Del pezón de Facebook y otras restricciones
Tengo
una amiga cuyas publicaciones en Facebook se pueden agrupar, en su mayoría, en
dos cosas: traseros y gatos. Sí, básicamente es eso. Una y otra vez mujeres en
tanga o con cacheteros coquetos, y gatos en actitudes que se supone son tiernas
o arrogantes. Una y otra vez, al punto en que ambas cosas ya dejan de ser
atractivas o graciosas, y aparentemente para algunos, incluso impúdicas. En más
de una ocasión le han bloqueado alguna imagen relacionada, como un desnudo
integral con una máscara de Stormtrooper en sus imágenes personales. Esto es un
tanto sorpresivo, puesto que la mayoría de sus contactos son aparentemente
gente igualmente liberal y despreocupada por ese tipo de cosas.
Una
de las cosas que me han parecido curiosas en Facebook son sus políticas de
restricción, las cuales son un tanto absurdas. Una de las más molestas para
algunas páginas de arte, relacionada con lo anterior, es la prohibición de
mostrar un desnudo integral o, básicamente, el pezón; en algunos casos incluso
los desnudos traseros son vigilados. Curiosamente, es mucho más común ver
páginas con sendos mensajes de odio o pseudociencia peligrosa pulular libres
sin grandes problemas, excepto cuando llaman activamente al matoneo o incluso a
violencia contra un grupo social o una persona en particular.
Como algunos sabrán, este tipo de censura en
páginas como Facebook o Instagram contra el topless femenino, además de todo el
tabú social que existe alrededor del pecho femenino, provocó que desde el 2014
se lanzara la campaña Free the Nipple
(Liberen el Pezón), con el propósito
de permitir que las mujeres puedan estar con el torso desnudo en los mismos
lugares que los hombres, y mantener una oposición a la censura en los medios
sociales. A finales del año pasado, la modelo Leila Lowfire participó en una
campaña al respecto, subiendo una imagen a Facebook donde aparece en topless
junto a un modelo masculino que sostiene un cartel con un mensaje racista en
alemán: “No compren en tiendas de
extranjeros”. El lema de la foto: “Una
de estas dos personas no cumple con las reglas de Facebook”.
Al
margen de lo relevante que pueda parecer al lector este tipo de movimientos de
protesta, lo cierto es que sí dejan algunas reflexiones al respecto de lo que
es considerado inapropiado por algunas redes sociales y las personas que
engrosan su fila de miembros. Años de participar en Facebook y de ver noticias
al respecto hacen que, si uno es lo bastante perceptivo, se dé cuenta que es
más fácil que se censure una imagen de una mujer en topless que una violenta
foto de homicidio. Las personas son muchísimo más tolerantes ante la foto de un
niño destrozado y bañado en sangre que ante una ilustración de un desnudo en la
página de Beautiful Bizarre Magazine en Facebook -razón por
lo cual dicha página incluye enlaces a las versiones no censuradas en Twitter,
una red mucho menos restrictiva que Facebook-. Y aunque se indignen por las
dos, es mucho más probable que la segunda sea censurada antes que la primera,
si es que la primera llega a ser censurada. Y lo peor es que la primera imagen
con frecuencia es usada de forma desvergonzada y ruin para transmitir mensajes
políticos.
Es
comprensible que en Facebook haya un montón de personas que detestan cualquier
imagen de desnudo, ya sea de carácter erótico o no, porque no saben distinguir
un desnudo del erotismo, y no saben distinguir erotismo de pornografía -si bien
dicho límite es un tanto difuso a veces-. La cuestión es, se supone que
Facebook es una red social para adultos,
y una para todo tipo de personas.
¿Por qué las libertades de algunos deben verse sometidas a las incomodidades de
otros? Un hecho relacionado: no falta la Helena Alegría que diga que es por
proteger a los niños de contenido inadecuado. Aparte de que para ayudar a los
niños a procesar material relacionado, repito: red social para adultos. Un menor de 14 años no debería estar rondando en
Facebook; no fustigue a los
demás por sus irresponsabilidades de padre.
Lo jodido del asunto es que la doble moral de
las personas en una red social que Matthias Weidenhöfer, el modelo de la imagen
anterior, estaría en todo su derecho de poner mensajes racistas en Facebook, mientras
que Leila tendría que cubrirse por decencia, siendo que es mucho más lesivo el
racismo que el erotismo. No nos digamos mentiras: no se necesita que el
discurso sea de odio para generar violencia y discriminación contra una minoría
social, mientras que los pezones al aire no lastiman a nadie, a no ser que el
fanático moralista sienta violado su sentido del pudor, y eso no debería ser
importante para un reglamento. La restricción ni siquiera tiene un filtro:
¿cómo es que una
madre desnuda con su bebé recién nacido es comparable a un desnudo erótico?
¡Y dejan pasar libremente imágenes atroces de cadáveres!
Lo
más irónico y triste de todo es que la opción de Facebook para crear grupos
secretos -paradójicamente, el caso de la foto de la madre y su bebé pasó por un
miembro del grupo secreto al que pertenecía, dedicado al parto-permite que se
formen comunidades sobre las que la red social tiene poco o ningún control, con
lo cual se han formado grupos de contenido ilegal y repugnante, por lo que las
restricciones al final quedan como un ejemplo de lo estúpidos que pueden ser
los reglamentos de una red social.
Saliendo
un poco de las redes sociales, vemos que en otros medios se mantienen
igualmente restricciones con un inevitable tufo de doble moral, siendo la
industria de cine en Hollywood uno de los ejemplos más prominentes. Antes de
continuar, quiero resaltar un caso particular que vi una vez en el periódico Al Día: una foto de un tipo que fue
asesinado y aparentemente violado en el monte. Mostraban claramente el cadáver,
pero difuminaron los glúteos desnudos por pudor. Dicha táctica es hasta
graciosa, tratándose de un pasquín idéntico a El Espacio, que no tiene problemas en mostrar cuerpos partidos en
dos o tres partes en primera plana. ¿La sexualidad es el límite, siempre que
podamos mostrar tu cadáver en el estado que sea?
Como
decía, el sistema de clasificación de películas en Hollywood, trabajo realizado
por la MPAA (Asociación Cinematográfica de América, por sus siglas en inglés), es
bastante sesgado e ineficiente. Durante mucho tiempo, grandes críticos de
cine como Roger Ebert han cuestionado que la MPAA tiende a ser más dura con las
películas con contenido sexual que con aquellas con grandes dosis de violencia,
además de enfocarse en detalles triviales en lugar del tema general de una
película, y favorecer más a las películas de grandes estudios que a filmes
independientes. Para comparación, tenemos a Rescatando
al soldado Ryan, una película bastante cruda y violenta sobre la guerra, y Pero soy una animadora, una comedia
satírica sobre la homosexualidad y los roles de género. Ambas películas fueron
clasificadas originalmente como NC-17, una etiqueta que tiende a ser la muerte
en taquilla para las películas, y ambas lograron obtener la clasificación R
tras unas cuantas ediciones; sin embargo, mientras que Rescatando al soldado Ryan recibió su etiqueta por su violencia
gráfica y altamente realista, Pero soy
una animadora la obtuvo por unas cuantas escenas sexuales bastante leves (masturbación
no gráfica, y comentarios sobre el sexo oral).
El
documental This Film Is Not Yet Rated
(Esta película aún no ha sido clasificada)
profundiza aún más sobre estos aspectos, incluyendo otro que se relaciona con
el caso anterior: el obvio doble rasero que existe entre películas con sexo
homosexual y aquellas con sexo heterosexual, y entre la sexualidad femenina y
la masculina, habiendo en el primer caso de ambos ejemplos una mayor
restricción. Volvamos nuevamente a Pero
soy una animadora: el año de su estreno, 1999, también vio presentar otra
comedia satírica, American Pie, la
cual tenía básicamente el mismo contenido sexual, incluso un poco más fuerte,
sólo que orientado a la heterosexualidad y masculinidad (curiosamente, ambas
películas tuvieron en su elenco a Natasha Lyonne, quien fue protagonista en la
primera). ¿La clasificación que recibió cuando se presentó? Una R. Y como este,
hay muchos otros casos que muestran los problemas de criterio del sistema de
clasificación de películas (en Colombia, aparentemente, no son tan restrictivos
ni tan cuidadosos para hacer que se cumplan).
Es
bastante curioso cómo la sexualidad aún es un tema tan complicado de tratar en
nuestra sociedad actual. Evidente vestigio del pensamiento religioso y mojigato
de antaño, y además de lo personal y privado que es para muchas personas (irónicamente,
siendo tan privado, es sorprendente lo mucho que quieren condenarlo). Puede que
existan motivos sensatos, que no necesariamente válidos o exentos de debate,
para buscar un control adecuado de la transmisión de ciertos mensajes; no
obstante, dicho control es erróneo si se pretende hacer desde una base sesgada
y discriminatoria. Mucho peor cuando se pretende someter la libertad de muchas
personas a decidir el contenido al que acceden o comparten ante los
sentimientos y comezón moral de gente prejuiciosa.
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