¿Dios no está muerto?
Por petición de una
amiga cristiana, se me dio por ver la película Dios no está muerto. La verdad es que normalmente no me habría
molestado en hacerlo, puesto que las películas cristianas no son de mi gusto,
ya que suelen ser tan sosas como las películas bíblicas. Lo que me impulsó a
hacerlo fue tener una perspectiva propia de un trabajo muy comentado (y
criticado) en los círculos escépticos. Como agregado, fue un ensayo
universitario de esta amiga lo que me hizo percatarme de mi agnosticismo.
Podría decir, que se lo debo.
En síntesis, no fue ni
de cerca tan sosa o tan ridícula como lo esperaba. Y en cierto modo, hubo momentos
que podían disfrutarse. Sin embargo, eso no me impidió ver que en el transcurso
de la película se cometen los mismos errores conceptuales en los que caen
muchos cristianos dispuestos a convertir a los no creyentes. O quizás eran
ideas para fortalecer la fe de los suyos, pero eso no las salva de lo malas que
eran.
Para que comprendan
mejor todas las ideas de las que hablo, desgranaré la película en lo que me
gustó, lo que no me gustó y lo que simplemente me desagradó por completo. Si no
han visto la película, me atrevo a recomendar que por lo menos busquen un
resumen de la película, o si les llega a interesar el tema, a verla. Por si
acaso, spoilers adelante.
LO BUENO: empezaré por
lo técnico. Visualmente, la película es normal, dentro de lo regular en una
película dramática (salvo por el accidente del profesor, con un efecto más bien
chocante). Y la música es llamativa.
La idea principal, los
jóvenes cristianos que deben enfrentarse a críticas, presión o burlas por causa
de su fe, es atractiva, y muy acertada. Dejando de lado las exageraciones que
comentaré en el próximo apartado, el trabajo que hacen al representar a una
persona que debe defender sus ideales y creencias ante personas que no los
respetan es bueno. Y es algo que puede ser extrapolado a otras formas de
pensamiento, incluyendo a los no creyentes.
También me gustó la
representación del ostracismo familiar, mejor ejemplificado por la chica que es
cristiana en secreto de sus padres musulmanes. Y aunque era el ejemplo más
obvio, puesto que cristianos y musulmanes nunca se han llevado bien (menos
ahora, con el surgimiento del fundamentalismo y el extremismo), lo cierto es
que es algo que se observa en muchas religiones. Los mismos cristianos, en sus
distintas denominaciones, aplican este tipo de comportamiento, en esperanza de
que, al sentirse rechazado por la comunidad, la persona vuelva al “camino
recto” (se me ocurren, ahora mismo, los Testigos de Jehová).
Fragmento de un número de La Atalaya, presentando un ejemplo claro de ostracismo.
Amenazar con el
rechazo, sean padres, novios, o cualquier otra persona, es un comportamiento
desagradable, y a todas luces inmoral, que debe eliminarse. No se gana la fe o
el respeto sincero de una persona a través de estos actos.
LO MALO: hay dos
detalles principales en la película que le hacen perder mucha fuerza: los
estereotipos que maneja, y la pobreza de los argumentos a los que aluden para
probar la existencia de Dios.
En el primer caso, es
sumamente obvio que los creadores de la película juegan con los clásicos
estereotipos de los “ateos” (como ellos los entienden). Por ejemplo, el
profesor de filosofía que reta al protagonista a demostrar la existencia de
Dios es una caricatura del “ateo” que odia a Dios: cree en él, pero por algún
suceso de su vida decide despreciarlo y negar que cree en él. Tanto él como el
empresario exitoso que aparece como otro ejemplo de ateo son personas bastante
groseras, ridiculizando a los creyentes a su lado, aunque sea su novia o su
madre. El profesor, además, aparece también como parte de un desagradable
estereotipo del académico: arrogante, elitista y con ínfulas de sabio absoluto,
que sólo vive de burlarse de los que no comparten sus ideas. Pésimas imágenes,
que sólo muestran el desconocimiento general de muchos cristianos acerca de lo
que es un ateo.
El profesor es más bien
la representación de un creyente frustrado o de un misoteísta (que no es lo
mismo que un ateo). Y es el problema: que muchos creyentes piensan que los no
creyentes simplemente odian a Dios. Si bien hay casos en los que una persona
pasa al ateísmo por un evento trágico en su vida, por lo general el ateo llega
a su filosofía de vida a través de un crecimiento intelectual y una aplicación
de razonamiento. Igual que lo hace un agnóstico, o un apateísta. Los no
creyentes no “odian” a ninguna deidad: simplemente porque, para ellos, es una
imposibilidad, una incertidumbre o una irrelevancia. ¿Y quién desperdicia
tiempo odiando aquello que no existe?
También me disgustó el
estereotipo de los ateos como personas soberbias y rudas contra los creyentes.
Es cierto que hay muchos no creyentes con una actitud poco tolerante hacia las ideas de los creyentes (y hago
énfasis en “ideas”, no en las
personas), y otros que sí son groseros hacia ellos. Pero no es el común
denominador. La mayoría de los ateos pueden tener relaciones normales con
amigos y parientes creyentes, y hay muchos que tienen parejas creyentes, sin
problemas graves por la crianza de sus hijos (el actor Paul Giamatti es un
ejemplo). Es decepcionante que presenten al ateo como si tuviera la actitud del
profesor, del empresario, o del ejecutivo chino, cuando muchos son más cercanos
a la tranquila periodista humanista (el único personaje escéptico simpático de
la película).
Y hablando de la periodista,
otro estereotipo viene a colación: los que no creen en Dios sufren penurias por
causa de su falta de fe. El profesor muere atropellado, después de encontrar un
mensaje de su difunta madre; el empresario es rechazado por su madre de forma
simplemente cruel (aunque siendo justos, él no era nada amable con ella
tampoco); su novia, la periodista, desarrolla cáncer y es abandonada por su
novio, en otra muestra de la bajeza moral del tipo. Por supuesto, tratan de
suavizar tales cosas con detalles que mencionaré en el apartado de lo
insultante, pero lo principal es esto: ¿Es tan malo diferir de la idea de un
creador? ¿Es que es tan necesario creer en una entidad superior espiritual para
disfrutar de la felicidad, para tener salud, aunque seas la persona más amable
y correcta del mundo, y no seas creyente? Y, citando una frase que leí en un
cómic: “¿Un hombre no puede hacer el bien
sin que se mezcle a Dios en ello?”
Para
que se hagan una idea de algunos estereotipos que manejan muchos creyentes. Un
consejo: nunca usen estas preguntas.
Pasando ahora a los
argumentos que expone el protagonista para probar la existencia de Dios, estos
son bastante débiles, y es sorpresivo que su profesor no los pudiera rebatir.
Aun si la evolución no explica en sí el origen de la vida, sino cómo se
desarrolla esta, no es necesario colocar a un ente creador para explicar esa
ausencia de información. De forma similar, no es necesario explicar el origen
del universo con un diseñador. Es posible que la pregunta de “Si Dios creó al mundo, ¿quién creó a Dios?”
no sea tan fuerte como muchos no creyentes piensas, ya que, al asumir el
carácter divino de Dios, automáticamente esa pregunta queda fuera de discusión.
No obstante, lo mismo puede decirse del Universo. Las leyes físicas y las
fuerzas fundamentales se bastan para explicar el Big Bang. Si puede decirse que
Dios se crea a sí mismo, ¿por qué no puede hacerlo el Universo, si tiene leyes
que lo permiten así? Y aunque no hay información de si existía algo antes del
Big Bang, no significa que en ese estado anterior se encuentre Creador alguno.
Finalmente, en el caso
de la moralidad, no se requiere de la creencia de un ser supremo para ejercer
una agencia moral. El protagonista afirma que, sin la creencia en Dios, todo
está permitido. Sí, y no. Sí, en el sentido de que, en teoría, sin un ente
vigilante (que sería la idea primordial que dio origen a la creencia en dios
alguno), no habría nadie a quien rendirle cuotas de nuestros actos. A la vez,
esto no es verdad, porque somos criaturas sociales. La moralidad, los códigos
de conducta y comportamiento del ser humano, son el resultado de la cooperación
y la interacción con nuestros congéneres, bajo la premisa de recibir el mismo apoyo
en un futuro (pues no hay una acción enteramente altruista; siempre se busca
algo, aunque sea la admiración de otros); al mismo tiempo, los estamentos
judiciales cumplen también la función de vigilar y controlar los elementos
antisociales en la sociedad. Como tal, el comportamiento moral no viene de la
religión (si bien ayudó a moldearlo en tiempos anteriores a la Ilustración),
sino que es una expresión animal de nuestra especie.
LO INSULTANTE: esta
sección debía llamarse “LO PEOR”; sin embargo, los pocos detalles que voy a
mencionar son más que terribles. Son ideas groseras y, como cabe mencionar,
insultantes.
Es insultante que un profesor
de filosofía sea atropellado, y poco antes de morir, dos cristianos se acerquen
a pedirle que se encomiende a Dios. Es insultante que dichos hombres, poco
después, estén felices y sonriendo, pensando en que el profesor se encuentra “en
gozo en el Cielo”. Es insultante que una madre le diga a su hijo que su éxito
es obra del Diablo, para alejarlo de la fe. Es sumamente insultante que una
periodista, humanista y simpática, que no había hecho nada malo en toda la
historia (de hecho, es el único personaje escéptico que suscita piedad),
desarrolle cáncer y sea abandonada por su novio, para después acercarse a un
grupo cristiano y buscar la fe en un poder superior.
¿Por qué son
insultantes estas escenas? Porque fueron hechas con el motivo de suavizar lo
que querían representar, y que ya mencioné antes: que los ateos sufrirán por su
incredulidad. Y son escenas que no funcionan. Al menos, no para los no
creyentes. Quizás para los cristianos sean escenas inspiradoras, o algo
similar. Para mí, es un terrible ejemplo del lema “Dios es amor”. Es una
muestra de ese pésimo pensamiento de “Si
me dieron la espalda a mí, yo les daré la espalda a ustedes”. ¿De verdad?
El caso de la periodista es inaudito. ¿Cuál era su “pecado”, no creer? ¿Sólo
por eso merecía el cáncer? Son los mismos estereotipos que manejan muchos
cristianos. Y es por ellas que muchos escépticos aborrecen discutir con
cristianos. Son ideas indefendibles desde cualquier punto, excepto desde la fe.
Y la fe es un concepto muy subjetivo, nada válido para una discusión razonable.
No podrían convencer a ningún ateo sensato de entrar a su rebaño con una idea
así. Para mí, agnóstico como soy, con un comentario de esa clase me pierden sin
remedio.
Y ese es el punto
final. Dios no está muerto tiene
muchos puntos buenos. Se puede extrapolar la idea principal, el conflicto por
defender las creencias, a cualquier grupo social. Y, a pesar de los
estereotipos, ayudaría a recordar a muchos ateos que deben aún corregir muchas
actitudes antes de poder ser vistos como algo más que sabihondos arrogantes.
Pero los argumentos que la película presenta para defender su nombre, y las
ideas que muestra, no son convincentes para un escéptico. Quizás, sea mejor que
enfoquen la película como un trabajo dirigido principalmente para cristianos,
no para todo el público. Después de todo, al terminar de verla, sería sumamente
dudoso ver a todo un salón de clases levantarse y afirmar “Dios no está muerto”.
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