Una cura de burro para la fe sin criterio

 

Uno de los factores más controversiales para el éxito proselitista de algunas iglesias es aprovechar poblados o situaciones históricas de gran incertidumbre social y económica. Si bien es natural para el ser humano buscar un apoyo emocional en ideas como las creencias religiosas, ideologías políticas o similares, preocupa que a menudo esto se haga sin un muy necesario juicio crítico de las ideas a las cuales nos aferramos, en especial cuando dan lugar a comportamientos poco intuitivos. Y sin duda, renunciar a las posesiones materiales en pos de un supuesto arrebatamiento con fecha específica debería al menos hacer levantar la ceja de personas más reflexivas.

Contexto. Hace poco se hizo conocida en Colombia la historia de un culto local del Ministerio Berea –una denominación evangélica de corte pentecostal-, en Sabanalarga (Atlántico), cuyos miembros decidieron aislarse en su capilla para purificarse a través de oración, ayuno y “hablar en lenguas”, pues de acuerdo a lo asegurado por el pastor, Gabriel Ferrer, Jesucristo volvería el pasado 28 de enero a la medianoche para raptar a los fieles a su Palabra, junto con la resurrección de los difuntos y cosas así. El aislamiento repentino, la venta de todos sus bienes y posesiones, y el hecho de que ocho menores también estaban aislados con sus familias, prendió las alarmas de las autoridades locales, al punto que el alcalde de Sabanalarga y el personero del municipio se mantuvieron haciendo seguimiento junto al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), para asegurarse que no estuvieran comprometiendo su salud, consiguiendo que al menos los menores cesaran de ayunar. Y claro, los habitantes del corregimiento de Isabel López, donde se encuentra el culto, manifestaron preocupación por el estado de salud de los miembros, temor de que la cosa escalara a un suicidio colectivo, molestia por los ruidos generados durante las oraciones y habla en lenguas, e incluso curiosidad morbosa por ver si acaso se cumplía alguna de sus profecías, al punto que incluso se sirvieron tinto para esperar el “milagro”.

Por supuesto, tal como ha ocurrido con otras tantas profecías fallidas sobre el fin del mundo y la Segunda Venida de Cristo, nadie bajó del Cielo. Los miembros de la congregación suspendieron el ayuno y las oraciones (esto último para no preocupar a la comunidad) después de las doce, y durante el fin de semana salieron de la iglesia. Muchos parientes cercanos están preocupados por la angustia que manifiestan los afectados, no han faltado quienes piden abrir un proceso a Ferrer, y al parecer la Fiscalía está investigando la congregación, debido a que una persona murió en extrañas circunstancias hace unos meses, y del paradero de algunas personas no se sabe nada desde mediados del año pasado. En síntesis, los miembros del culto perdieron todo.


Si bien es una situación que ha dado lugar a muchas burlas, y de hecho yo mismo he compartido uno que otro meme, en el fondo es menos graciosa de lo que parece. Y es que entre más lo pienso, más me surgen preguntas incómodas sobre el futuro de esos fieles. Es decir, en algún momento tendrán que salir de ese encierro. ¿Cómo enfrentarán el mundo, ahora que renunciaron a todas sus posesiones materiales? ¿Estarán preocupados por el tormento que hicieron pasar a sus hijos? ¿De dónde van a sacar recursos ahora, si encima optaron por alejarse de aquellos familiares que no pertenecían a la congregación? Y, sobre todo, ¿habrán reflexionado sobre la insensatez de sus decisiones, al dejarse embaucar por la palabra de un tipo que convenientemente ni siquiera vivía allí?

Porque, con el debido respeto, Ferrer fue una rata astuta. Hombre de letras, cuenta con una interesante hoja de vida, pues fue catedrático e investigador en lingüística y literatura, y ejerció como docente de Literatura en la Universidad del Atlántico hasta finales del año pasado, pero se volcó a la religión al sentir un constante vacío espiritual como ateo, a pesar de todos sus logros, prefiriendo entonces dedicarse por completo a su congregación, la cual supuestamente iba a ser arrebatada en diciembre, antes de que él y su esposa recibieran el “mandato divino” de esperar hasta finales de enero. Se le vio por última vez en un video que subió a redes hace unos días, donde tranquilizaba a la comunidad que temía un suicidio colectivo, pero una vez que tuvo el dinero de las propiedades que vendieron sus fieles, desapareció de su residencia en Barranquilla.

Hay una expresión en nuestra lengua, muy usada por cierto en las obras de García Márquez, la cura de burro. Esto alude a una medicina o tratamiento de efecto intenso y drástico para alguna dolencia. En sentido figurativo, se podría comparar con lo que conocemos como terapias de choque, donde una persona se enfrenta a una situación por fuera de su zona de confort; así, por ejemplo, cuando Aureliano Babilonia es llevado a la casa de las muchachitas que se acostaban por hambre, ese burdel que no existía sino en la imaginación de la clientela, el autor se refiere a ello como “una cura de burro para la timidez”. Teniendo ese contexto, y visto lo ocurrido en Sabanalarga, espero de verdad que semejante desplante haya servido como curra de burro para esos pobres miembros de la congregación de Berea, que ahora tienen que asimilar que no sólo fueron burlados por Ferrer y su esposa, sino que además son la burla de su pueblo y la lástima de sus parientes, a quienes rechazaron por sus absurdas doctrinas, creyéndose salvos cuando en realidad no eran más que ciegos guiados por uno más taimado.

La parábola de los ciegos, de Brueghel el Viejo.

No hay que hacerse ilusiones: estas cosas volverán a pasar. Habrá otras comunidades en una situación frustrante e insegura que caigan con los cantos de sirena de cualquier otro pastor, y apostaría que aun a pesar de la tremenda decepción, más de uno en el culto de Sabanalarga seguirá tan influenciable y aferrado a sus creencias como al principio. Sin embargo, tener que enfrentar un nuevo mes estando prácticamente en la calle, sin ingresos o estudios para sus hijos, habrá sido una medicina brutal para que, al menos, la mayoría de los –espero- ahora ex miembros de Berea sean más suspicaces cuando el próximo charlatán les aparezca hablándoles de una vida eterna y la pronta llegada de Jesucristo. Que al menos, tengan un poco más de criterio a la hora de aplicar sus convicciones espirituales en la vida diaria. Después de todo, si en las Escrituras dice que ni siquiera Jesús sabía la fecha del Día de su regreso (Mateo, 24:36), y que aparecerá como ladrón en la noche (Apocalipsis, 3:3), ¿por qué dar crédito a que un simple humano tenga la fecha y hora precisa de ese momento?

No es mi intención ahora ni reírme ni atacar a las personas que fueron estafadas por Ferrer, porque en el fondo todo el asunto es patético e incluso triste: de hecho, va a ser necesario un acompañamiento psicológico, tanto para los menores que se vieron afectados por el ambiente sectario dentro del culto como para los adultos que serán devorados por la ansiedad y la depresión tras perderlo todo. Sin embargo, lo ocurrido en Sabanalarga quedará como un ejemplo devastador de lo que puede ocurrir cuando no aplicamos algo de raciocinio a nuestras propias creencias. No se trata necesariamente de abandonarlas, sino de saber reconciliarlas con el sentido común y el juicio crítico para no tragar entero de esta forma.

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