Linternas de Jack: el Congreso Mundial de Brujería
Introducción
Si son colombianos y han estado pendientes de las noticias, este 17 y 18 de octubres se celebró en Medellín, promovida por la Cámara de Compensación Familiar de Antioquia (Comfama), la Feria Popular Brujería, un evento en el que se abordaron los rituales y prácticas espirituales que comúnmente se suelen denominar de esa forma. Algo particular es que incluyó también una conmemoración por los cincuenta años del Congreso Mundial de Brujería que se celebró en Bogotá en 1975.
De acuerdo con Comfama, el evento recibió ese nombre por dos motivos importantes: la contundencia y curiosidad que genera la palabra brujería, con su relevancia en la cultura latinoamericana, y el interés de resignificar la conexión que hacemos con ella, no sólo por el papel de los saberes de la mujer dentro de estos rituales, sino también por la presencia de ritos de origen indígena y africano en su estructura de creencias.
Un
evento así no podría pasar desapercibido en un país tan profundamente católico
y cristiano como Colombia, mucho menos en una región tan tradicional como
Antioquia, y en efecto no fue así. Tan pronto como se anunció la feria y sobre
todo el homenaje al congreso de brujería, varios grupos católicos y evangélicos
manifestaron su descontento, asegurando que se estaba abriendo las puertas a
algo diabólico. Se intentó frenar el evento, se hicieron oraciones públicas e
incluso exorcismos antes y después de la feria, y mucha gente en redes apoyó el
ataque contra el evento.
Comfama
respondió unos días antes a los cuestionamientos. En una entrevista a Blu Radio, la responsable de Cultura de
la Casa de Compensación Familiar de Antioquia, Paola Mejía, señaló que se
trataba de una
propuesta cultural para hablar de la diversidad de Colombia,
reconocer que tenemos diferentes culturas dentro de este país, y que es necesario
reconocer que existen diferentes prácticas relacionadas con la espiritualidad, algunas
con fuertes raíces ancestrales, y desmitificar las ideas en torno a la brujería.
Por su parte, Comfama publicó un comunicado en Twitter/X, invitando a dar espacio
a todas las formas de ver el mundo y celebrar la vida, e indicando que no cancelarían
la feria ni cambiarían nada en la agenda.
Este
curioso episodio me llamó bastante la atención, de modo que vale la pena hablar
un poco sobre el Congreso Mundial de Brujería que vio nuestro país en el 75,
entender la amplitud de lo que significa la palabra en nuestro tiempo y cultura,
y también analizar las reacciones que suscitan, en particular señalamientos que
se han hecho sobre cierto carácter de exclusión y discriminación cuando se habla
del tema. Y claro, ya que estamos en el Mes de las Brujas, ¿qué mejor momento para
hablar precisamente de ellas?
De bajar la Luna a la lectura del tabaco: la brujería en la historia
Para
hablar de brujería, primero tenemos que definir lo que es la magia. Esto se
refiere a un conjunto de creencias, prácticas y rituales efectuados que buscan
manipular fuerzas y seres sobrenaturales. Dentro de este conjunto, la brujería
es definida como el uso de magia por parte de una bruja, generalmente con la
intención de causar daño, aunque como veremos eso no siempre es lo que se entiende
por brujería hoy en día. También se llama brujería a prácticas esotéricas dañinas
por fuera de la religión organizada en otras culturas.
La
creencia en la magia es algo transversal a prácticamente todas las culturas, así
que la creencia las brujas es bastante antigua. Ya en Mesopotamia se distinguía
entre rituales buenos y dañinos, pero en su etapa temprana las brujas no eran
necesariamente malvadas, sino que podían hacer ambos tipos de rituales; más tarde,
sí se habla de practicantes de magias exclusivamente malignas. En la antigua
Grecia es conocida la leyenda de las brujas de Tesalia, mujeres que podían bajar
la Luna del cielo; Plutarco menciona en su Moralia
a Aglaónice, una tesaliana (posiblemente mítica) que era capaz de predecir los eclipses
lunares y hacer que el bajar la Luna coincidiera con ellos, por lo que algunos
le llaman la primera astrónoma.
Gran parte de nuestro entendimiento y estereotipos acerca de la brujería viene de la Edad Media y la Edad Moderna temprana, donde se les relacionó con la servidumbre al Diablo, en particular tras la publicación en 1486 del Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), un manual que instruía sobre cómo detectar, detener y eliminar brujas. Es la Edad Moderna temprana en donde tienen lugar las famosas cacerías de brujas, de las cuales se estima que unas cincuenta mil personas fueron ejecutadas, en su mayoría mujeres. Las acusaciones no distinguían de género o de edad, y más que perseguir personas por tener una educación o costumbres que no se entendían –como ha propuesto cierto feminismo New Age y la brujería neopagana con la imagen de la herborista acusada de bruja-, o cultos paganos que sobrevivieron a la cristianización europea, los alegatos surgían a menudo por tensiones económicas y sociales en un área, aunque es cierto que fueron grupos marginalizados o con poco poder social los especialmente perseguidos.
Con
el tiempo, los temores religiosos en torno a la brujería se apaciguaron, y se
terminaron las grandes cacerías, aunque eso no evitó que ocasionalmente
escuchemos de alguna persona asesinada bajo acusaciones de brujería. Y por
supuesto, desde los años 40 del siglo pasado surgieron movimientos neopaganos
que buscaron reivindicar la figura de la bruja y las prácticas místicas de los pueblos
precristianos, de donde han surgido tradiciones nuevas como la brujería neopagana
y la Wicca, que enfatizan la magia ceremonial y el papel de la naturaleza.
Y
ya que estamos en Latinoamérica, es fundamental señalar que aquí las tradiciones
que solemos llamar brujería tienen un origen y significado particular. En
nuestra región, la brujería en concreto es un sincretismo de prácticas indígenas,
tradiciones afrocaribeñas, brujería europea y un poco de catolicismo, que abarca
tanto rituales de ayuda como dañinos, y que puede ser practicado tanto por
hombres como por mujeres. En cierta forma es algo cotidiano de la cultura latina,
al punto que no es raro que gente muy devota acuda a los servicios de un brujo
para resolver algún entuerto, como hacerse una limpia para la buena suerte,
conjurar el amor, sanar alguna dolencia y cosas similares, donde los santos y
los ángeles no interceden o no lo hacen con la celeridad que les gustaría.
Sé
que esto es un marco muy resumido de la historia y formas de la brujería, y me
he dejado por fuera muchísimas tradiciones, como la asiática y la africana,
pero sirve como preámbulo para que tengan un entendimiento general, y que la
forma en que se presenta y comprende puede ser diferente dependiendo de la
región. Y con lo particular que es la brujería en nuestra región, parecía apropiado
entonces que fuese la sede de un congreso mundial.
El Congreso de 1975
La
idea del Congreso Mundial de Brujería nació de la mente de Simón González
Restrepo, político y escritor colombiano hijo del también escritor y filósofo
Fernando González. Simón, conocido como “el brujo Simón” por su afición al
ocultismo, quiso que los asistentes al evento pudieran, en sus palabras, “encontrar su verdadero poder,
científicamente, explotando sus condiciones humanas como no ha ocurrido”,
por lo que el Congreso incluía también temas de telepatía, hipnosis y
experiencias extraterrestres. Así, con la frase “A la sombra de lo diferente
con amor y asombro” del poeta nadaísta Gonzalo Arango como lema, y con un afiche
diseñado por el maestro Alejandro Obregón, se promocionó el encuentro, que tuvo
lugar entre el 24 y el 28 de agosto de 1975.
Pero
el evento no sólo fue interesante por la confluencia de, digamos, conocimientos
alternativos, sino también por la cantidad de conferencias presentadas, en las
cuales participaron profesionales de distintas áreas. El reconocido antropólogo
y médico colombiano Manuel Zapata Olivella, por ejemplo, presentó una
conferencia sobre el reflejo de conocimiento científico en las cosmogonías y
medicinas negras e indígenas; un etnobotánico estadounidense habló sobre el uso
de plantas en medicina y rituales en América; dos antropólogos haitianos
expusieron la historia del vudú y la influencia de la cultura criolla en su
formación. Por supuesto también hubo mucho de circo y charlatanería, como la
intervención de una parapsicóloga estadounidense y el uso del efecto Kirlian
para visualizar procesos alternativos de curación, o la presentación del famoso
ilusionista Uri Geller.
También
hubo espacio para distintas artes. Se presentó un Salón de Arte Brujo, una galería
monográfica y una muestra de artistas haitianos enfocada en el vudú. También
hubo un Festival de Cine Fantástico, donde se exhibieron clásicos como Orpheus y Nosferatu; una serie de piezas teatrales; representaciones de rituales
y ceremonias como el vudú y el candomblé a través de grupos de danza; y una
presentación de los ritos funerarios de Palenque.
De
acuerdo con Julián Sánchez González, historiador y politólogo de la Universidad
de los Andes, cuyo
escrito homenaje sobre el Primer Congreso Mundial de Brujería
usé de base para esta sección, la forma en que se organizó el evento es un
reflejo de la influencia nadaísta sobre el brujo Simón y su padre, pues este
movimiento literario y filosófico tenía como base la oposición y provocación a
las costumbres y tradiciones sociales, religiosas e incluso políticas en
Colombia, y podría considerarse que el Congreso fue un anticipo de posteriores
trabajos decoloniales. No obstante, señala Sánchez González, no se debe correr
el riesgo de idealizarlo, pues en principio nació como una aventura comercial y
turística -González Restrepo era en ese tiempo director del Instituto Colombiano
de Administración, y tenía una agencia de viajes-, y las conferencias académicas
eran inaccesibles para gran parte del público por sus elevados costos, por lo
que fue la sección de la Feria Mundial de Brujería, donde cualquier persona
podía reservar un espacio y ofrecer sus “servicios espirituales”, fue la más
concurrida.
El
evento no estuvo exento de críticas políticas y religiosas, pero en realidad no
se le prestó mucha atención en la época: la prensa la consideró una moda pasajera,
una forma de embaucar gente, de modo que no le dedicaron mucho espacio en sus
noticias. Además, al poco tiempo de culminar el congreso, se reportó que el
evento estaba en quiebra, lo que frustró cualquier intención de que existiera
una segunda versión, lo que contribuyó a que con el tiempo fuese olvidado que
Colombia fue sede de un Congreso Mundial de Brujería.
Como
curiosidad final -que si han estado en redes ya conocerán-, este es, en
efecto, el “congreso de brujas” al que se refiere Don Ramón en un episodio de El Chavo del Ocho, cuando comenta que
Doña Clotilde estaba de viaje coincidencialmente en Bogotá por aquellos días.
¿Temor espiritual o desdén clasista?
Si
nos fijamos en la
programación del Festival Brujería, podría decirse que se trató
de un evento mucho más discreto en comparación al Congreso Mundial del 75, en parte
sin duda por tener menos tiempo y financiación, aunque igualmente combinando charlas
interesantes y homenajes al evento original con charlatanería. Mucho para
cuestionar si eres un escéptico religioso como yo, por supuesto, pero nada que
pudiese considerarse intrínsecamente satánico.
Por
supuesto, para las denominaciones católicas y evangélicas, el solo hecho de llamarte
a ti mismo brujo ya implica que estás en contubernio con fuerzas malignas,
incluso si no estás consciente de ello. Cualquier asociación con la brujería
pone en peligro tu salud espiritual, de modo que debes evitarlo. Por ello, no
me sorprende en absoluto la reacción de muchas personas al anuncio de Comfama al
anunciar el evento; de hecho, fue más sorpresivo que no cedieran a los ataques
y siguieran adelante con el festival, aunque luego pidieran
disculpas por el nombre que eligieron.
Antes
de continuar, reitero que por supuesto no creo en fuerzas sobrenaturales ni
mucho menos en brujerías y maleficios. Para mí, la brujería tiene valor como
interés histórico y cultural, por los elementos que la integran, pero los que
ejercen dicho oficio son a menudo estafadores, y si bien estoy seguro que
muchos otros creen genuinamente que pueden influir en la suerte y el destino de
otras personas, no me parece más probable que eso ocurra a que el Sol salga un
día por el oeste.
Dicho
eso, las reacciones al evento se me hicieron, como pasa cada vez que hay algo
que “ofende” los sentimientos cristianos, excesivas y hasta ridículas en
algunos casos. En principio Colombia es un estado multicultural, laico y
multirreligioso, de modo que en el papel ninguna religión debe tener relevancia
por encima de otra, y protege el ejercicio de diferentes ritos religiosos,
incluso aquellos que no pertenecen a una religión organizada. El argumento de
que la libertad de culto no cubre la brujería por su supuesto carácter satánico
es patético a estas alturas. Y aunque Comfama tiene vigilancia del Estado por
cumplir funciones de seguridad social, se trata de una corporación privada, de
modo que tienen el derecho y libertad de ofrecer un evento como la Feria
Brujería en sus espacios.
Un
argumento sobre por qué evitar dar espacios a la brujería, y que me molesta en
particular, es la vieja confiable de “miren lo que pasó con Cuba y Haití”:
implicar que la presencia cultural de la santería en el primer país, y el vudú
en el segundo, es la causa del desastre económico y político de ambas naciones,
abandonadas por Dios. Es un recurso tan fino como el decir que el matrimonio
igualitario atrae terremotos y huracanes: una completa estupidez, que ignora
contextos y problemáticas históricas y políticas, como el colonialismo y la
influencia de diferentes potencias imperialistas en los dos países mencionados.
De
lo anterior también se puede percibir cierto rechazo a lo que se considera
primitivo y precristiano. Algunos han señalado que la campaña contra la brujería
en América Latina refleja también un rechazo a los elementos indígenas y africanos
que la componen, así como la fuerte relación de la mujer con dichos ritos y
oficios, lo que le da entonces matices de racismo y machismo, y si a eso le sumamos
que obviamente muchas de estas brujas y sus clientes vienen de extractos
humildes de la sociedad, también puede resonar a clasismo. Sin validar necesariamente
dichos señalamientos, debe admitirse que este tipo de rituales por fuera de
religiones organizadas se suelen considerar etapas “primitivas” del pensamiento
religioso, por lo que no sería inesperado que, además de la inquietud espiritual,
haya cristianos que se sientan por encima de creencias vistas como prosaicas.
Pero,
¿son tan diferentes los ritos de brujería a los rituales cristianos? Ya sea que
eleven una oración para que Dios sane alguna enfermedad o acudan a que un brujo
les haga una limpia de cuerpo entero para conseguir un empleo, ambos actos buscan
la intervención de fuerzas sobrenaturales con el fin de modificar la suerte de
la persona. Vemos con sorna que se ofrezcan licor o frutas a los loa del vudú,
¿pero es menos absurdo imaginar que convertimos una hostia y una copa de vino
en cuerpo y sangre? ¿No encendemos velas especiales a los santos y los ángeles,
como si eso facilitara su intervención?
Pueden
decirme que es diferente porque allí la ofrenda es la fe, pero ¿es acaso menor
la fe que pone alguien en una bruja o un sanador? Esto no es Dark Sous, donde los hechizos escalan
con inteligencia y los milagros con fe: los rituales religiosos buscan un
objetivo concreto en común, independiente de las formas más o menos especializadas
que tomen. En lo personal, si bien entiendo que hay diferencias importantes en
estructura y contenido entre una religión propiamente dicha y lo que representa
la brujería, el elemento irracional se comparte. Pero admito que esto es una
observación personal: no soy un sociólogo o un historiador religioso, así que
no tomen este último comentario como una crítica especializada.
Conclusiones
Es
impresionante el éxito que pudieron llegar a tener dos eventos enfocados en la
brujería como tema central, y con medio siglo de diferencia entre sí, en un país
que sigue siendo tan conservador y religioso como Colombia. A pesar de las
críticas, podría decirse que cumplieron con su cometido de exponer la diversidad
cultural en la nación, recordándonos que existe mucho más que la influencia católica
y cristiana, y ver cómo diferentes culturas aportaron elementos para construir
un concepto tan particular como la brujería de nuestra región.
Recomiendo también el documental Congreso Internacional de Brujería, que narra a detalle la historia
resumida aquí.
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