Censura y prohibición, ¿la mejor solución?
Hace
unos días, las redes sociales se agitaron un poco por cuenta de una noticia en
la que Guatemala, mediante un decreto, prohibía
la radiodifusión del reggaetón, debido a su “tergiversación de la sensualidad consustancial a la mujer guatemalteca”.
A pesar de que casi al mismo tiempo la noticia fue declarada
como falsa por el mismo gobierno de ese país, dio pie para que muchos
internautas se declararan complacidos, esperando ver que ocurra algo similar en
sus propios países.
Pero
yo me pregunto: ¿es realmente noble y digno de ejemplo el acto de prohibir y/o
censurar un estilo musical? Realmente, tengo dudas.
No
se confundan: me gusta escuchar muchos géneros musicales, y el rock y el metal
son mis favoritos personales. No guardo especial gusto por el reggatón. Escuché
algunas canciones durante mis últimos años de bachillerato, pero al compararlo
con otros géneros, lo hice a un lado: no es instrumentalmente amplio ni diverso;
las melodías suelen ser muy similares y repetitivas; y, salvo honrosas
excepciones, la mayoría de las canciones apuntan a lo mismo: sexo, rumba y, en
muchas, drogas.
Claro
que esto no es exclusivo del reggaetón. El rap (como uno de sus géneros
influencia) también es muy diverso en estos temas. Otro tanto se observa en
algunas canciones de pop, y sería mentira decir que dentro del rock y el metal
no existen letras así, sin mencionar otras con temas más delicados, como la
religión. No obstante, esto es mucho más evidente en el reggaetón. Y por ello,
es más objeto de críticas por parte de la sociedad.
Teniendo
esto en cuenta, se pregunta uno: ¿la solución está en prohibir ese tipo de
música? Muchos saltan diciendo que sí. Es algo que se ve frecuentemente en la
comunidad metalera, que suele estar llena de gente con opiniones radicales en
cuanto a música. Pues bien: algo así se ha intentado hacer con el metal desde
sus inicios, bajo la consigna de ser un género que incita al satanismo, a las
drogas y los excesos. Aún hoy hay gente que pretende lograr esto.
¿Es
válido prohibir o censurar, entonces, un estilo musical por su contenido
lírico? Hay otras soluciones. Una de las razones por las que no cualquiera
puede comprar discos de metal (además de su precio) es debido a una ingeniosa
solución: una etiqueta que dice: “Advertencia
a padres: contenido explícito”. Con esto, ciertos trabajos musicales están
vetados a menores de 18 años para su venta, y si los padres deciden comprarlos
ante la presión de sus hijos, lo hacen bajo su propia responsabilidad. Otros
gozan de libertad de venta, pero llevan igualmente la etiqueta, porque,
finalmente, es la educación de los padres lo que ayuda a los hijos a comprender
el mensaje de las canciones, y a decidir acerca de ello. El hecho de que Ozzy
Osbourne o Diomedes Díaz fueran (o sean, jeje) drogadictos no implica que todo
el que escuche sus canciones lo es. Y no es porque uno hable de vicios en sus
canciones o el otro no: es simplemente la educación que recibe el oyente.
Por
supuesto, la etiqueta de advertencia de contenido también está presente en
muchos discos de reggaetón. Eso debería ser razón suficiente para dejarlos
circular. Existe el derecho a la libertad de expresión, y si bien a muchos no
nos gustan los mensajes de algunas canciones, o que alguien haga una caricatura
de Mahoma o de Cristo, la simple incomodidad ante el acto no es razón
suficiente para la prohibición.
Frecuentemente
se alude que el reggaetón es un género machista, que banaliza a la mujer y la
reduce a objeto sexual. No diré que eso es mentira, pero cuando un mensaje
vende tanto, es porque goza de ciertas bases reales. Somos animales. Buscamos
parejas de reproducción, y ante un mensaje que resalta tanto la sexualidad, es
obvio que la gente se mueva al son de él. Sin embargo, no es justificación para
estos mensajes. Los genes explican nuestro comportamiento, pero no estados
dominados por ellos. Cabe en la responsabilidad de los padres y los educadores
formar a los hijos ante el constante bombardeo sensorial de la música, para que
emitan un juicio adecuado de los mensajes que transmiten. Esto va para
cualquier género musical.
¿Y
qué hay de las emisoras de radio que transmiten reggaetón? Nuevamente, el tema
es de educación ciudadana. La recepción que tenga un mensaje dependerá de la
educación que el oyente reciba en su casa, con su familia, y en los sitios de
estudio. Nadie traga entero la información; los lavados de cerebro no existen.
Existe la diferencia de criterio basada en la educación personal y cultural. Si
la sociedad se tomara más tiempo en formar personas con un buen criterio, con
una educación moral adecuada, y una capacidad crítica firme, en vez de
pretender prohibir de forma injusta e inútil (porque, además, la prohibición
fomenta el consumo), seguramente el reggaetón no sería un género tan popular
como lo es ahora.
Claro,
esta es una postura abierta al debate, pero siempre vale la pena reflexionar un
poco antes de emitir juicios absolutistas y extremos.
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