Alegría en llamas
Esto no es una crítica
a la religión. No es un llamado a abandonar la fe. Tampoco quiero hacer
política a través de esto. Sólo es una reflexión que sale de mí.
Fundación está de luto.
Magdalena está de luto. El país está de luto. Un bus que transportaba a más de
cincuenta niños de una comunidad cristiana se incendió el pasado domingo en el
pueblo de Fundación. Más de treinta pequeños murieron, y las cifras pueden
aumentar. Decenas de familias se encuentran inmersas en el dolor, y sólo cabe
preguntarse: ¿pudo evitarse esta tragedia? ¿Quiénes son los culpables?
No voy a ponerme a
pelear con Dios, ni a creer que fue su voluntad, o que era el momento de los
niños, o cosas aquí. No voy a discutir acerca de esos dragones en el garaje,
porque sería como culpar a Papá Noel de los niños que no reciben regalo en la
Navidad. Ateo o creyente, debe entender que los culpables de la tragedia son
hombres, y simplemente hombres.
Invariablemente el
primero al que se debe señalar es al conductor. Un hombre sin licencia de
conducción, con siete comparendos a sus espaldas, usando un bus de transporte
sin mantenimiento, sin SOAT, y con sobrecupo, entre muchas otras
irregularidades, no debería bajo ninguna circunstancia estar detrás del volante
de ningún vehículo. Esto sólo refleja la corrupción detrás de las entidades de
transporte y otros servicios públicos del Magdalena. Se roban el dinero en
pactos políticos, y esto resulta en una pésima inversión al sector público, lo
que desemboca en un inadecuado mantenimiento de las herramientas de servicio,
contratación de personas incapaces, prestación insuficiente de servicios… Son
muchos los problemas. Y lo peor es que, a pesar de todo eso, se siguen
eligiendo a los mismos corruptos.
Los líderes de la
congregación también llevan sobre sus hombros la responsabilidad de lo que
ocurrió. Sin tomar en cuenta lo que comentó el pastor pentecostal, es más que
claro que ellos debían haber procurado verificar el estado de los buses y las
credenciales de los conductores. Por supuesto, debían haber sabido que un
chofer sin licencia manejando un bus destartalado y peligroso como ese no era
la mejor opción. Lo siento, pero ellos debían haber verificado todo esto. Si
estaban enterados de los problemas del conductor y de los peligros del bus,
fueron terriblemente irresponsables al usarlo como transporte. Y si no sabían
lo que pasaba, ¿cómo se atreven a llamarse pastores, si no se molestaron en
asegurar la seguridad de su rebaño?
No dejo de pensar que
los padres también llevan cierta responsabilidad en esto. Que quizás confiaron
demasiado, que debieron pedir las garantías de seguridad necesarias para sus
hijos. Pero, yo no conozco a las familias. No sé con qué recursos cuentan, no
conozco su posición en la congregación, no sé cómo se maneja la congregación, y
no soy padre, así que no sé cómo habría llevado la situación de mis hijos
separados de mí, aunque fuera por un momento. Prefiero guardar silencio en ese
aspecto.
No puedo evitar ser un
poco romántico en ese aspecto. Me gustaría pensar que las almas de los niños
aún viven. Que al menos sus conciencias perduran en otro plano. Que sus almas
salieron volando, como leí en un poema escrito a propósito de la tragedia, como
aves luminosas hacia el árbol de la vida. Sí, eso me gustaría de verdad. Pero
soy una persona realista, y sé que es algo muy improbable.
Sólo me queda acompañar
en su dolor a las familias afectadas. Y esperar a que se haga justicia, y que
los culpables de una tragedia que pudo haberse evitado paguen lo que merecen.
Aunque sé que eso no mitigará el sufrimiento, porque no pueden devolver esas
vidas que se apagaron.
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