por ser mujeres, y que sus víctimas sean hombres, es, tristemente, el mero reflejo del machismo que aún impera en muchas sociedades. Comprender estas sentencias no es difícil. Veámoslo desde esa visión torpe: las mujeres son dulces, delicadas, comprensivas. A nadie se le ocurriría que tuvieran que forzar a un hombre a tener relaciones sexuales con ellas, sencillamente porque para eso existen -y es claro que ambas forzaron a las víctimas a tener sexo; Berriman de forma emocional, y Hatt de forma física-. Por otro lado, los hombres son rudos, son machos, especialmente cuando tienen sexo. ¿Por qué deberían negarse a experimentarlo con una mujer mayor a temprana edad? Recordemos que en algunos países no es raro que algunos padres lleven a iniciar sexualmente a sus hijos con prostitutas -de hecho, un amigo que tuve en el colegio fue uno de esos “iniciados”-; podemos verlo en las estúpidas declaraciones del padre del chico en el caso Hatt. Juntemos toda esa filosofía, y cualquiera opinaría sobre estos casos de la siguiente forma: “Deje de quejarse; antes agradezca que una mujer tuvo sexo con usted sin que hiciera esfuerzo. ¡Ya es todo un varón!”.

Toda esta disonancia cognitiva ignora un hecho simple: es muy difícil creer que, por ejemplo, un chico de 11 años tenga suficiente madurez emocional para otorgar su consentimiento voluntario a una relación sexual con una mujer mayor, por mucho que aparentara 15. Y aun cuando quizás la víctima de Berriman pudiera haber dado en un principio su consentimiento, y que con 15 años quizás ya es lo bastante mayor para hacerlo, la ley británica es clara, y legalmente no está dispuesto para otorgarlo, por lo cual no cambia el hecho de que, si él hubiera sido una chica, y su agresor un hombre, la sentencia habría sido diametralmente diferente.

Tampoco ayuda que la misma sociedad y los medios no le den la importancia necesaria a este tipo de casos. Cuando no se ve desde la perspectiva machista, se suele tomar como un asunto de risa, o incluso de forma erótica. Pero no lo es. No lo verían de igual forma si hubieran sido niñas, a menos que fueran bastante enfermos.

¿Qué es lo que trato de decir con todo esto? Sencillo. El género sexual no nos dice nada sobre las cualidades morales o tendencias criminales de una persona. Las mujeres no están exentas de cometer delitos sexuales, y los hombres no están lejos de ser víctimas. Debemos hacer lo posible por eliminar de los juzgados ese doble rasero que actualmente existe con estos casos, pues eliminar cualquier viso de machismo en nuestra sociedad es un gran avance que necesitamos para desarrollar un verdadero sentido de justicia.

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