Mi peor recuerdo de niñez


Ayer hablaba junto a un amigo con una persona que nos dijo que, en un retiro de su iglesia, le hicieron saber que el nombre de la banda KISS eran las siglas de “Knights In Service of Satan” (Caballeros Al Servicio de Satanás, en español). Nada más alejado de una banda que se dedica a cantar temas románticos, a veces cursis, y canciones de fiesta, como le explicamos. Sin embargo, no puedo dejar de asociar este episodio con una experiencia traumática de mi niñez por culpa del mismo tema.

Cursaba yo cuarto de primaria en un colegio de Barranquilla. Como pocos niños de mi edad, me encantaba la lectura; como muchos de mi edad, también me gustaba la televisión, en particular los animes japoneses que transmitían en televisión durante esa época: Dragon Ball Z, Pokémon, Digimon… todas estas series. Algo normal en un niño de nueve años.

Un día, temprano en el colegio, nos llamaron a todos los alumnos de tercero y cuarto. El colegio apenas estaba iniciando, así que sólo llegábamos a cuarto; de hecho, cuarto sólo éramos tres niños. Creo que la única mujer de cuarto fue la lectora; ese aspecto de la historia ya lo he olvidado, quizás por la incomodidad del recuerdo.

Lo que leyó fue un panfleto que circulaba por la ciudad en esos días, obviamente por obra de algún movimiento cristiano. En el documento explicaban que la serie Dragon Ball Z era un programa satánico. Desgranaban los orígenes de los nombres de los personajes: que Yamcha era el nombre de un peleador que decía haber sido creado por el diablo; que Krilin era el nombre de una bruja con seis cuervos, y por eso el personaje tenía seis puntos en la cabeza… En fin: un montón de cosas horribles. Citaban finalmente que Pokémon era una serie también diabólica.

Recuerdo claramente cómo me sentía a medida que iban avanzando en la lectura. Me puse muy nervioso, el corazón se me aceleró y rompí en llanto. Claro: un niño educado como católico estaba comulgando con Lucifer. Lo peor es que la profesora y algunos compañeros me señalaron precisamente por mi gusto hacia esa serie, y que hablaba mucho de ella, dejando atrás los comentarios interesantes sobre animales que me habían hecho conocido (esto último cierto; la televisión realmente puede atraparte). Me sentí sucio, indigno, un horrible pecador digno del Infierno. ¿Cómo podía Dios querer a alguien como yo?

He de admitir que siempre he sido bastante emocional, y cuando era pequeño era, además, bastante impresionable. Aunque nunca fui muy asiduo a servicios religiosos (mi padre es más bien laico, y mi mamá prefiere la fe personal), vivía en otra ciudad con una abuela que me enseñaba algunas nociones clásicas de los católicos. Entenderán mis reacciones durante el suceso.

Fue una semana tortuosa para mi mente, y el resto del año no fue muy diferente. Por fortuna, el año siguiente, ya en quinto, me sorprendió ver en la oficina del director dos de las películas de Dragon Ball Z, que iban a ser exhibidas a los niños de grados menores. Cuando le pregunté al director sobre ello (evitando usar la palabra “satánico”; tal era mi temor todavía ante el asunto del año pasado), él, tranquilamente, me explicó que algunas personas suelen crear mentiras acerca de las cosas que no entienden. No tienen idea de cómo eso me devolvió una tranquilidad al cuerpo, pero a la vez me hizo entender las mentiras y manipulaciones que las que son capaces algunos para controlar a los demás.


Años después, aún recuerdo esa mañana sin poder evitar un sentimiento de incomodidad, mezclada con ira. Aunque este blog se llame El Pensador Sereno, no puedo evitar sentir rabia al darme cuenta cómo fui traumatizado por meses, por causa de la basura de un pasquín distribuido por embusteros. Y no puedo evitar sentir esa misma rabia cuando me doy cuenta de esas estupideces con las cuales los grupos religiosos envenenan a la juventud. Que “Ojos así” de Shakira es una canción diabólica, y que ella tiene un pacto con el diablo (y si no es ella, era la Aguilera); que los movimientos de las manos de Michael Jackson eran símbolos satánicos; que la creadora de Hello Kitty hizo un pacto para curar a su hija a cambio de dejarla muda, y por eso la muñequita no tiene boca; que el nombre de la banda Slayer son siglas que traducen “Satanás ríe mientras te pudres eternamente” (los reformistas se sorprenderían si supieran que el vocalista, Tom Araya, es católico, aunque creo que lo juzgarían igual)… Todas estupideces, creadas por personas que no pueden comprender estas cosas, que no las aceptan, que no se informan acerca de ellas, y que se encargan de señalarlas con historias oscuras para evitar que los miembros de su comunidad y el resto de la sociedad se alejen del núcleo de su culto, bajo la excusa de una superioridad espiritual y moral de la que muchas veces carecen. Si supieran ellos que esto de la satanización no es nada nuevo: por cuentos iguales crucificaron al Nazareno. Y lo peor es que transmiten estas mentiras a los niños y a los jóvenes, sin importarles el daño que puedan causarles, los traumas que puedan ocasionarles, creando miedos y odios irracionales en ellos, tal como me pasó a mí. Eso es lo que más me llena de tristeza y rabia.

Una de las mayores libertades que me ha dado el ser agnóstico es que no tengo la preocupación de tener que entregarle cuentas de mis actos a ningún ser superior. No es que eso me de libertad de actuar; conozco igualmente qué acciones son correctas e incorrectas, pero las decisiones que tome con respecto a ellas las haré porque de verdad las comprenda, y porque realmente nace de mí el actuar de forma correcta. Eso tampoco me hace una persona moralmente superior, ni quiere decir que las personas religiosas actúen moralmente sólo porque temen a una deidad, sino que la moralidad puede surgir del puro pensamiento racional, y esto también se puede dar en personas religiosas: hay creyentes que actúan por pura convicción moral, por humanismo, y otros porque temen, literalmente, el día del juicio (he visto de ambos, en serio). ¿Por qué aterrorizarte por lo que te pueda esperar en la otra vida? Si hay un dios, y es realmente justo, entonces te juzgará por la virtud de tus acciones, no por tus creencias.

Las sociedades religiosas están llenas de personas que saben vivir su fe con rectitud y respeto hacia los demás, y otros que se escudan tras su celo y fanatismo para oprimir a los otros. A mí no me molesta cómo vivan su vida. Pero no podemos tampoco dejar que maltraten a niños y jóvenes, deseosos de entender el mundo, con mentiras mal intencionadas que sólo les crearán miedos, terrores y motivos de desprecio hacia los que no son como ellos. No como pasó conmigo. Creo que los niños no deben ir a oficios religiosos hasta que tengan por lo menos ocho años; antes no pueden entender en lo que participan, y son una incomodidad para sus padres y los demás. Y que su educación religiosa sea impartida principalmente por sus padres. Siempre enseñándoles que existen otras visiones espirituales, cultivando en ellos el respeto a las diferentes opiniones y el análisis crítico de todo lo que escuchen. Y nunca, nunca mantenerlos en el redil a través del terror.

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