La cruzada de Robert F. Kennedy contra el autismo
Introducción
En
la entrada anterior, comentaba que el gobierno de Donald Trump está amenazando
directamente las ciencias, no sólo con cortes de presupuesto, cierre de
programas de investigación y amenazas a Medicaid, sino también con el
nombramiento de personajes completamente incompetentes en cargos importantes
del gobierno relacionados con el tema salud. En concreto, las grandes ideas del
Agente Naranja fueron poner al charlatán y promotor de pseudociencias Dr. Oz a
cargo de los centros de servicio de Medicare y Medicaid, al economista de salud
y anti-confinamiento Jay Bhattacharya como director de los Institutos
Nacionales de Salud de los Estados Unidos (NIH), y a Robert F. Kennedy Jr. como
secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS). Y en este
último en quien debemos centrarnos, en particular por declaraciones que ha
emitido a lo largo de todo el Mes de Concienciación y Aceptación del Autismo.
Para
quienes no lo sepa, Kennedy Jr. (a quien me referiré en adelante como RFK Jr.)
ha sido un
activista antivacunas y promotor de teorías de conspiración de
larga data. En 2005 escribió un artículo llamado “Inmunidad mortal”
para las revistas Rolling Stone y Salon, en el cual hablaba del supuesto
vínculo entre el timerosal, un conservante organomercúrico que solía utilizarse
en las vacunas, y la aparición de condiciones del desarrollo neurológico como
el autismo, así como de que el gobierno intentaba ocultar esto. El artículo fue
duramente criticado por
los errores fácticos que contenía, por lo que Salon se vio obligada a publicar cinco
correcciones diferentes, y a posteriormente retirar el artículo en 2011.
Ese
fue el “brillante” inicio de la carrera de RFK Jr. en la pseudociencia
antivacunas. Entre 2015 a 2023, fue presidente de la Children’s Health Defense,
un grupo antivacunas que asegura que varias condiciones del neurodesarrollo, el
cáncer y enfermedades autoinmunes son causados por factores ambientales, y
promueven también el discurso de que las vacunas causan autismo. Ha aparecido
en varias ocasiones junto con Andrew Wakefield, el médico que falsificó datos
para reflejar ese supuesto vínculo, y siendo el padre del moderno movimiento
antivacunas. En 2017, RFK Jr. dio una conferencia de prensa junto a otro
Robert, De Niro –sí, el aclamado actor también es un “escéptico de las vacunas”-
donde ofreció una absurda recompensa de $100.000 a quien demostrara que
inyectar mercurio en bebés y embarazadas a niveles “presentes” en vacunas era
seguro. Y es especialmente infame por promover en Samoa la tesis de que la
vacuna MMR fue responsable por la muerte de dos infantes en la nación, lo cual
condujo a una reducción en la vacunación voluntaria y brotes de sarampión en
2019 que llevaron a la tumba a más de 70 samoanos. Los propios Kennedy lo
rechazan por ser un traficante de desinformación, algo que fue incluso
parodiado en Los Simpson con la
familia del alcalde Diamante.
Por
supuesto, como secretario del HHS, RFK Jr. ha decidido enfocarse especialmente
en el autismo para seguir atacando la vacunación pública. Por ello, pretende
desarrollar una serie de acciones para encontrar las causas de la supuesta
epidemia de autismo en la actualidad y poder revertir la ciencia en torno a las
vacunas, todo mientras adorna sus discursos con una retórica que no sólo
destila capacitismo, sino que además resuena inquietantemente con la eugenesia.
Es más que necesario abordar entonces de qué se tratan las propuestas del
secretario, qué nos dice realmente la evidencia sobre el autismo, y por qué el
lenguaje actual del HHS resulta incluso peligroso para la población.
Entre la ignorancia y el desprecio
Desde
su nombramiento, RFK Jr. dejó claro que revisar la desacreditada tesis de Wakefield
será una prioridad importante del HHS. Y aunque en principio la investigación
sobre el autismo no tendría por qué ser un problema, llamó la atención que se
empeñe en insistir sobre un tema del cual la investigación científica ha
demostrado consistentemente que no existe evidencia. Pero por supuesto, la
primera señal de que Kennedy sólo quiere datos para respaldar conclusiones que
ya tiene –es decir, que las vacunas causan autismo- fue que a finales de marzo nombró
como líder del futuro estudio a David Geier, un sujeto
involucrado en estudios defectuosos contra las vacunas y tratamientos
pseudocientíficos peligrosos para niños autistas, y que fue denunciado por
ejercer medicina sin licencia, puesto que ni siquiera es doctor.
(Entre
paréntesis: es curioso que, dados los ataques de Trump a la comunidad
transgénero y las acusaciones de hay médicos que recomiendan bloqueadores
puberales a menores de edad sin ningún criterio, elijan como líder de un
estudio científico a sujeto que sí tiene
comprobada la mala praxis con bloqueadores y niños autistas bajo su
“cuidado”. Cierro paréntesis.)
Posteriormente,
en un anuncio a
principios de abril, RFK Jr. declaró que su estudio no sólo
evaluará las vacunas, sino todas las posibles causas ambientales que puedan
explicar la supuesta epidemia de autismo en la sociedad –qué familiar sonará
esa retórica para algunos lectores, ¿no?-, y aseguró además que tendrán los
resultados listos para septiembre, sin dar detalles del tipo, alcance o
financiación del estudio. Esa es una segunda alarma, pues no hay forma de que
un estudio que requiere evaluar tantas posibles variables a nivel nacional
pueda ofrecer resultados robustos en cinco meses. Para comparación, el Informe
Cass, que se basó en revisiones sistemáticas –es decir, seleccionar, resumir y
evaluar la información científica disponible-, tomó cerca de dos años antes de
presentar su documento final, y aun así fue
un trabajo con varios errores metodológicos, de evaluación e interpretación de la
evidencia y
recomendaciones. Las afirmaciones de RFK Jr. son tan osadas como
absurdas, y no sorprende que Bhattacharya lo
corrigiese después, aclarando que los resultados preliminares
sólo podrían tenerse hasta el próximo año, aunque el secretario reiteró
recientemente que tendrán los primeros resultados para septiembre.
Pocos
días después, en otra conferencia, Kennedy insistió en que la cantidad de niños
diagnosticados con autismo son un problema para la nación, con una
elección de palabras más que
infeliz:
“Esta es una tragedia individual también. El autismo destruye familias. Más importante, destruye nuestro recurso más grande, nuestros niños. Estos son niños que no deberían estar sufriendo así. Estos son niños que, muchos de ellos, eran completamente funcionales y se revirtieron por alguna exposición ambiental hacia el autismo cuando tenían dos años, y estos son niños que nunca pagarán impuestos, nunca tendrán un trabajo, nunca jugarán al béisbol, nunca escribirán un poema, nunca tendrán una cita. Muchos de ellos nunca usaran el inodoro sin ayuda, y tenemos que reconocer que estamos haciéndole esto a nuestros niños, y debemos ponerle fin […]”
Sobre
la reacción a semejante monstruosidad por parte de la comunidad autista
hablaremos en la próxima sección, pero en principio ya podemos ver que el
hombre no tiene idea de cómo se entiende el autismo en la actualidad. Sigamos.
Unos pocos días más adelante, RFK Jr. volvió a la carga con una
afirmación todavía más ignorante que bien parece el típico
comentario boomer en redes sociales: “TDA, TDAH, síndrome de Tourette, narcolepsia, autismo… Todas esas son
cosas de las que nunca escuché cuando era niño.”
Eso
definitivamente es curioso. Primero porque no se trata de “lesiones recientes”
–y es que no son lesiones-, sino que
son condiciones que se han diagnosticado desde hace muchos años: la primera
descripción clara de TDAH viene de 1902, y desde el siglo XVIII se han descrito
patrones de conducta humana similares; el síndrome de Tourette es reconocido
desde 1885; la narcolepsia fue descrita a finales del siglo XIX; y el autismo
fue descrito en diferentes síndromes en los años 40 por Leo Kanner y Hans
Asperger, influenciados (muchos dirían que robaron) por el trabajo de la
psiquiatra soviética Grunya Sukhareva en los años 20. Para ser alguien que dice
preocuparse por el futuro de los niños, el recurso más grande de la nación,
parece que Kennedy no está muy informado acerca de todas esas condiciones que
dice querer combatir.
Segundo, porque la familia Kennedy no es ajena a condiciones de salud mental. La tía de RFK Jr., Rosemary Kennedy, tenía dificultades de aprendizaje, sufría de convulsiones y problemas de temperamento, todos síntomas apuntando a una condición neurológica que hasta ahora no ha podido definirse. Claro que en este caso podría perdonarse un poco semejante ignorancia, porque en 1941 Rosemary fue sometida a una lobotomía para intentar “corregir” su humor –algo tristemente usual en la época-, y terminó perdiendo gran uso de sus facultades, de modo que el patriarca familiar la separó de su familia y la mantuvo escondida por veinte años.
Con
las declaraciones de RFK Jr., no es de sorprender que causara mucho revuelo e
incluso pánico el anuncio de que los NIH recopilarían
registros médicos privados de bases de datos federales y comerciales
con el fin de tener una amplia cobertura de pacientes autistas para el gran
estudio propuesto. Las
reacciones fueron variadas: padres llamando a servicios médicos
solicitando que destruyan los registros médicos de sus hijos, o cancelando
exámenes de diagnóstico, y por supuesto muchos desconfían de que una persona
que claramente ve la condición autista como un problema y una carga para la
sociedad en un gobierno con claros visos fascistas quiera tener un registro de
quiénes son autistas en el país. Por supuesto, el HHS tomó nota de la reacción
nacional y decidió
revertir el anuncio de los NIH, asegurando que no se crearán registros
nacionales de pacientes autistas.
Finalmente,
un hecho ridículo es que RFK Jr. parece creer que el autismo es sólo cosa de
niños, y que los adultos autistas no existen o no llegan a viejos, así que de
plano descarta los diagnósticos tardíos como parte de la explicación tras el
incremento en casos. En
sus propias palabras: “¿Has
visto a alguien de nuestra edad –yo tengo 71 años- con un autismo completo?
Agitando la cabeza, no verbales, no entrenados para el retrete, girando,
caminando sobre los dedos de los pies… ¿estos otros rasgos estereotípicos?”
No sé si reír o llorar con semejante estolidez, pero es otro ejemplo de que el
señor tiene una visión tan estereotípica y arcaica de lo que significa el
autismo que siento que su mejor conocimiento de nuestra condición es la
película Rain Man.
Quizás
algunos quieran decirme “bueno, pero tal vez lo que pasa es que Kennedy no
conoce de los cambios realizados sobre el diagnóstico de autismo, como la unión
del síndrome de Asperger y el autismo de alto funcionamiento con el autismo
clásico desde 2013”. Y eso puede ser verdad, pero entonces, ¿por qué tendríamos
que escuchar a alguien que no cuenta con información actualizada sobre una
condición con la que viven millones de personas? ¿Cómo es que un alcornoque de
semejante nivel –y esto ya lo digo sin serenidad- pretende comisionar un
estudio sobre el autismo, cuando ni siquiera entiende bien qué es lo que está
buscando, más allá de tratar de vincularlo con los bulos que siempre ha
promovido sobre las vacunas? Y, sobre todo, ¿por qué deberíamos permitir que
personajes así sean los que definan no sólo la conversación pública acerca del
autismo, sino el futuro de nuestra comunidad?
¿Nunca tendremos citas?
Dos
cosas se pueden desprender fácilmente del tono y las palabras que RFK Jr. ha
usado a través del pasado mes. La primera es que tiene el
típico entendimiento condescendiente y patológico sobre el autismo:
que somos personas rotas, versiones incompletas de un ser humano, que no
podremos experimentar las mismas cosas que la gente común, y que nuestra vida
es una tragedia tanto para nosotros como para nuestros seres queridos, en lugar
de ser personas completas con nuestras propias experiencias de vida, con
dificultades y retos, pero también con cualidades y alegrías. Es un discurso
que desconoce nuestras necesidades, que siente que tenemos que curarnos o
desaparecer, y por ello es una visión que alienta la eugenesia.
La
segunda cosa que se nota es que la preocupación del secretario del HHS –y del
gobierno Trump en general- por la supuesta epidemia del autismo es en buena
medida económica y capitalista. Fue una decisión muy consciente la de hablar
primero sobre impuestos y empleo en su discurso sobre todas esas cosas que
supuestamente nos perderemos como autistas, y la de mencionar que para 2035 el
costo de tratamientos del autismo en EE.UU. será de un billón de dólares.
Hablaré más a detalle del problema un par de secciones más adelante, pero
refleja también la visión de que los autistas somos una carga para la familia y
la sociedad, de modo que promover la reducción de personas autistas en general
debe ser la meta.
Con estas implicaciones tan oscuras, diferentes organizaciones autistas y de apoyo a personas discapacitadas como la Autism Self Advocacy Network (ASAN), la Sociedad Autista de América y la Asociación Estadounidense de Personas con Discapacidades, lanzaron un comunicado conjunto en el cual criticaron la posición de RFK Jr. sobre las vacunas y el autismo, exigieron el respeto por las personas autistas y basar las políticas del gobierno en evidencia científica seria. Imaginen cómo pintó el escenario para la comunidad autista en Estados Unidos que incluso Autism Speaks, una organización que por muchos años tuvo el enfoque de “curar” el autismo, decidió sumarse al comunicado.
Organizaciones
científicas también manifestaron su descontento con el plan y las declaraciones
de RFK Jr. La Sociedad Internacional de Investigación del Autismo (INSAR), que
esta semana se reunió en Seattle para su encuentro anual, emitió una declaración
pública donde mencionó las bases genéticas del autismo,
sentenciando “Creemos que referirse al
autismo como ‘una enfermedad evitable’ está alejada con la comprensión
contemporánea y basada en evidencia del autismo”, y hablando de las
diferentes necesidades y acomodaciones que requieren las personas autistas. El
presidente electo de la INSAR, Brian Boyd, escribió en concreto cuestionando
los recortes a la financiación federal en investigación,
temiendo que esta presión del gobierno ponga en riesgo a la próxima generación
de investigadores del autismo. Y un grupo formado recientemente, la Coalición
de Científicos del Autismo, presentó
otro comunicado que criticó directamente las declaraciones del
alcornoque y su interpretación de las crecientes tasas de prevalencia del
autismo, solicitando que se registre el protocolo del futuro estudio, incluya
analistas independientes para los datos y comparta los resultados con la
comunidad científica.
Y
obviamente, los propios autistas no hemos permanecido ajenos a toda esta
situación. Por algo es que estoy escribiendo esta entrada, pero en redes muchos
hemos sido vocales en nuestro descontento, tanto por los horribles estereotipos
que maneja RFK Jr. y la monumental ignorancia que demuestra sobre el autismo,
como por su empeño en que todo es culpa de las vacunas. Reitero: la imagen que
proyecta ese zafio sobre el autismo es una que representa aproximadamente a un
tercio de las personas autistas, e incluso muchas de estas pueden, con el apoyo
y las acomodaciones necesarias, comunicarse de formas no verbales –algunos
incluso escriben igual que yo- y tener cierto nivel de autosuficiencia. Pero es
obvio que esos son detalles que a RFK Jr. no le importan, porque su comprensión
del autismo está desfasada por unos 40-50 años. ¡Si es que literalmente
cita estudios de los 70, de cuando la comprensión del autismo
era mínima y muy diferente, para respaldar su idea de una epidemia, como si la
ciencia no hubiese avanzado nada en estas cinco décadas!
Veamos
detenidamente la lista de agravios. ¿Nunca pagaremos impuestos o tendremos un
trabajo? Muchos autistas son perfectamente capaces de trabajar y cumplir con
esas molestas responsabilidades tributarias, incluso sometiéndose a ambientes
estrictos con escasas o ninguna acomodación. ¿Nunca jugaremos al béisbol? Yo no
soy precisamente Edgar Rentería, pero el béisbol es de hecho una actividad muy
recomendada para jóvenes autistas, e incluso existe Tarik
El-Abour, quien
es jugador profesional desde 2018. ¿Nunca escribiremos un poema?
Existen los
poetas autistas. ¿Nunca tendremos una cita? De hecho, muchos
podemos tener citas, relaciones sexuales y hasta familias, si lo que preocupa
al alcornoque es que estemos produciendo bebés.
Pero en cierta forma, enumerar estos hechos se puede sentir un poco como caer en su narrativa de que debemos ser personas productivas para ser consideradas dignas. Y no debería ser así. No deberíamos tener que comentar que, incluso si el autismo fuese causado por las vacunas, vale mucho más tener un hijo autista vivo que un hijo neurotípico muerto por sarampión. No tendríamos por qué estar defendiendo el derecho de nuestros compañeros con altas necesidades de apoyo a existir, y no tendríamos que dejar de reconocer nuestras propias necesidades de apoyo, por pequeñas que sean. El valor de un individuo no debería estarse enumerando por si es capaz de trabajar y pagar impuestos, o por tener una familia, sino porque se trata de un ser humano, y por lo tanto tiene el mismo derecho a recibir respecto y dignidad como cualquier otro. Los padres y las familias deberían poder encontrarse con un ambiente, con una sociedad, que pueda darles las herramientas para comprender y apreciar a sus miembros autistas, en lugar de estereotipos ignorantes y mensajes condescendientes.
La información que RFK Jr. ignora
La
importancia del lado humano en esta discusión no puede ni debe subestimarse.
Ahora, aquí también tenemos que hablar de cuestiones científicas, pues las
tesis de RFK Jr. tienen alcances médicos y biológicos con respecto a la
población autista, así que es necesario hablar de la evidencia que tenemos al
respecto. Y como el alcornoque toca diferentes temas en medio de sus delirantes
conferencias de prensa, hay que dividir la evidencia en tres secciones: lo que
entendemos del autismo como condición, lo que sabemos de las causas del
autismo, y lo que sabemos de su supuesto vínculo con la vacunación.
Lo que entendemos del autismo como
condición: médicamente, el autismo
se reconoce como una condición del desarrollo neurológico, es decir, que
influye en áreas del cerebro relacionadas a las emociones, la comunicación y la
capacidad de aprendizaje. Se manifiesta en concreto como diferencias persistentes
en las habilidades de interacción y comunicación social, así como en un
conjunto de patrones específicos, repetitivos e inflexibles de conducta,
intereses o actividades (ICD-11).
Sabemos también que se trata de una condición innata: es decir, que se nace
siendo autista, por lo que la idea de condiciones ambientales postnatales que
generen los rasgos del autismo no es aceptada, como veremos más adelante.
Algo importante que debo destacar es que se ha encontrado que las bases neurobiológicas entre las personas con lo que se conocía como autismo clásico y lo que se solía llamar síndrome de Asperger son las mismas, y este último era difícil de distinguir a través de criterios de diagnóstico del llamado autismo de alto funcionamiento. Por estas razones, todos estos diagnósticos fueron fusionados en 2013 en el trastorno del espectro autista. Lo de espectro se refiere a que las características del autismo se presentan en un amplio rango de niveles entre los pacientes, por lo que se suelen agrupan en tres niveles: autismo nivel 1 (se requiere apoyo), autismo nivel 2 (se requiere apoyo sustancial) y autismo nivel 3 (se requiere apoyo muy sustancial). Estos niveles no son siempre fijos, pues las necesidades de apoyo pueden variar en un individuo de acuerdo a diferentes contextos, por lo que puedes tener personas no verbales con un buen nivel de autonomía, y autistas verbales que puede necesitar mucha ayuda en un escenario social específico. Prácticamente no hay dos personas autistas iguales.
Esta
comprensión más robusta de nuestra condición no sólo ha permitido una mejor
capacidad de diagnóstico de autismo en menores de edad, sino que también ha
conducido al diagnóstico tardío de adultos que nunca fueron reconocidos como
autistas durante su crecimiento –como su servidor aquí presente- o que
recibieron un diagnóstico equivocado. También ha permitido reconocer que se
trata de una condición coocurrente con otras condiciones, como el TDAH,
epilepsia, dislexia, trastornos gastrointestinales, y así, y que las
probabilidades de que una persona sea autista es bastante alta. Estas
son las razones por las cuales las tasas de prevalencia de autismo se han
incrementado en los últimos años: contrario a lo que el
huevonauta afirma, mejores diagnósticos y un mejor entendimiento del autismo explican
mucho más de esta
prevalencia que un simple 25%. Otras causas relacionadas pueden
ser que muchas parejas están prefiriendo retrasar el tener hijos, pues la
probabilidad de tener hijos autistas se incrementa con la edad.
Y
eso que no hemos hablado del importante paradigma de la neurodiversidad, dentro
del cual el autismo no es un trastorno sino una variación natural dentro del
desarrollo humano, y se considera una discapacidad en un enfoque
biopsicosocial: es decir, tanto por sus características biológicas y
conductuales como por lo poco que la sociedad reconoce e integra a los
individuos diferentes. Por ello, algunos investigadores sugieren también
entender el autismo no como una serie de déficits, sino de diferencias motoras
y
procesamiento sensorial las cuales influyen en nuestra
interacción y comunicación con el resto de la sociedad, algo que puede
contribuir mejor a estrategias de integración y acomodación de nosotros dentro
del tejido social. Por supuesto, RFK Jr. mantiene una visión del autismo con al
menos media década de atraso: ya sería un milagro esperar que pueda saber algo
sobre el ICD-11 o el DMS-V.
Lo que sabemos de las causas del autismo: oficialmente, a día de hoy no tenemos una respuesta concreta sobre las causas del autismo. Lo que sí sabemos es que es de origen biológico y tiene una base genética muy fuerte: se han detectado entre 200-1000 genes candidatos del autismo, lo que sugiere que podría tratarse de una condición poligénica –es decir, como resultado de la interacción de varios genes- cuyos genes asociados pueden variar entre individuos, y que tiene una alta heredabilidad. 40-90% de los casos de autismo pueden rastrearse hacia mutaciones genéticas heredables, dentro de las cuales cerca del 50% se relaciona a variaciones genéticas comunes, y un 15-20% debido a mutaciones espontáneas. Todo esto refuerza la tesis de que el autismo es una condición biológica prenatal e innata.
Desde
sus inicios, se han buscado explicaciones en causas ambientales postnatales
para el autismo: la teoría de las “madres refrigerador”, que acusaba a la falta
de apego materno; el exceso de apego
materno; infecciones; exposición a diferentes químicos; luxación del atlas;
contaminación por moho; e incluso la dieta. Ninguna de estas hipótesis cuenta con respaldo científico, y muchas
no son más que propuestas creadas para vender tratamientos y falsas medicinas
que pueden llegar a ser peligrosas, bajo la promesa de que se puede “curar” a
los niños autistas. Y no puedo dejar de mencionar a los que también acusan que
existe un “contagio social” detrás del incremento percibido en la sociedad:
seguro que, de nuevo, es una crítica que se les hace muy familiar.
Esto
no descarta por completo que puedan existir causas ambientales prenatales (ojo:
énfasis en prenatales, no
postnatales) tras algunos casos de autismo, como infecciones en la madre, el
uso de medicamentos o contaminantes en el aire. Pero son factores que no pueden
explicar la creciente prevalencia de diagnósticos de autismo de la forma en que
lo hace una mejor comprensión de nuestra condición y mejores herramientas de
diagnóstico, por lo que, de nuevo, no se trata de ninguna epidemia como lo hace
ver RFK Jr.
Lo que sabemos del “vínculo” entre
las vacunas y el autismo: oh, las vacunas…
La idea que de las vacunas pueden causar autismo es uno de los principales
caballitos de batalla del movimiento antivacunas, y como buen representante de
ese grupo de delirantes anticientíficos y pseudocientíficos, era de esperarse
que RFK Jr. usaría la preocupación por el autismo y las inquietudes de muchos
padres como un vehículo para empujar su peligrosa agenda como una política de
salud pública.
Refresquemos la memoria. En 1998, Andrew Wakefield publicó un artículo en The Lancet donde presentaba la hipótesis de que la vacuna tripe viral estaba detrás de una serie de procesos inflamatorios y desarrollo de autismo en niños; en 2002, presentó otro artículo donde vinculó la vacuna del sarampión con el desarrollo de autismo. El primer estudio fue retirado muchos años después, cuando se demostró que Wakefield había falsificado datos y ocultó un importante conflicto de intereses al someter el documento; ambos estudios contienen serios defectos metodológicos. Posteriores estudios han desmentido los resultados de ambos estudios: pueden consultar una lista más o menos exhaustiva de revisiones sistemáticas sobre las vacunas y el autismo en este enlace.
Parte
del temor que se infundió por las vacunas fue porque se solía usar como
conservante el timerosal, el cual es un compuesto de etilmercurio, y como
sabemos el mercurio es altamente tóxico. Pero no es lo mismo el elemento puro
que sus átomos como parte de una molécula creando un compuesto. Piensen en la
sal, cloruro de sodio: a nadie sensato se le ocurriría beber cloro, pero como
parte del cloruro de sodio es una sustancia relativamente inocua con un papel
importante en nuestra dieta, y que en un consumo normal puede ser procesada y
eliminada por el cuerpo humano. Pasa lo mismo con el timerosal: es una
sustancia que puede ser eliminada sin problemas por el cuerpo, y en todo caso
se encontraba en cantidades muy menores en las vacunas.
La
realidad es que los estudios al respecto no
han encontrado un
vínculo causal entre
el timerosal y el autismo. Y en todo caso, desde 1999 se dejó de
usar como conservante de vacunas: las únicas donde todavía se puede encontrar
el timerosal son en algunas vacunas
periódicas contra la influenza. Está lejos a cualquier nivel de ser una
preocupación importante o un fundamento para oponerse a la vacunación, y es
sólo una pista falsa con la que los antivacunas siguen pretendiendo que existe
un debate, cuando la realidad es que la seguridad de la vacunación es una
ciencia establecida y sólida. Es por ello que recientemente se creó el Proyecto Integridad de las Vacunas (VIP),
liderado por instituciones médicas importantes, con el fin de difundir
información sobre la seguridad del uso de vacunas y combatir la desinformación
promovida por el HHS y la Casa Blanca.
Y no es que la evidencia al respecto le importe mucho al alcornoque, porque resulta que ni siquiera cree en uno de los pilares de la ciencia médica: la teoría germinal de las enfermedades. En su libro de 2021, The Real Anthony Fauci (El verdadero Anthony Fauci), un trabajo escrito para repudiar al ex asesor médico de Presidencia durante la crisis del COVID-19, RFK Jr. dedicó una sección entera a rechazar la teoría germinal a favor de la teoría del miasma, una hipótesis decimonónica según la cual las enfermedades son causa de vapores tóxicos emanados de materia en descomposición –de ahí viene el nombre de la malaria, pues se creía que esta condición venía del miasma en pantanos y zonas anegadas-. Para colmo la describe con las características de otra idea pseudocientífica, la teoría del terreno, la cual afirma que las enfermedades son causa de desbalances internos del cuerpo, y los microbios son inocuos siempre que se mantenga un equilibrio interno –si han escuchado a algún antivacunas reivindicando a un tal Antoine_Béchamp, sin duda promueve la teoría del terreno-. Es decir, el tipo es tan ignorante y cretino que es negacionista de los gérmenes, pero ni siquiera sabe bien qué pseudociencia quiere defender.
Y eso que ni siquiera hablé del rumor de que la vacuna MMR contiene células de fetos muertos, y al que el alcornoque aludió recientemente. Este
es RFK Jr., el secretario del HHS. Un sujeto conspiranoico, paranoico, con un
pensamiento arcaico, pseudocientífico y anticientífico, que se regodea en su
ignorancia mientras pretende hablar con la evidencia de su lado. Pero hay algo
incluso peor que se esconde detrás de su campaña en contra del autismo.
La “eugenesia blanda” tras los
discursos de Kennedy
Como
comenté antes, el orden y elección de palabras de parte de RFK Jr. deja
entrever ideas problemáticas sobre las discapacidades. Empezar a hablar de la “tragedia
autista” por los impuestos y el trabajo, y mencionar el costo que representamos
para el país, es enfocarse en la productividad antes que en nuestras
necesidades. Sugerir que nunca iremos a citas es otro de esos guiños a la
obsesión con que la población no se reproduce lo suficiente, y necesitamos
nuevos niños para el futuro. Y por supuesto, todo eso alimenta la visión de que
debemos existir menos autistas en la sociedad, lo que resuena mucho con el tono
que maneja el movimiento antivacunas y el enfoque del HHS bajo el mando del
alcornoque en general, algo a lo que Derek Beres y Matt Remski, de Conspirituality Podcast, se refirieron en su
octavo episodio como eugenesia
blanda.
Para quienes no lo saben, la eugenesia es una visión que busca mejorar los rasgos hereditarios de la población, normalmente a través de intervenciones selectivas, como limitar la fertilidad de aquellos sectores de la población que se consideran “inferiores”, a través de diferentes estrategias que pueden ir desde el control de natalidad hasta la esterilización forzada. Fue una mentalidad que influyó mucho en el darwinismo social, y fue una columna importante detrás de las leyes raciales y reproductivas en la Alemania nazi. Se ha intentado rehabilitar en décadas recientes a través de la llamada eugenesia liberal, que busca aprovechar la genómica y la edición genética para tratar enfermedades hereditarias sin intervención coercitiva, sólo decisión voluntaria individual, lo cual genera debates sobre clasismo y la capacidad de poder acceder libremente a estas tecnologías. Pero en general es un campo que sigue siendo cuestionado por temas de pseudociencia y el racismo científico que ha resurgido en los últimos años, y existen igualmente objeciones éticas y científicas al respecto.
Obviamente,
la eugenesia blanda no aboga por el exterminio de ciudadanos considerados
débiles e inferiores, como en la Alemania nazi, o por la esterilización forzada
de sectores enteros de la población, como en el Perú de Alberto Fujimori. Es
decir, no se está proponiendo un papel activo en la eliminación de los “no
aptos”. En su lugar, trabaja
desde un enfoque frío y desinteresado de darwinismo social, en
el cual se debe dejar que “la naturaleza y la selección” hagan su trabajo. Bajo
estos términos, por ejemplo, se desalientan las campañas de vacunación a favor
de una inmunidad de rebaño que se alcance naturalmente, y un enfoque individual
en el cuidado y la alimentación. Si un niño enferma de sarampión y muere,
entonces no era lo bastante fuerte, no se cuidó lo suficiente, no estaba bien
alimentado, era decisión divina. Si los ancianos y personas con enfermedades
crónicas –es decir, miembros “menos productivos” de la sociedad- son los más
susceptibles a epidemias como el COVID-19, entonces las medidas de
confinamiento y reducción del trabajo presencial no deberían ser implementadas,
pues afectaría el rendimiento de los más jóvenes. Se trata de un cálculo
utilitario e individualista, donde no hay acciones colectivas ni determinantes
sociales de salud: es tu deber, tu
responsabilidad y tu decisión mantenerte sano, no del gobierno en invertir
en grandes planes y campañas de salud.
¿Cómo se relaciona esto con los comentarios de RFK Jr. acerca del autismo y su comunidad? Recalco de nuevo la retórica sobre productividad y gasto público de la población discapacitada, dentro de la cual nos encontramos por supuesto los autistas. Esto refleja mucho el discurso de los “comedores inútiles”, la retórica con la que el Partido Nazi alemán buscó eliminar a aquellas personas discapacitadas o con enfermedades hereditarias crónicas bajo el argumento de “salvaguardar la salud hereditaria del pueblo alemán” y librarse de “la carga sobre el trabajador alemán”. Hubo grandes esfuerzos de propaganda y argumentación al respecto, culminando en el programa Aktion T4, que bajo el eufemismo de “eutanasia” asesinó entre 250-275.000 personas discapacitadas, con condiciones mentales o que estuviesen bajo cuidado médico por más de cinco años.
“Tú estás cargando
esto también”. Parte de la propaganda nazi de la época en contra de
enfermos y discapacitados.
Esto
no es una exageración.
El alcornoque no está aclamando por la eliminación física de las personas
autistas, pero no sólo su énfasis económico y tributario llama a la memoria
tales discursos, sino que además el aferrarse a estereotipos sobre el autismo
busca separar a la población autista de nuevo entre personas “funcionales” y
autistas “profundos” que representan una carga social. De nuevo, aquí hay
muchos reflejos con las acciones de la Alemania nazi. Consideren esto: lo que
se conocía como síndrome de Asperger nació como diagnóstico en esa nación,
cuando Hans Asperger se dio a la tarea de clasificar y distinguir a aquellos
niños autistas que podían realizar tareas de aquellos que eran “inútiles” para el
régimen, los cuales eran enviados a ejecución. La sombra hitleriana pesa
fuertemente detrás de los viejos criterios de clasificación del autismo, y es
otra razón por la que el diagnóstico de Asperger fue eliminado, aunque algunos
autistas todavía se resisten al cambio –algunos, no todos, actuando
precisamente como supremacistas-.
Y estas son ideas que no sólo se encuentran en EE.UU.
El rechazo y la discriminación hacia la comunidad autista, en especial contra
aquellos con altas necesidades de apoyo, es algo que vemos en muchos otros
países y escenarios, y esgrimido no sólo por figuras políticas, sino a menudo
incluso por los propios padres y familiares de autistas. Pero cuando una figura
tan importante como el secretario de salud de la nación más poderosa del
planeta promueve desde su estrado un discurso capacitista y con altas vibras de
eugenesia, sin tener en cuenta ni necesidades ni acomodaciones para una
población tan vulnerable, tenemos que ser mucho más firmes que nunca en
rechazarlo.
Porque estos intentos de clasificar y designar como
indeseables y cargas a un sector de la población, de asignarles un valor de
acuerdo a su capacidad laboral y el gasto público que representan, no se tratan
de etiquetas científicas, sino de un estatus designado socialmente. Y como tal es una clasificación volátil,
altamente subjetiva y peor, propensa a ser utilizada para decisiones
peligrosas, porque la ilusión de objetividad lleva a justificar conclusiones
irracionales. Tal como el comenta el oncólogo David Gorski, de Science-Based Medicine, cabe preguntarse
cuánto tiempo pasará antes de que la eugenesia blanda empiece a endurecerse.
Conclusiones
Hace
unos días, el HHS ya dio un indicio de lo que viene en cuanto al estudio
proyectado sobre el autismo, pues se publicó su informe sobre disforia de
género, el cual tuvo apenas tres meses de preparación. Si bien todavía no he
podido leerlo, revisiones
preliminares y la
declaración oficial de la WPATH ya sugieren que se trata de un
desastre que combina desinformación con recopilación y análisis sesgado de
datos. Teniendo esto en cuenta, podemos esperar que, a pesar de contar con el
doble de tiempo, la revisión propuesta por RFK en cuanto al autismo no será un
documento decente.
La
invitación entonces, tanto para científicos e investigadores como para la
propia comunidad autista, es a mantenernos vigilantes ante los ataques del
alcornoque pseudocientífico. Necesitamos combatir tanto la desinformación que
promueve sobre el autismo y la vacunación como los estereotipos y la visión
fatalista y trágica sobre nuestra condición. Es nuestro deber mantener la lucha
en todos los frentes, en mantener el poder de actuar como comunidad, y seguir
mostrando que somos seres humanos tan dignos de respeto y apoyo como cualquier
otro. No hay ninguna estadística defectuosa o cifra pública de inversión que pueda
arrebatarnos eso.
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