“Es culpa tuya”
El ser humano es una
criatura de sueños, de metas y de objetivos. Una criatura de pensamientos,
sentimientos y expresiones. Y así como hay muchos que planean metódicamente el
recorrido que deben efectuar antes de alcanzar sus metas, que piensan mucho
antes de decir aunque sea una sola palabra, igualmente hay otros que actúan de
manera impulsiva, que se arrojan a cumplir sus sueños sin medir el costo, que
hablan sin pensar. Sin embargo, entre impacientes y mesurados, hay algo en
común que los une, y es que, cuando no han logrado lo que querían, o si el
camino hacia su meta estuvo plagado de sangre, sudor y lágrimas, muchos
culparán de todo esto a los demás.
Somos expertos en echar
la culpa a los demás por nuestros fracasos, como si cada paso que diéramos
estuviera plagado de criminales que buscan hacernos caer. Buscamos responsables
de nuestro infortunio en todas partes. Aún si hemos logrado lo que nos
planteamos en la vida, siempre habrá alguien a quien señalar si el camino a la
meta estuvo lleno de escombros y vidrios rotos.
Y si no se trata de
excusarnos a nosotros o de tomar el papel de víctimas, tratamos de excusar a
personas inexcusables. Políticos, militares, criminales… todos estos suelen
tener un batallón de personas que tratarán de exonerarlos ante el mundo y ante
la Historia. “Mao nunca cometió esos
crímenes, fue el gabinete que lo acompañaba”. “Ese hombre es un ladrón, pero es pobre y tiene que alimentar a su
familia”. “No podemos juzgar a los
iraníes, porque su cultura es diferente a la nuestra”. Todas expresiones
patéticas con las que intentamos cubrir a nuestros ídolos personales, a
personas que nos inspiran lástima, o porque simplemente creemos que no nos
corresponde dar una opinión.
Lo siento, pero tengo
que decir que nada de esto es verdad.
Para los primeros, debo
decir que todas esas penurias, todas las dificultades que pasan -o pasaron- por
intentar cumplir sus sueños, todo por lo que tuvieron que pasar para alcanzar
sus objetivos o estrellarse en el fracaso, son simples consecuencias de sus
decisiones. No es que hayan sido causados directamente por ellas, pero deberían
estar conscientes de que muchas de esas situaciones difíciles van de la mano
con el rumbo que decidieron darle a la vida. Estudiar alejados de la familia, hacer
inversiones arriesgadas… muchas decisiones que pueden traer consecuencias
buenas o malas, pero que al final son consecuencias casi normales de tales
decisiones. Nada de esto son motivos para culpar a nadie, como no sea que hayan
tratado directamente de hacerte daño. Tus padres no tienen la culpa de que tus
estudios en otra ciudad hayan sido difíciles por causa de la gente a tu
alrededor. Tus amigos no son responsables de que hayas perdido dinero en esa
estúpida pirámide. Ellos pudieron aconsejarte de una u otra forma, pero las
decisiones finales de tus acciones son tuyas. Y por ello, el responsable de tus
triunfos o desgracias eres tú, y solamente tú mismo.
En cuanto a los
segundos, ni la raza, ni la edad, ni el sexo, ni la condición social justifican
de ninguna forma los errores o crímenes que se pueden cometer. No se necesita
ser musulmán para entender que el trato a la mujer en los países musulmanes va
en contra de los más elementales derechos humanos, y se debe protestar por
ello. Causa suya o de su gabinete, Mao es igualmente responsable por las
muertes ocurridas durante la Revolución y el Gran Salto Adelante. ¿El chofer
del bus que ardió en Fundación era pobre y fue manipulado? Sí, puede ser
cierto. ¿Que esa tragedia es evidencia de la corrupción en el sector de
transporte público? Muy cierto. ¿Que el pastor responsable de contratar los
servicios del bus perdió a su hija en la tragedia? Real. Cosas muy lamentables,
e injustas. Pero nada de eso es razón para pedir clemencia por ambas personas,
o para solicitar que aligeren su condena. Ellos también tomaron decisiones
malas que se transformaron en aquella indecible tragedia, y como tales, deben afrontar
las consecuencias.
Nuestras emociones
suelen llevarnos por caminos de ciego. Olvidamos que la vida es un entramado de
decisiones y consecuencias, que nosotros tomamos con nuestro propio criterio, y
que por ello, las victorias y derrotas en nuestra vida son algo natural a
nuestras elecciones. Y por las emociones, creemos que son siempre “los demás”
los que interfirieron con nuestra felicidad, los que nos “dejaron” tomar esas
decisiones que nos trajeron momentos difíciles. No, mil veces no. La decisión
final, ese delgado puente entre lo que ahora es y lo que podría ser, está en
tus manos, y en las de nadie más. Termino con el siguiente pensamiento:
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