Nacionalismo inútil (XX): el pleito de San Andrés
Esperaba
tener esta entrada lista la semana pasada, pero he tenido una serie de
compromisos personales que me han tenido alejado mucho tiempo de Word, al menos
en lo que respecta a este blog. He dudado, además sobre si poner esta entrada o
no en la serie Nacionalismo inútil,
puesto que no es una diatriba, al menos en el sentido tradicional, y es un poco
más difícil dilucidad el problema nacionalista en este asunto. Empero, aquí
está. Creo que mucha gente desconoce toda la problemática de fondo tras este
asunto, y vale la pena señalarlos.
La
semana pasada se cumplieron cuatro años de la decisión de la Corte
Internacional de Justicia sobre el eterno pleito entre Colombia y Nicaragua por
el Archipiélago de San Andrés y Providencia y el territorio marítimo adyacente.
Aunque se reconoció la soberanía colombiana sobre la parte insular, el fallo le
entregó derechos a Nicaragua en 200 millas náuticas, las cuales terminan
pasando por los cayos Quitasueño y Serrana, pertenecientes a Colombia, y que
poseen soberanía en 12 millas náuticas a su alrededor.
Fuente: Wikipedia.org (https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/dc/Mapa_B_Fallo_Litigio_Nicaragua-Colombia.svg)
¿Cómo
se llegó a esto? ¿Por qué se inició el conflicto? Y además, ¿han sido adecuadas
las reacciones del gobierno colombiano y la gente desde este fallo? Tratemos de
analizar todo este asunto.
La
problemática del archipiélago es una herencia de las extrañas divisiones
jurisdiccionales de los tiempos de la Colonia española, tal como ocurrió en el caso de Panamá. Aunque las islas fueron tomadas por España en 1510 y
puestas bajo jurisdicción de la Real Audiencia de Panamá al crearse esta (ya
les he hablado antes al respecto), nunca fueron muy importantes para la Corona,
más preocupada por el territorio continental. En 1544, el archipiélago quedó a
cargo de la Capitanía General de Guatemala, una división administrativa que
incluía casi todo el territorio centroamericano, desde Belice y el actual
estado de Chiapas hasta Costa Rica. En otras palabras, ya desde sus inicios no
se puede decir que San Andrés y Providencia pertenecieran a Nicaragua, porque
como país no existía en ese entonces.
Debido
a su descuido, el archipiélago no tardó en ser ocupado por colonos de otras
naciones europeas en el siglo XVII, e incluso fue sede de operaciones de
algunos piratas ingleses de la época. No fue sino hasta las décadas de
1770-1780 que la Corona española volteó sus ojos de nuevo hacia las islas y
decidió expulsar a los ingleses. En 1786, con mejores relaciones entre España e
Inglaterra, la mayoría de los colonos británicos se retiraron, pero otros
prefirieron quedarse a cambio de pagar tributo. En 1803, el archipiélago y la
Costa de Mosquitos (un área que comprendía la costa de la actual Nicaragua y
parte de la de Honduras) fueron puestos en jurisdicción del Virreinato de la
Nueva Granada, si bien esto no significaba que no siguiera perteneciendo territorialmente a la Capitanía General
de Guatemala, sino que de tal forma podía defenderse el territorio de amenazas
europeas. Finalmente, en 1822, los isleños decidieron anexarse a la
Constitución de Cúcuta, y permanecieron como parte de lo que sería nuestro
actual país tras la disolución de la Gran Colombia en 1830. Así que,
técnicamente, el Archipiélago de San Andrés y Providencia jamás hizo parte de Nicaragua.
Entonces,
¿por qué se dio la disputa? Todo comenzó porque, debido a los conflictos de
independencia del siglo XIX y las divisiones jurisdiccionales de siglos
anteriores, la Costa de Mosquitos y el archipiélago quedaron bajo el dominio de
Colombia, teniendo en cuenta la Cédula Real de 1803, la cual en realidad no excluía territorialmente a ambas
áreas de la Capitanía. Es decir, se tomaba un documento colonial para ratificar
la soberanía de un territorio lejano cuando ya las provincias y virreinatos
eran estados independientes. No suena muy justo desde esa perspectiva, ¿verdad?
Esto se arregló en apariencia con el Tratado de Esguerra-Bárcenas, en 1928.
Colombia accedió a otorgarle a Nicaragua la soberanía sobre la Costa de
Mosquitos (al menos, la parte que le correspondía territorialmente), mientras
que el país centroamericano reconocía la de Colombia sobre el archipiélago, con
excepción de los cayos de Quitasueño, Roncador y Serrana, que en ese entonces
estaban en disputa con los Estados Unidos (tengan esto en cuenta). Dicho
tratado fue ratificado en 1930.
Sin
embargo, en los 60, nuestro país interpretó el Esguerra-Bárcenas como un
documento de límites territoriales,
no de soberanía, y según dicha
interpretación, dado que el territorio de San Andrés y Providencia no se
extiende más allá del occidente del meridiano 82, entonces dicho meridiano era
el límite territorial marítimo de Colombia (sí: siendo justos, estábamos
pasándonos de vivos entonces). Esto despertó la ira de Nicaragua, que objetó
dicha pretensión argumentando que el tratado fue hecho en una época en que el
país estaba ocupado por Estados Unidos, y por tanto no era válido, y que además
la Cédula Real de 1803 no tenía efectos territoriales. Por tanto, en 2001
presentó una demanda ante el tribunal de La Haya para solicitar la soberanía
sobre el archipiélago.
En
el 2007, la CIJ falló a favor de Colombia, reconociendo su soberanía sobre las
tres islas principales del archipiélago (San Andrés, Providencia y Santa
Catalina), conforme al tratado Esguerra-Bárcenas. Sin embargo, dado que los
cayos Quitasueño, Roncador y Serrana no fueron incluidos en el tratado
original, que el Artículo 1 de dicho tratado no hace referencia a las demás
formaciones del archipiélago por fuera de las tres islas, y a que nunca se
definieron los límites marítimos entre Colombia y Nicaragua en el tratado ni en
el Protocolo de 1930, la CIJ se declaró competente para tomar una decisión al
respecto. El resultado se dio el 19 de noviembre de 2012, y creo que todos ya
lo conocemos.
Las
reacciones desde nuestro país fueron muchas, y francamente demasiado
patrioteras y hasta ridículas. Empezando por el presidente Santos, que decidió retirar
a Colombia del Pacto de Bogotá, lo cual equivale a que nuestro país no reconoce
la jurisdicción de la CIJ en La Haya. Esa fue una pataleta de niño chiquito,
dejó una imagen inmadura de un país tradicionalmente respetuoso con las
decisiones de las organizaciones internacionales, y además lo deja vulnerable a
conflictos posteriores. Es decir, si no nos gusta la decisión de un órgano
internacional, podemos ignorar su autoridad. Imagínense hasta dónde llegarían
países como Rusia y Estados Unidos con esa mentalidad. Oh, esperen: la guerra de
Irak y la anexión de Crimea.
En
cuanto a los opositores al gobierno, los uribistas no tardaron en echarle la
culpa a Santos por lo ocurrido, desconociendo que la demanda de Nicaragua
empezó a manejarse mal mucho antes del fallo de La Haya, y que de hecho ocho de
los once años del litigio fue Uribe y su comitiva la que trabajó al respecto.
Desde el Polo, se quiso investigar la responsabilidad de Andrés Pastrana, Uribe
y Santos en el resultado. Y por supuesto, los chovinistas, muchos de los cuales
ni siquiera podrán ubicar a San Andrés en un mapa (y no es joda), vociferaron
que se trató de un golpe a la soberanía nacional.
Mmm…
¿Golpe? Sí, un poco. Los más afectados, por supuesto, fueron los sanandresanos,
que vieron peligrar sus artes tradicionales de pesca por el fallo. Sin embargo,
Nicaragua aseguró que les permitiría cruzar su territorio marítimo para pescar
en los cayos que quedaron como enclaves, y salvo por algunos roces en los
primeros meses tras la decisión de la CIJ, no ha habido graves inconvenientes.
Eso sí, es probable que futuros proyectos petroleros de Nicaragua en el área
marítima puedan afectar la diversidad marina del archipiélago.
¿Soberanía?
No. El problema con Nicaragua empezó porque, precisamente, ambos países nunca
dejaron claro hasta dónde llegaba el territorio de cada uno en el área marítima
adyacente al archipiélago, y aquí quisimos ser vivos y pasarnos esa ambigüedad
por la faja, reclamando soberanía sobre una porción mayor de la que nos
correspondía. Por eso al final terminamos perdiendo una buena parte del
territorio.
Se puede discutir sobre si la decisión del tribunal de La Haya fue
buena o no, al dejar algunos cayos dentro del territorio marítimo de Nicaragua,
pero tampoco creamos que nuestro país fue una dulce paloma al respecto. En
fin, creo que con esto se puede contextualizar un poco más lo ocurrido hace
cuatro años, y comprender que el asunto va más allá de un país que quería
robarle al otro.
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