Pateando guitarras
La imagen que
aparece arriba fue objeto de una curiosa discusión en una página de Facebook
dedicada a la música metal, porque a un seguidor le pareció ofensivo que
juntaran a Eddie the Head, la mascota de Iron Maiden (el cráneo al extremo
derecho de la imagen, para quienes no escuchan metal y no conocen a Iron
Maiden) con Chris Fehn (el tipo de la máscara de nariz larga), argumentando que
Slipknot, el grupo al que pertenece Fehn, es “una mierda”, y parte de una
música que no se puede considerar metal: entre el nu metal y el metal
alternativo. Cuando otros le hicieron ver que sólo era una imagen satírica de
la Última Cena, y que debía verlo simplemente con humor, insistió con el
comentario de que eran una mierda, sin dar motivos ni razones.
Si hay algo que
me parece fastidioso sobremanera dentro de la cultura metalera es el hecho de
que en ciertos colectivos se observan tendencias extremistas, algunas al punto
del sectarismo, dedicados a despreciar a los géneros que ellos consideran
“falso metal” y denigrando a las personas que ellos consideran poseurs, por
escuchar lo que para ellos no pertenece al género metal. Particularmente
algunos de los que escuchan metal de la llamada vieja escuela, algunos
thrashers y muchos blackers son altamente conservadores con respecto a la
música, y etiquetan muchas de las bandas de metal actuales, sea de su propio
subgénero o de otros afines, como “basura comercial”. Es molesto encontrarse
con este tipo de pensamiento, aquellos que se definen como “true metal” y que
señalan como “falso metal” lo que no es acorde con sus gustos, lo que, según
ellos, traiciona el “espíritu”, la “ideología” del metal, en sitios de Internet
y foros.
Podría alegarse
que puedo, simplemente, alejarme de ese tipo de páginas si me molesta su
contenido. Bien, eso es verdad: nada lo obliga a uno a entrar a esos sitios
Web, y el metal no es el único género musical que escucho. Pero no es agradable
saber que hay personas que les gusta pisotear a las demás simplemente por sus
gustos musicales dentro de un mismo género, basándose en premisas que, si se
analizan con cuidado, son en realidad falacias lógicas de poco o ningún
sustento válido.
Teniendo en
cuenta esto, me propongo analizar tres ideas comunes, algunas surgidas a partir
de conceptos que no sólo se encuentran dentro de la comunidad metalera, que
hacen parte de los argumentos de los que se hacen llamar metaleros auténticos:
la “ideología” del metal, el concepto de “banda comercial” y las críticas a las
fusiones musicales que dieron pie a subgéneros como el nu metal y el metalcore.
Esto sin el ánimo de exponer mis pensamientos como ideas absolutas o
irrefutables: simplemente son reflexiones, y no voy a obligar a nadie a que
piense como yo, ni que le guste lo mismo que a mí; pero sí quiero replantear
esas ideas nocivas. Tampoco niego la existencia de los llamados poseurs entre
los metaleros, porque es cierto que hay personas que toman elementos de estos
para hacerse notar, sin tener realmente conocimiento o gusto de la música
metal. En todo caso, cada persona es libre de tener los gustos que quiera, y no
se le puede atropellar por eso.
1) La
“ideología” del metal: con respecto a este primer argumento, debo realizar una
afirmación simple y contundente: el
metal es únicamente un género musical. No es un movimiento filosófico, ni
una corriente del pensamiento. Dicho eso, cualquier afirmación del metal como
una “ideología” es absurdo, simplemente porque no hay una verdadera ideología
del metal definida como tal. Y no hay una ideología del metal, sencillamente
porque, incluso aunque se aceptara un género musical como un movimiento
ideológico, es tan variado y complejo en subgéneros que no habría un elemento
común entre ellos que permitiera una cohesión. Cada subgénero está fundamentado
en un estilo musical y una temática lírica que lo separa de los otros, y aún
así siempre hay bandas que definen su propio estilo dentro de cada género sin
que ello los diferencie del mismo.
A esto hay que
sumarle el hecho de que cada persona tiene su propio cuerpo de ideas y
opiniones que lo mantiene como un individuo dentro del colectivo. En muchas de
las llamadas subculturas o tribus urbanas, aunque cuentan con patrones comunes
que definen su ideología, no todas las personas que hacen parte de ellas comparten
todos estos patrones y se definen por sí mismas. Diferencias en cuestiones
políticas, creencias religiosas, tendencias sexuales… Ninguno de estos elementos
ideológicos tiene un común denominador dentro de la comunidad metalera, por lo
cual es difícil hablar de una ideología del metalero, y esto es patente en el
hecho de que es difícil definir a un metalero en sí dentro y fuera de la
cultura; por ello, la discriminación de algunos
metaleros (hago énfasis en que estas ideas no son comunes a todos los
metaleros) hacia otros por traición al “espíritu” del metal es un argumento tan
sólido como una silla de oro sobre un pedestal de palitos chinos. Si no hay una
ideología del metalero no se puede hablar tampoco de un “estilo de vida” del
metalero: la música es parte del
estilo de vida del individuo, pero no es
su estilo de vida, ni define su
estilo de vida. Siendo honestos, en tales términos no existen realmente los
“verdaderos metaleros” ni los “falsos metaleros”, en cuanto compartan el gusto
por la música metal.
2) La “música
comercial”: el argumento más común entre los metaleros extremistas hacia otros
miembros de la cultura para tacharlos de falsos metaleros es que escuchan
bandas o géneros que ellos llaman “comerciales”, que lo único que buscan es
dinero fácil a través de música accesible a un mayor público. Esto es visto
sobre todo entre los blackers seguidores de bandas de black metal
pertenecientes al movimiento noruego, que se hacen llamar auténticos, y entre
los seguidores de otros subgéneros que desprecian variaciones como el nu metal,
el metal alternativo y los subgéneros con el sufijo –core.
Aquí hay lo que podría
considerarse una ironía basada en un error conceptual. Según la RAE, el
comercio se define como “negociación que
se hace comprando y vendiendo o permutando géneros o mercancías”. En
Wikipedia, comercio es definido en un sentido más amplio como “la actividad socioeconómica consistente en
el intercambio de algunos materiales que sean libres en el mercado
de compra y venta de bienes y servicios, sea para su uso,
para su venta o su transformación”. Si nos atenemos a estas definiciones,
se puede afirmar lo siguiente: todas las
bandas de música y todos los géneros musicales son comerciales. Toda
producción musical es comercial y hace parte de la industria de la música.
Visto tras esta definición, toda mención de una banda como “basura comercial”
es, hasta cierto punto, vacía.
Hay, eso sí,
géneros que son comercialmente más masivos con respecto a otros. Que una banda
experimente fusionando con tales géneros (el nu metal surgió de mezclas del
thrash metal con los fraseos del rap: ¡Anthrax y Rage Against the Machine
fueron sus precursores!) o realice una transición hacia ellos (Metallica como
ejemplo para los metaleros; Shakira como ejemplo en general) no es malo per sé:
la evolución de un artista muchas veces se da en este tipo de mezclas, y es de
una fusión similar de la que surgió el heavy metal, a lo que me referiré en el
tercer argumento. Buscar que su música llegue a un mayor número de personas
tampoco es, en cierta forma, reprochable. Ninguna banda, ningún artista,
produce música solamente “por compartir su arte” con los demás. No idealicemos
bobadas; no hay que ser ridículos. Ellos también son trabajadores y deben
obtener ganancias de ello. Lo que sí es vergonzoso es que en su afán de
masificarse abandonen ideas, traicionen su ética profesional y se apeguen a los
conceptos de aquello estética, cultural y moralmente aceptable en la sociedad,
lo que llaman mainstream, o al menos contrario a lo que pretendían transmitir
originalmente. Y hay que admitirlo: la fusión de géneros y el cambio hacia
géneros nuevos, no sólo dentro del metal sino en otros géneros, si bien ha generado
música de alta riqueza y calidad, también es espacio para producciones
musicales que son simplemente bodrios.
3) La fusión
dentro del metal: Un último recurso de los metaleros intolerantes para
despreciar a aquellos que muestran preferencias por el nu metal, el metal
alternativo y los subgéneros –core es que estos han surgido al mezclar el metal
con géneros más masivos comercialmente, como el rap, o géneros “rivales”, como
el hardcore punk, por lo cual algunos metaleros no se molestan siquiera en escucharlos.
No es necesario
un debate largo sobre este último punto. Quienes desprecian tales subgéneros en
el metal a menudo no reconocen que prácticamente cada subgénero del metal ha nacido a través de influencias y fusiones
con otros géneros. El thrash metal nace de la influencia del hardcore punk
sobre el heavy metal, incluyendo su naturaleza contestataria; subgéneros como
el gótico y el sinfónico surgen de préstamos de la música clásica; el doom
metal posee elementos del blues rock y el rock psicodélico; el glam metal,
aunque se considera más cercano al glam rock y el hard rock, posee a su vez raíces
en el metal. El heavy metal en su estado puro surgió fusionando el rock con la
música blues y elementos de música clásica. Criticar las fusiones musicales es
desconocer la esencia misma del metal.
Algunos podrán
argumentar que los subgéneros actuales se nutrieron de géneros más masivos, y
eso les resta crédito, pero ¿acaso el thrash metal tuvo poca aceptación en los
ochentas? ¿Y creen que el rock y la música blues eran realmente géneros poco
“comerciales” cuando se fusionaron en las melodías del heavy metal? ¿Quién era
mayor objeto de consumo que los Beatles? Aparte de ello, y como ya he
mencionado antes, la influencia de géneros más masivos, y en ocasiones menos
complejos, no impide que desde estos subgéneros del metal surjan producciones
musicales de alta calidad.
Al cuestionar
estos argumentos, se puede observar que los tambaleos de su validez bastan para
desecharlos como motivos de desprecio hacia otras personas. Lo digo nuevamente:
esta crítica no busca obligar a nadie a ampliar su gusto musical; eso es algo
que corresponde a las preferencias de cada uno. Si un género no es de su agrado,
que sea una decisión tomada por su oído. No son necesarias posiciones de
rechazo basadas en afirmaciones insulsas y débiles. Son sólo guitarras
desafinadas, que tocan acordes terribles de intolerancia y pretensión, y las
cuales debemos patear y hacer pedazos. Solo así se puede lograr la convivencia,
y tal vez entonces pueda surgir una verdadera ideología del metal.
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