Más misantropía: la muerte de Víctor Barrio

Los lectores habituales del blog conocen mi posición sobre la misantropía, al menos entendida como el desprecio hacia la especie humana en general: me parece una actitud sumamente negativa y dañina, pues hace que ignoremos que hay muchos seres humanos que no merecen el odio, y muchos que sufren por el odio de otros. Y me parece especialmente preocupante que una buena parte del movimiento animalista -y digo buena parte, pero las redes sociales parecieran insistir en mostrarme que la mayoría es así- comparta este sentimiento, pues considero que nubla demasiado su juicio. Con esta pequeña introducción, voy a discutir sobre una noticia reciente que hace parte de un mundo más complejo que el simple blanco y negro (bueno, en realidad todo el mundo es así, ¿no?): las corridas de toros.

El pasado fin de semana, un torero español llamado Víctor Barrio falleció tras sufrir una grave cornada a manos de Lorenzo, el toro con el cual se estaba enfrentando en la plaza de Teruel. No demoró mucho la noticia en trasladarse a las redes sociales, y por supuesto las opiniones al respecto no han sido las más educadas. Especialmente de los animalistas que he visto, gran parte de las expresiones han sido de júbilo y celebración por la muerte de Barrio, a quien muchos han visto como un criminal hijo de puta que merecía lo que le pasó. Recién nos enteramos que, de acuerdo a la tradición, es muy posible que Lorenzo y su familia sean sacrificados, lo que seguramente incrementará las reacciones de odio. Y como al parecer a este grupo de personas les parece que cualquiera que no comulgue con su visión de los toreros es un imbécil, también han criticado duramente a los que piden al menos un poco de mesura ante lo que es la muerte de otro ser humano.

Me explayaría llamando enfermos tanto a los que disfrutan las corridas de toros como a los que se alegran por la muerte de un torero, pero en primer lugar, eso sería caer en su mismo juego hipócrita de más-santo-que-tú, reduciendo a los “rivales” a simples caricaturas de odio, y en segundo lugar no estoy tan diferenciado de ellos. Todos tenemos virtudes y defectos, y yo no estoy por encima del resto de los hombres, Obvio, yo no celebro la muerte de un ser humano, pero la verdad es que tampoco me conmueve. Varias veces he expresado en el blog que soy menos compasivo de lo que podría o debería ser, y ciertamente los toreros muertos me producen aún menos inquietud. Después de todo, es difícil sentir suficiente empatía por una persona que se gana la vida matando a otros seres vivos sólo para satisfacer el placer “deportivo” de unos cuantos.

Peeero, de eso a celebrar que Víctor Barrio muriera hay una distancia, y no es poca. A mi juicio, celebrar la muerte de un ser humano es caer en un instinto muy bajo y ruin, algo que debería avergonzarnos como especie sintiente y pensante que somos. No es posible que estemos pregonando la paz y el respeto con los animales, si a los animales que hacen parte de nuestra propia especie prácticamente los queremos muertos. Hay todo un revoltijo de contradicciones e ironías dentro de la mentalidad misántropa, no exentas de la gran frustración que resulta pertenecer a la misma especie que odias. No obstante, tampoco puedo saltar a generalizar y decir que todo misántropo es un enfermo, aunque en honor a la verdad tampoco es alguien de quien pedirías su opinión en temas importantes.

Aquí quizás yo hablaría de ignorantes, no de enfermos, pero el reproche es el mismo.

La cosa curiosa es que no me sorprende que haya gente celebrando la muerte de un torero, ni me parece que todo el que la haga sea un enfermo o un sádico. Mucha gente en Estados Unidos salió a celebrar la muerte de Bin Laden al ritmo de Miley Cyrus (y es en serio), y es probable que más de una persona le agradeciera a Dios cuando Raúl Reyes o el Mono Jojoy cayeron en bombardeos del Ejército colombiano. Y no es como que todas y cada una de esas personas sea sádica o enferma mental. Es fácil comprender su alborozo, cuando tenemos en cuenta que estamos hablando de personas que hicieron mucho daño a la población de ambos países con sus acciones. De ahí que, si hablamos de un grupo de personas cuyo amor por los animales muchas veces supera al aprecio por otros seres humanos, no sea tan sorpresivo que celebren la muerte de una persona cuyo mayor mérito era matar toros. No se equivoquen: yo no estoy diciendo que sea ni remotamente justificable celebrar la muerte de un ser humano, incluso del más perverso y cruel que haya existido, sólo que hay mejores formas de explicar este comportamiento que el llamar sádico o enfermo a cada individuo que lo hace.

Ahora, de igual forma también me parece insuficiente llamar sádico, criminal y demente a cualquier torero o a todo aficionado a la tauromaquia, como si uno estuviera coreando una canción de Ska-P. Ya les dije que el mundo no es blanco y negro: no es que todos los antitaurinos sean santos ni todos los taurinos sean monstruos. Esas son simplificaciones estúpidas. Hay que comprender que la tauromaquia es una tradición de muchos siglos, y es muy difícil erradicar tradiciones y costumbres antiguas de la gente, porque llevan siglos de ser influenciados y educados para que crean que eso está bien. Pasa lo mismo con los toreros: hay quienes son entrenados en este deporte desde niños, y la niñez es una etapa altamente influenciable. Es difícil lograr que una persona que lleva toda su vida siendo preparada para enfrentarse a un toro en el ruedo o que encuentra en la tauromaquia una buena fuente de ingresos abandone esta cruel práctica, y eso no lo hace necesariamente un criminal sádico y desalmado, simplemente alguien a quien se le ha hecho ignorante de la crueldad inútil de este deporte. Así mismo, tampoco se puede catalogar de sádico y enfermo a todo el que disfruta de ver la tauromaquia, porque gran parte de esa gente lleva a cuestas siglos de tradiciones, de creer que hay nobleza en ello. Y no, eso tampoco hace que la tauromaquia sea un arte noble ni justificable, por mucho que Antonio Caballero pretenda ensalzarla con su prosa poética (y de paso, salir con el descaro de que es oprimir a las minorías que disfrutan del toreo, como si fuera un derecho salir a matar a un animal en la arena).

Con esto termino. Como dije, no hay que celebrar la muerte de Víctor Barrio, pero tampoco puedo esperar que todos estén dolidos por el fallecimiento de una persona que en todo caso se ganaba la vida de forma que muchos no consideran digna ni respetuosa. No espero tampoco que muchos animalistas misántropos reflexionen sobre lo que he dicho aquí: quien tiene sus creencias personales enraizadas con sus emociones probablemente nunca las abandone. A los animalistas que de verdad quieran reflexionar sobre esto, que intenten superar esa misantropía que los corroe, sólo les doy un consejo. Si quieren ser tomados en serio, si quieren que de verdad la gente tome conciencia sobre el trato cruel que les estamos dando a muchos animales, alegrarse y celebrar la muerte de una persona no les va a ayudar en nada.

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