Una respuesta a Daniel Samper Pizano sobre el caso de los hipopótamos

 

Antes de empezar: esta entrada debía ser un hilo en Twitter respondiendo a los argumentos de Samper Pizano, pero se fue extendiendo hasta convertise en lo que ven aquí. El año pasado escribí sobre el caso de los hipopótamos en Colombia, por lo cual notarán que en esta nueva entrada replico muchos de los argumentos presentados en ese trabajo anterior.

Fue inevitable sentir cierta incomodidad cuando, anoche, el afamado periodista y escritor Daniel Samper Pizano, quien hace parte hoy en día del portal periodístico y de opinión Los Danieles, reveló un video con el título y un pequeño resumen del tema de la columna que publicaría hoy domingo, enfocada en el debate sobre los hipopótamos introducidos en Colombia, y el manejo requerido para la especie. Con un título que ya daba indicios subjetivos –“Ellos también son colombianos”- y una contraposición de propuestas que en realidad no existe, varios de los que conocemos a fondo el tema tuvimos la impresión de que el periodista no tenía una comprensión adecuada de la problemática. Sin embargo, como dije en Twitter, era mejor esperar a tener la columna completa para comprender su visión del caso.

Pues, salió hoy la columna de Daniel Samper Pizano y la verdad sea dicha, fue bastante decepcionante. Con prosa sublime y apelando a las emociones, el escritor construye un caso bonito a favor de los hipopótamos, pero que descansa sobre imprecisiones en torno al debate científico y la naturaleza de los programas de control de especies invasoras. Por ello, es inevitable usar mi espacio para manifestar, punto por punto, lo que encuentro problemático de los argumentos que plantea.

Aclaro que, si bien manejo un enfoque en ecología como parte de mis estudios, la biología de conservación no es mi área de experticia, aunque cuento con bastantes nociones e información sobre el tema de los procesos de invasiones biológicas (de hecho, una compañera de laboratorio trabaja con algas invasoras, y es gracias a ella que he podido comprender varias cosas). Por otro lado, manifiesto mi respeto por Samper Pizano y su obra, y todos quienes hacen parte de Los Danieles así que, si buscan dardos a su profesión o sus preferencias políticas, les comento que eso de los ataques personales no es lo mío.

Dicho todo eso, procedamos.

1) Cartas sobre la mesa: la presencia de hipopótamos en Colombia es una invasión biológica, y una ya bastante avanzada. No es que “un sector científico” los “considere” así: es que conceptualmente es lo que son, una especie naturalizada en fase de invasión, es decir, que se encuentra lo bastante adaptada a nuestro ambiente como para reproducirse y dispersarse de forma más exitosa incluso que en su África natal, desequilibrando en el proceso los ecosistemas colombianso. Es cierto que llegaron aquí por las excentricidades irresponsables de un criminal y no en agua de lastre, colados en barcos o escapados de algún criadero de peletería, como ha ocurrido en muchos otros casos de invasión biológica, pero en un caso donde se tiene claro el período de tiempo de su ingreso a Colombia y su escape de la hacienda Nápoles, ambos datos fundamentales para dimensionar el alcance y éxito de la introducción, la ruta o el propósito es lo de menos: es su impacto el que preocupa.

Estos mamíferos no cuentan con los mismos factores ecológicos (depredadores, competencia, régimen de lluvias, cobertura vegetal, etc) que limitan su crecimiento poblacional en su hábitat natural, así que sus poblaciones no sólo están teniendo un éxito notable en su crecimiento y dispersión, sino que pueden terminar desplazando a las especies nativas en competencia, como manatíes, roedores y reptiles acuáticos, además de alterar la composición fisicoquímica de los cuerpos de agua por sus heces. En otras palabras, que triunfen en Colombia mucho más de lo que lo hacen en África es un escenario negativo para todas las especies nativas que convivirán con ellas. Así que… es imperativo tomar decisiones sobre qué se debe hacer con ellos.

Lo que ocurre con las invasiones es que las estrategias de gestión dependen del tiempo transcurrido, el área invadida y el costo de control, pero a menudo la percepción pública y de las autoridades competentes ocurren cuando la invasión está bastante avanzada, y el control basado en relocalizaciones (esto es, capturarlos y enviarlos a resguardos o zoológicos, pues los hipopótamos de Escobar no eran africanos) o esterilización ya son por tanto insuficientes para controlar el crecimiento de la población y su dispersión a nuevas áreas. Por lo tanto, las estrategias deben enfocarse en que la tasa de mortalidad de la población sea superior a la tasa de natalidad: esto es, que el número de individuos que mueran en un período de tiempo sea mayor al de nacimientos. Y en ausencia de depredadores potenciales, la principal medida de control debe ser la eutanasia.

Diagrama de la curva de invasión de una especie en relación con el tiempo y los costos de programas de control.

2) El problema principal que veo con la columna de Samper Pizano, y que seguro molesta a muchos involucrados más de cerca que yo con este caso, es que contribuye a mantener esa falsa oposición entre el sacrificio y la esterilización de la población, una perpetuada por sectores deshonestos del animalismo. Lo cierto es que el estudio publicado en el presente año, en el cual se evaluó precisamente el riesgo potencial de los hipopótamos a nivel ambiental, se hace énfasis en un control conjunto: esterilización o castración para los individuos de las áreas rurales, más fáciles de ubicar, y eutanasia para aquellos más adentrados en el Magdalena medio.

Esto tiene una explicación: la esterilización es difícil de aplicar a nivel costo/efectivo para una población total de ya unos 100 individuos; es demasiado lenta para reducir la tasa de natalidad; aún se desconoce la eficacia total de los medicamentos que se están empleando en estos momentos –cabe señalar que son ensayos piloto para comprobarlo-; y debido a la longevidad de un hipopótamo (entre 40-50 años), la esterilización no hace nada por mitigar el impacto ambiental de la población presente en las décadas subsecuentes. Un control efectivo debe incluir sacrificios, nos guste o no. No es una medida fácil de tomar, como hemos visto, pero esto no es un debate entre “frialdad científica” vs: “corazón”: eso es reducir al absurdo una problemática compleja que ya es simplificada por otros tantos.

GonaCon, anticonceptivo en prueba.

3) La erradicación de especies invasoras es una medida más que empleada en amplias partes alrededor del mundo, pues como dije antes, cuando la invasión es conocida a nivel público, a menudo la población ya ha crecido lo suficiente como para que las medidas de control menos drásticas no basten. De hecho, en Colombia el control letal también se implementa con otras especies como la rana toro, el pez león, el caracol gigante africano y varias plantas que amenazan los ecosistemas del páramo. Curiosamente con ellas no ha habido ni de cerca la misma polémica que suscitan los hipopótamos, pero es normal que podamos empatizar más con un mamífero más similar a nosotros que con un gasterópodo o un arbusto, así que tiene un valor carismático para muchas personas.

4) Aquí puedo dar un traspié, pero asumir “cuatro décadas” para evaluar el impacto es también inexacto, pues fue a mediados de la década del 2000 (y me corregirán los expertos si me equivoco) cuando ocurrió el escape de algunos ejemplares, lo que llevó a la controversia con “Pepe” y la foto aquella. Así que el margen de tiempo es de al menos unos 15 años –un tiempo perturbadoramente corto para tener una población cercana al centenar de individuos-, y por los hábitos de los animales, que cuentan en Colombia con amplios cuerpos de agua para refugiarse, la distancia entre sus territorios y zonas pobladas, y la misma precaución de muchas personas, es comprensible entonces que los ataques hayan sido escasos y espaciados. No tiene en cuenta Samper Pizano, entonces, que a medida que se incrementen los contactos entre los territorios de los animales y las áreas humanas, se corre el riesgo de incrementar la frecuencia de los ataques, y no se puede esperar a que ocurra una tragedia para tomar acciones determinantes.

5) Los caimanes aguja no se van a “habituar al sancocho de hipopótamo” en unos pocos años como para controlar la población de forma efectiva. Son pocos los ejemplares que puedan alcanzar hoy en día tallas comparables con el cocodrilo del Nilo, quienes además sólo depredan juveniles ocasionalmente (es más probable que un hipopótamo los mate); no son ni de cerca tan agresivos como su pariente africano; y los caimanes mayores por lo general se desplazan a estuarios y zonas costeras, bastante lejos del área actual de invasión como para hacer mella en su dispersión. Confiar en ese tipo de “soluciones” es absurdo por donde se le mire.

6) La propuesta de “resilvestración del Pleistoceno” no es tan novedosa, y es bastante cuestionada desde sus inicios por su abstracción de la realidad. Primero, porque los ecosistemas actuales son diferentes en funcionalidad a los del Pleistoceno, y su capacidad de resiliencia es muy lenta, así que en el tiempo que “se ajusten” a la presencia de los hipopótamos, es más probable que haya una pérdida importante a nivel de biodiversidad, sobre todo teniendo en cuenta que ya hay especies que cumplen con el mismo papel ecológico. Y no sé si lo ha tomado en cuenta, pero el ser humano es una especie más dentro de los ecosistemas, y una a la que a menudo dejamos por fuera de esos cálculos fantasiosos de recuperar ambientes de tiempos en que no estuvimos.

7) Ya entrando a terrenos más de ética y filosofía, si queremos hablar de “corazón” en el escenario científico podemos pensar en el concepto de biofilia, propuesto por el afamado ecólogo Edward O. Wilson, y entenderemos también un poco las decisiones que se toman a nivel ecológico y profesional con respecto a este caso. Si nos ubicamos como una especie más, una de las muchas conexiones entre distintas formas de vida dentro de las intricadas complejidades de los ecosistemas, y asumimos como responsabilidad y parte de nuestro crecimiento personal la preservación de todas esas otras conexiones, debemos entender que eso requiere también sacrificar aquellas poblaciones que ponen en riesgo la salud de los ecosistemas (de paso, así evitamos el afán misántropo de empezar por matarnos a nosotros, pues las conexiones seguirán en riesgo por las demás invasoras cuando nos vayamos). Es parte de la base de lo que se conoce como ética de la preservación.

Un paso rápido por los detalles de forma, que son más fáciles.

-Llamarlos “colombianos” no hace que sean menos dañinos a largo plazo para el ecosistema. No se trata de un caso de inmigración humana por crisis socioeconómicas en otros países, sino de una invasión biológica con consecuencias para la fauna, flora y sistemas hídricos en el territorio. Que nacieran aquí no hace que sea menor su impacto ecológico: eso parece nacionalismo barato.

2)     -Es imposible ignorar la carga tendenciosa del lenguaje entre paréntesis. “Exterminio” (sí: sí se le llama extracción, sea por sacrificio o relocalización), “sicarios”, “inocente criatura”, son palabras que mueven bastante las emociones del lector hacia una visión antropomorfizada de la especie, pero lo alejan de una lectura más racional del caso, como ya lo expliqué en párrafos anteriores. Porque sí, los hipopótamos son inocentes de la irresponsabilidad de Escobar y la cobardía de las autoridades políticas, pero también lo son los manatíes, chigüiros, tortugas, babillas y otras especies nativas en riesgo de ser desplazadas por la presencia de los invasores. ¿Estamos enfocando de forma adecuada la problemática, o más bien nos dejamos llevar por la percepción de una justicia intrínseca a la naturaleza? Porque lo cierto es que no creo que a un manatí le importe mucho si el hipopótamo que se come su almuerzo es inocente de toda maldad. Esas son preocupaciones humanas, y juicios de valor muy humanos.

     -Ya como detalle personal, me molesta bastante la descripción de la foto de “Pepe”, puesto que transmite la idea de que el consenso científico estuvo de acuerdo con la forma en que se manejó el caso, en particular esa desagradable foto, o que se va por la solución más fácil, algo que ya comenté que es falso. Es una pésima forma de enfocar el debate.

4) -Sin meterme en temas de clases y regiones, la comparación de que “es peor, con toda certeza, caminar de noche por Bogotá” es un razonamiento un tanto similar al que hacen otros cuando dicen “¿por qué protestas de X tema, cuando hay problemas más importantes?” o “no te quejes por comer una vez al día, que los niños en África lo hacen cada tres días”. No es un argumento muy fino, la verdad.

    Pasando todo en limpio, me parece que la columna de Samper Pizano de esta semana falla bastante a la hora de argumentar objetivamente sobre el tema de los hipopótamos. Puedo entender que va más enfocada a ser un trabajo de opinión que de argumentación profesional, y por ello no me sorprenden los tintes emocionales: si hay algo en lo que destaca el periodista y escritor es en su prosa, y a pesar del tono aquí no es la excepción. El problema es que esta es una situación compleja que requiere un acercamiento centrado en objetivos racionales y argumentos científicos detallados, no simplificaciones románticas e imprecisas.

Así que la próxima vez que se quiera intervenir al respecto de cuestiones ambientales, sugiero un poco más de revisión científica y argumentos de diferentes partes, porque cuando un periodista escribe una nota con poco periodismo, el público no siempre interpreta como tal ese enfoque, y al tener una audiencia grande se corre el riesgo de perpetuar la confusión general con un tema que ya está bastante viciado argumentalmente en la opinión pública. Y eso es lo último que necesitamos de su parte para tomar soluciones definitivas ahora. Recomiendo seguir a la Dra. Nataly_Castelblanco y al paleontólogo Jorge Moreno Bernal, ambos especialistas en temas de ecología y conservación, para tener una comprensión más matizada de este escenario complejo.

Fuentes:

-Castelblanco-Martínez et al. 2021. A hippo in the room: Predicting the persistence and dispersion of an invasive mega-vertebrate in Colombia, South America. Biological Conservation 253, 108923. Enlace: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0006320720309812

-Rubenstein et al. 2006. Pleistocene Park: Does re-wilding North America represent sound conservation for the 21st century? Biological Conservation 132(2), 232-238. Enlace: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0006320706001510?via%3Dihub

-La muerte como solución: cuando la conservación de vida silvestre no es tan fácil como la pintan los ambientalistas. Por Laín E. Pardo en El Razonante. Enlace: https://elrazonante.com/2019/01/15/la-muerte-como-solucion-cuando-la-conservacion-de-vida-silvestre-no-es-tan-facil-como-la-pintan-los-ambientalistas/

-Un hilo de Moreno Bernal sobre el tema de la paleoecología y el error de considerar a los hipopótamos como análogos ecológicos de ciertas especies en la megafauna del Pleistoceno. Enlace: https://twitter.com/jwmorenob/status/1353548842378137611

Comentarios


  1. Muy juicioso el análisis.
    Deja al descubierto cómo se puede manipular la opinión. Y tiene una visión clara de los ecosistemas. Es interesante tenerlo en cuenta para hablar de otras especies foráneas, con distintas formas de introducción (cómo puede ser el ganado bovino).

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