Por qué no firmaré las peticiones de Change
La
Copa del Mundo Brasil 2014 ha dado mucho de qué hablar en lo que lleva.
Argumentos flojos para sus detractores, un mal desempeño de varios de los
grandes equipos (incluyendo a los anfitriones), pésimo arbitraje… y montones de
ojos inquisidores puestos sobre cualquier clase de insulto xenofóbico que salga
dentro o fuera de las tribunas.
Por
supuesto, los colombianos no somos la excepción, y dos pésimas bromas atrajeron
la ira del país. La primera provino de la actriz holandesa Nicolette Van Dam,
curiosamente embajadora de la UNICEF, que publicó en su cuenta de Twitter un
fotomontaje burdo con jugadores colombianos aspirando el spray que usan los
árbitros para marcar barrera, lo que llamó “el pase colombiano”. La segunda fue
una serie de chistes negros de dos comediantes de radio australianos acerca del
país, de René Higuita y de la muerte de Andrés Escobar. De inmediato, la página
Change.org envió dos peticiones para exigir la expulsión de Van Dam de su cargo
en UNICEF (la actriz tuvo la dignidad de renunciar, y ahora recibe amenazas de
muerte), y una disculpa de parte de los comediantes por racismo y xenofobia.
Peticiones
fuertes. Nuevamente, sin condonar ni culpar, diré que no me interesa firmar
ninguna de ellas. ¿Por qué?
En
general, no firmaré las peticiones porque, a mi parecer, reflejan que hay una
terrible falta de comprensión en Colombia acerca de qué es actuar de forma racista o xenófoba. Dejando de lado el tema
de la libertad de expresión, que debería bastar, el germen de la corrección
política, del victimismo patético, ha conducido a la gente a creer que
cualquier forma de humor que haga una visión negativa o simplemente
estereotipada de una nación está siendo racista y discriminativo. Esto sólo
muestra la inmadurez de una sociedad. Hay una diferencia abismal entre un
comediante que hace un chiste negro y una persona que maltrata a otra, que le
niega un trabajo o un servicio cualquiera, por causa del color de su piel, su
orientación sexual, su fe o su nación de origen. El primer caso no es racismo, en ninguna forma en que
pueda expresarse; mientras que el segundo, a todas luces, sí. Y ya que la imagen publicada por Van Dam y los comentarios de
los dos australianos caen dentro del humor negro (estereotipado y de mal gusto,
claro, pero a todas luces humor), no es algo que se pueda llamar racista o
xenófobo.
Centrándome
en cada caso por separado, considero que la actriz holandesa, en su calidad de
embajadora de buena voluntad de la UNICEF, no debió haber publicado una imagen
de esa naturaleza. Su cargo y posición exige cierto carácter y buena imagen, y
un chiste pesado sobre la droga no era apropiado para quien debía dar un
ejemplo de respeto, cordialidad y, precisamente, de buena voluntad. Hizo lo
correcto al renunciar a su cargo, y repudio las amenazas de muerte que está
recibiendo. Sin embargo, a pesar de lo que yo pueda pensar, no me interesaba
firmar la petición de Change porque, simplemente, era previsible que UNICEF no fuera
a quedarse de brazos cruzados y, si Van Dam no renunciaba, con toda seguridad
la habrían expulsado, con o sin petición. Y con todo eso, a mí no me indignó
mucho la imagen. A mí no me consta que Falcao o James sean adictos, así que sé
que no es una imagen real. ¿Por qué voy a fastidiarme?
En
el segundo caso, poco tengo que añadir. Como dije, fue un número de humor
negro, que no a todos les cae bien, pero no es nada para acusar a alguien de
racismo. Y en otro giro de la situación, y aunque no quiero utilizar la excusa
de la autoridad moral, es un poco descarado que en Colombia se proteste por
estereotipos, cuando aquí somos maestros en ello. Que los chilenos no saben
hablar; que los estadounidenses son todos obesos, de mal comer, imperialistas y
ladrones; que todos los europeos no se bañan… Y si le parece que estos son
estereotipos internacionales, verá que con el regionalismo que nos tiene
podridos hay más que suficiente: los costeños son vagos, perezosos y violadores
de burros; los cachacos son gente sosa, que sólo llega a la Costa a quedarse
con las tiendas y a robarles trabajo a los costeños; los santandereanos son
pendencieros; los paisas son avivatos estafadores; los pastusos son gente boba
y manipulable. ¿Y así tienen la cara dura de quejarse?
Todas
estas son manifestaciones de humor. Hay diferentes formas de humor, y el humor
negro es una de ellas. No es apto para todos, pero la forma más fácil de evitar
que algo te ofenda es no verlo ni escucharlo. En muchos otros países hay
comediantes que hacen chistes crueles de cualquier grupo social: judíos,
negros, latinos, musulmanes, cristianos, gente de diferentes regiones del mismo
país. Se hacen chistes sobre la muerte de un presidente, sobre la crisis económica,
sobre la guerra. Y el público se ríe a mandíbula batiente. ¿Por qué? Porque son
sociedades en donde se hace una clara diferencia entre, por ejemplo, un chiste
acerca de Hitler en una pizzería, y un Mel Gibson, borracho, que le echa la
culpa a los judíos de todos los males del mundo. Saben marcar los límites entre
la discriminación real y el humor pesado. A ver si nosotros aprendemos a hacer
lo mismo.
Por
eso, no voy a firmar ninguna de las peticiones de Change.org. No me ofenden, ni
me interesan ambas situaciones. No serán las bromas más apropiadas, pero sólo
son eso: bromas.
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