Un experimento curioso


Me disculpo de antemano con los lectores por el reducido nivel de publicación en los últimos meses, pero como saben me encuentro en estudios de postgrado, y he tenido que concentrarme tanto en la construcción del proyecto de tesis como en descansar estas últimas semanas de todo ese trajín. Para mantener el brazo caliente y no dejar de lado mi actividad en el blog, voy a compartir con ustedes una situación particular que me ocurrió hace unos meses, y que en retrospectiva pudo servirme para someter a prueba esos visos de pensamiento mágico que perduran en nuestra sociedad.

Era finales de noviembre cuando estaba caminando hacia el centro de Valdivia. Iba temprano, porque en esos días era la reunión anual de la Sociedad de Ecología de Chile (SOCECOL), y quería asistir lo más posible a las presentaciones. Cruzando el parquecito frente a la municipalidad me encontré con una señora algo anciana que me pidió dinero para su nieto que estaba cerca, y pues decidí darle algunas monedas. En ese momento, la señora me dijo que como agradecimiento, me leería la mano y respondería cualquier pregunta que tuviera sobre mi porvenir. “Ah, caray”, pensé con cierta intriga. “Una gitana.”



Ya sé que eso un estereotipo arraigado poco serio, pero sí es cierto que la quiromancia, el arte de adivinar nuestro sino a través de las palmas de la mano, penetró en las culturas europeas a través de la astrología hindú y la influencia del pueblo romaní, aquellos a quienes popularmente llamamos gitanos –y quienes de hecho son de origen indoario-. Por otro lado, el comportamiento, ademanes y lenguaje corporal de la señora me dieron la impresión de estar por fuera de lo que uno puede ver usualmente en Chile. Y finalmente, no tardé mucho en ver que había otras personas en el parquecito haciendo lo mismo que ella. Para efectos de la presente entrada, asumiré que era gitana.

En parte por cortesía y en parte por curiosidad, me senté en el pasto con la señora y dejé que me leyera la palma de la mano. Y noté con cierto interés jubiloso cómo acertaba en varias de sus predicciones, si bien no fueron realmente adivinación (ya lo explicaré más adelante): estaba en esos momentos con problemas de dinero, llevaba muy poco efectivo en el bolsillo, y que además tenía algún dinero que no era mío. Posteriormente me dijo que le hiciera entonces la pregunta que ya había pensado, y debo admitir que aquí le puse sentimiento a la cosa. Le hablé de una amiga a la que conozco desde hace años: nos llevamos muy bien, y debo admitir que desde hace años me gusta mucho (ya no sé si llamarlo estar enamorado), aunque no la había visto desde que viajé a Chile. Le expliqué cómo sentía que en los últimos meses, cuando nos comunicamos, sentía que algo había cambiado (no especifiqué en qué sentido: eso será importante después). Así que le pregunté, diría yo sinceramente, si debía seguir intentando tener algo con ella o pasar página.

Por si se lo están preguntando: sí, todo esto es verdad. Así de cursi soy yo.

La señora me leyó la mano, se tomó unos momentos, y luego me confirmó que era cierto: alguien me estaba haciendo algún sortilegio (no recuerdo la palabra que usó: digamos sortilegio para ser más neutrales) para que mi amiga se alejara de mí, y por eso había cambiado conmigo. Acto seguido, me dijo que si quería, del dinero que llevaba en el bolsillo le diera una parte para que ella comprara una vela y rezara por mí, para deshacer el arreglo. Ya avanzadas las cosas, teniendo un respeto por la gente mayor, y pensando que esos mil pesos no harían diferencia en esos días, accedí, después de lo cual nos despedimos.


Lo curioso es que a pocos metros de allí, en la Plaza de la República, me topé con otra señora pidiéndome dinero, y al darle algunas monedas me ofreció igualmente leerme la mano. Me excusé diciéndome que ya lo habían hecho y me fui, pero al rato me di en la cabeza. ¡Rayos! Podría haber aprovechado para poner a prueba lo que me decía esta segunda gitana. Quizás cambiando un poco la historia de mi pregunta o mi condición económica en esos momentos del mes, pero habría sido interesante hacer ese experimento, para comprobar si acertaba y se equivocaba tanto como la primera señora.


Porque la verdad es que sus aciertos no fueron tan asombrosos, y sus errores bastante notables. En primer lugar, que estuviera con problemas de dinero era algo fácilmente deducible, dado que era fin de mes, y la escasez de efectivo en el bolsillo tampoco es difícil de acertar dado que en Chile se acostumbra mucho pagar a través de tarjeta, por lo cual muchos normalmente no llevan más que una porción esencial de efectivo para pasajes o algún antojo del día. También dijo que le diera la mitad de mi dinero, pero no adivinó que tenía otro billete de mil pesos mejor guardado en la billetera, aunque dado que yo ni me acordé de él tampoco al darle la mitad de los dos mil que creía tener, puede dejarse pasar. Por otro lado, no era cierto que llevara dinero que no era mío, aunque sí tengo una cuenta que prefiero no tocar a menos que las circunstancias sean bien duras. ¿Eso es pasable?

Pero vamos a lo importante: el sortilegio. La verdad aquí sí que se descachó bastante. Sí, le dije que mi amiga había cambiado conmigo, pero como mencioné nunca le dije que hubiera sido para mal: de hecho, es mucho más abierta y extrovertida, a su manera, que en otras ocasiones cuando nos comunicamos. Eso me ha hecho sentir muy alegre, y aunque sé que eso no significa algún cambio en sus sentimientos hacia mí (y sí: ella lo sabe), me siento muy complacido de poder conversar de forma más abierta con ella. Supongo que el que me estaba rezando para joderme usó las palabras al revés, se compró una vela barata… o simplemente la señora me dijo lo que pensó que quería oír para darle ese dinero. ¿Qué es más probable?

Ahora, no estoy diciendo necesariamente que la señora fuera una estafadora. A menudo algunos de estos adivinos, quiromantes y mercaderes de supersticiones están convencidos de sus propias facultades sobrenaturales, y no vería raro que una señora de edad avanzada caiga en este mismo saco. Aunque tal vez quiero pensar que es así, y no que la señora buscó una forma fácil de sacarle dinero a los incautos y curiosos. Quién sabe…

Como sea, aquí tienen un testimonio de mi encuentro con una situación en la que no esperaba participar, y menos voluntariamente. Al menos espero que la señora haya sacado mejor provecho de esos pesitos que le di para comprar una vela por una oración que no necesitaba para quitarme de encima un trabajo que no me estaban haciendo. No sé, comprándole algo de comida a su nieto, o para ella misma. Me habría estafado de todos modos, pero sería más útil que una vela.

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