No, no existen las razas humanas
Introducción
Hace
un par de años decidí
hablar en el blog sobre uno de los mitos más persistentes en la
población general: la idea de que existen las razas humanas como entidades
biológicas reales. En ese artículo, si bien pretendía hablar en un sentido
general sobre diferentes mitos que existen relacionados con la evolución
(pueden encontrar otros en
esta traducción), me enfoqué en el de las razas porque es uno
con implicaciones sociales importantes, y una forma de combatir los discursos
supremacistas es hablar de lo que nos muestra la evidencia biológica al
respecto.
Tristemente,
desde que publiqué esa entrada he visto incrementarse en redes sociales –especialmente
en Twitter/X- las exhibiciones de racismo vulgar y descarado, desde personas
que creen que sólo con el color de la piel pueden demostrar que las razas son
reales y la biología se equivoca al no reconocerlas, hasta pútridos supremacistas
que aseguran que las poblaciones negras son una especie diferente de humano.
Ese es el lamentable escenario en el que nos encontramos hoy en día.
Por
ello, considero necesario desarrollar más sobre el mito de la raza, qué nos
dice la ciencia al respecto, y por qué estamos prácticamente seguros de que se
trata de sesgos y construcciones sociales. Esto requiere ponerse un poco más
técnico de lo que fui en la entrada anterior, pero trataré de explicar los
términos y conceptos que voy a usar de modo que esta entrada sea amigable para
el lector. Pondré entonces una serie de preguntas bastante comunes sobre el tema
y responderlas de forma detallada, de modo que este documento quede como una
fuente futura para quienes deseen informarse bien al respecto.
-¿Qué es raza?
Hay
al menos dos acepciones en ciencias. Para la biología, se trata de un rango
informal inferior a subespecie, y que no está claramente definido; quienes lo aplican
lo hace de acuerdo al enfoque de su trabajo, el cual puede ser geográfico,
fisiológico o cromosómico. Es mucho más común de emplearse en plantas que con
especies animales no domésticas, pero en general no es un concepto que se ocupe
mucho.
-¿A qué llamamos raza en nuestra especie?
En
biología humana, las razas son categorizaciones basadas en rasgos físicos compartidos.
Hay cosas en las que creo que no vale la pena repetirse demasiado, así que para
esta pregunta me citaré a mí mismo en el artículo de hace dos años:
“El concepto de dividir a la población humana de acuerdo a fenotipos visibles como el tono de la piel o los rasgos faciales no es nuevo, pues desde tiempos antiguos algunas culturas consideraban que los seres humanos tenían diferentes ancestros, y tras la Ilustración este concepto se formalizó como poligenismo (en oposición al monogenismo, la hipótesis de que todas las poblaciones humanas compartían un ancestro común). Durante los siglos XVIII y XIX, el trabajo del naturalista francés Georges Cuvier, considerado padre de la paleontología de vertebrados y el concepto de extinción, desarrolló la hipótesis de que existían tres razas humanas con diferencias discretas (es decir, rasgos distintos y claramente separados): los caucásicos (blancos), los mongoloides (amarillos) y los etíopes (negros).”
Quienes intentan parecer más sofisticados intentan subdividir estos tres conjuntos propuestos en otras poblaciones, a las que se refieren como microrrazas u otras razas diferenciadas. Pero en general, las propuestas realistas raciales –es decir, que consideran que las razas humanas son entidades biológicas reales- regresan siempre a esas tres grandes divisiones; en ese sentido, incluso rebuscando argumentos científicos, realmente no han cambiado mucho de molde en siglos.
-¿Existen las razas humanas?
Hablando en un sentido biológico, no. A lo largo de los siglos se han intentado establecer rangos diferentes no sólo basados en el tono de piel, sino también en inteligencia, craneometría, volumen cerebral, fuerza física e incluso el tamaño del pene (te veo a ti, Phillip Rushton). Ninguno de estos rasgos presenta una división discreta a nivel morfológico o genético que se corresponda con los grupos descritos como razas en el ser humano, y los estudios que dicen demostrarlo siempre han demostrado tener manipulación y falsificación de datos, correlaciones espurias y metodologías defectuosas; el caso más reciente demostrado es el de la base de datos nacionales de coeficiente intelectual de Richard Lynn.
-Pero yo puedo salir a la calle y ver diferentes tonos de piel. ¿Cómo es que eso no son razas?
Para que se pueda considerar una raza biológicamente significativa, debe cumplir con dos características importantes: que haya menos variación genética dentro del grupo que entre el mismo grupo con otros, y que tenga una historia evolutiva particular. Ninguna de estas características se cumple con Homo sapiens; los grupos propuestos socialmente como razas cuentan con muy poca variación genética entre ellos a pesar de su distancia regional y geográfica, en comparación con otras especies; aproximadamente el 85% de la variación genética total humana se encuentra dentro de las poblaciones. Es decir, hay más variación entre poblaciones de chimpancés dentro de África que entre humanos de África y Europa, aun cuando los fenotipos parecieran decirnos algo diferente. Somos más similares entre poblaciones "raciales" que diferentes a nivel genético.
En
cuanto a historia evolutiva, la evidencia genética nos dice que tenemos un
origen común: poblaciones que migraron de África hace miles de años y se fueron
dispersando a través de los continentes. No hay eventos evolutivos particularmente
destacados para las poblaciones que normalmente describimos como razas, algo
que las pueda diferenciar de las otras, pues somos una especie relativamente
joven, así que no hemos tenido tiempo de acumular variación genética al mismo
nivel de otras especies. Por lo tanto, por mucho que podamos observar diferencias
entre las personas, estas no se corresponden con algo que biológicamente podamos
llamar razas.
Hablando en específico de los tonos de piel, su variación depende de un grupo de genes, los cuales son los mismos en todas las poblaciones. La forma en que los tonos varían es adaptativa y se asocia a tres factores importantes: la incidencia de rayos UV en la región, la geografía y, en algunos casos, la dieta. Creo que ustedes pueden hacer la asociación de que a mayor radiación solar, más oscura tendera a ser la piel en las poblaciones, y es algo que podemos observar consistentemente a nivel geográfico a través de los continentes, lo que rompe con la división clásica de razas. Por otro lado, cierto nivel de radiación solar es necesaria para producir vitamina D, importante en la absorción de calcio para los huesos; es por ello que en zonas más frías, la adaptación fue de tonos de piel más claros que permitan que una mayor cantidad de los pocos rayos solares penetren la piel. Finalmente, algunas poblaciones árticas como los inuit tienen tonos de piel más oscuros gracias a que su dieta marina es otra fuente importante de vitamina D, y durante el verano reciben una gran cantidad de rayos UV por el efecto albedo del hielo y la nieve.
Mapa que muestra un gradiente en los tonos de piel de
las poblaciones humanas de acuerdo con la latitud. Tomado de Gibbons et al
(2014).
-¿Qué es eso de la evidencia genética? ¿Existen
diferencias entre las poblaciones que llamamos razas?
Se
han evaluado las poblaciones humanas teniendo en cuenta la genética de acuerdo a
la estructura poblacional y la variación genética. Como expliqué antes con la variación,
si las poblaciones humanas estuviesen divididas en subgrupos consistentes con las
razas históricas, entonces el mayor porcentaje de la variación genética tendría
que ubicarse entre las poblaciones, pero los estudios han mostrado que es mucho
mayor dentro de las poblaciones, es
decir, entre los individuos.
En
cuanto a la estructura poblacional, se refiere a la composición de individuos
dentro de una población, la cual puede diferenciarse de acuerdo a las frecuencias
alélicas. Se puede medir a través de diferentes herramientas, como los análisis
de varianza molecular (AMOVA) y el índice de fijación o diferenciación pareada
(Fst). El AMOVA permite determinar la diferenciación dentro y entre poblaciones
a través de marcadores genéticos –mutaciones raras de ADN que se transmiten a través
de generaciones-, y es a través de estos análisis que hemos detectado que la mayor
parte de esa diferenciación se encuentra entre individuos, no entre las poblaciones.
Por
su parte, el Fst es la proporción de la varianza genética total contenida
dentro de una subpoblación relativo a la varianza genética total; es un valor
de distancias genéticas. Los valores
de este índice van de 0 a 1: 0 significa que se comparte completamente el material
genético y las poblaciones son completamente idénticas, mientras que 1
representa que las poblaciones están completamente aisladas; se considera que
este 1 nunca es alcanzado, pues siempre hay señales de cruzamiento pasado en las
poblaciones presentes. En mamíferos, los valores de Fst típicamente se encuentran
en el rango de 0-0,25; entre más cercano sea a 0, significa que las poblaciones
comparten material genético y hay un alto nivel de cruzamiento, mientras que valores
cercanos o superiores a 0,2 indican que hay cierto nivel de aislamiento entre las
poblaciones.
Eso
no significa que no existan diferencias genéticas entre poblaciones, pero no
son suficientes para ser evidencia de grupos raciales, y no se ajustan tampoco a
los agrupamientos que se suelen hacer como raza. Pensemos por ejemplo en la anemia
de células falciformes, que se suele considerar una enfermedad de “raza negra”,
pero al estar relacionada con las áreas donde la malaria es endémica, se
encuentra presente en las poblaciones del centro y occidente de Africa, el
Mediterráneo y Arabia, mientras que se encuentra completamente ausente en las
poblaciones del cuerno y el sur africano. Es decir, es una afección que puede
ser frecuente en poblaciones que no son consideradas negras, y está ausente en
otras que sí lo son, por lo que ser “negro” no es condición suficiente para
considerar un nivel de riesgo de padecerla.
-¿Y qué nos dice el valor de Fst en las
poblaciones humanas?
En
seres humanos, se ha estimado que las poblaciones, al dividirlas en los
subgrupos correspondientes con las razas ‘clásicas’, cuentan con una distancia
genética muy pequeña, entre <0,1-0,15, lo que indica que no se encuentran
estructuradas de forma consistente con estas divisiones, y por lo tanto no se
sostiene la idea de que existan razas biológicas. Y sé que algunos “heterodoxos”
(cof, racistas, cof) podrían querer mencionar como objeción ese meme circulando
en Internet que muestra una tabla donde el Fst entre el lobo y el coyote es de
0,153, comparándolo con un Fst similar entre una población europea blanca y una
africana. Pero esos valores son tomados de forma desinformadora: el primer caso
viene de un estudio a nivel genómico del lobo oriental y el lobo rojo, dos
cánidos cuyo estatus como especie es complicado debido al nivel de hibridación
que presentan ambos organismos con el lobo gris y el coyote, quienes también
hibridan entre sí, de modo que no se puede comparar con las poblaciones humanas
tan sólo por el valor de un índice. El estudio sugiere que la radiación de los
cánidos en Norteamérica es un evento relativamente reciente, e insta a que el
Acta de Especies en Peligro considere los eventos de mestizaje y los procesos
evolutivos de las especies en la toma de decisiones sobre enlistar o retirar
especies protegidas.
Debe
tenerse en cuenta también que el Fst es un valor dependiente de los marcadores
genéticos usados y los loci utilizados; también deben tenerse en cuenta ciertas
covariables como frecuencias alélicas, tamaños de muestra y la historia
evolutiva, todos parámetros que pueden inflar o reducir de modo impreciso las
cifras del Fst. Por lo tanto, no son valores que puedan compararse entre
diferentes especies, marcadores y metodologías. Las medidas de varianza genética
son métricas, pero no límites biológicos u ontológicos significativos, por lo
que no hay realmente un valor umbral para designar una raza o una subespecie. Y
en cualquier caso, los estudios de secuenciación genómica han demostrado que
los seres humanos somos similares en cerca de un 99,9%. Simplemente, no hay bases
genéticas para respaldar la idea de que nos dividimos en razas como se ha demarcado
históricamente.
-Pero entonces, ¿no existen subpoblaciones más
pequeñas que podamos considerar razas?
A través de herramientas como el programa structure se ha observado en el pasado que se pueden obtener varios clusters genéticos en estudios genómicos que podrían tomarse como subpoblaciones. No obstante, en dichos estudios se puede observar que la ancestría de los individuos tiende a ser muy plural –es decir, un individuo puede tener membresía en múltiples clústers-, y los criterios utilizados para designar unas pocas poblaciones estructuradas no descartan que la estructuración pueda ser mayor, por lo que acaba siendo una decisión más subjetiva y dependiente del estudio y lo que busque responder que de la evidencia en sí. Esto a lo que Kaplan y Winther se refieren en su artículo de 2014 acerca de la realidad de las razas como constructos convencionalistas. Pueden encontrar un resumen más detallado de este artículo, y un comentario detallado sobre el papel social de las razas, en la primera entrada que mencioné al inicio de esta.
Clustering de estructura poblacional de 54 poblaciones
muestreadas, donde K es el número de poblaciones propuestas. Cada línea vertical
es un individuo: el color representa la ancestría con una población. Tomado de
Rosenberg et al (2002).
Aquí
hay que entender algo: la estructura
poblacional no es lo mismo que una división en razas o subespecies, porque
cualquier diferencia pequeña puede usarse para indicar varianza. Por ejemplo,
podríamos tomar un grupo de familias, y según sus variantes genéticas raras cada
familia podría colocarse en un clúster genético propio en el programa. Pero
esto no significaría que debamos considerar a cada familia una raza propia;
sólo está mostrando la forma en que se diferencian a través de esas variantes raras.
¿Se entiende lo que quiero decir? Un análisis en structure te puede mostrar que
tu set de datos podría diferenciarse en cinco, diez o 54 diferentes clúster,
pero no significa que dichos clúster tengan diferencias genéticas a un nivel
que puedan ser designados como aquello que entendemos como razas.
-Hay personas que dicen incluso que somos
especies diferentes. ¿Qué dice la ciencia al respecto?
Que
quienes afirman esto son supremacistas blancos y neonazis. Cualquier biólogo
profesional que no se ría en su cara dirá que si con un nivel de similitud
genético de 99,9% entre los seres humanos no se puede respaldar el concepto de
que existan razas biológicas, mucho menos puede suponerse siquiera que estas
correspondan a especies diferentes. Eso requiere una confianza absurda en
observaciones fenotípicas superficiales y, como ha ocurrido en el pasado e
incluso tiempos recientes, falsificación de datos.
-¿Y podría tratarse de subespecies, como en
otros animales?
Creo que pueden intuir nuevamente que, dada la diversidad genética mayor dentro de grupos que entre los grupos, hablar de subespecies de acuerdo a rasgos fenotípicos tampoco tiene mucho sentido. Sin embargo, aquí vale la pena hablar un poco más a detalle, porque existe un debate sobre si Homo sapiens ha tenido otras subespecies. Es un hecho que los humanos anatómicamente modernos, los que podrían ser referidos como Homo sapiens sapiens, existen desde hace unos 300.000 años, y a ellos pertenecemos todas las poblaciones humanas actuales. Por otro lado, se ha propuesto como una subespecie extinta a unos restos humanos hallados en la Formación Bouri, el llamado hombre de Herto, con el nombre Homo sapiens idaltu, y todavía existe discusión sobre si el hombre de Neanderthal y Homo floresiensis son especies distintas o deberían considerarse subespecies –la tendencia general es que el neandertal es una especie propia; es menos claro con H. floresiensis-.
Cráneo del hombre de Herto.
Parte
del problema es que las definiciones de especie y subespecie son complejas y
dependientes del estudio o el caso con el que se esté trabajando, y cuando se
trata de cronoespecies (etapas distintas dentro del continuo de un mismo linaje
evolutivo), como se sugiere que es el caso del hombre de Herto, el tema es
incluso más complicado. Sabemos que H.
sapiens posee cierto porcentaje de ADN de origen neandertal y denisovano
(otra población de Homo cuyo estatus
como especie es confuso), pero también es cierto que especies cercanas pueden
hibridar entre sí, por lo que esto no debería sorprendernos demasiado.
En
cualquier caso, toda la evidencia disponible nos sugiere que no existen otras
subespecies existentes de H. sapiens,
por lo que insistir en un escenario similar para distinguir entre las supuestas
razas es otro ejemplo de las tendencias racistas tras sus proponentes. Tengamos
en cuenta que somos una especie relativamente joven, con un período de vida largo,
y altamente adaptable, por lo que se requiere mucho tiempo para acumular
suficientes variantes genéticas que puedan contribuir a la formación de
subespecies.
-Pero los perros tienen razas, y son la misma especie. ¿No podría ser un caso similar en humanos?
No,
no lo es, por varias razones. En primer lugar, cuando hablamos de “razas” en animales
domésticos, lo que estamos usando es un criterio operacional para distinguir
entre variedades seleccionadas, no un rango taxonómico bien delimitado. Y esto
nos lleva a lo segundo: las razas en animales domésticos como los perros son el
producto de selección artificial, la cría bajo condiciones controladas, enfocada
en obtener determinados rasgos que sean favorables a una necesidad humana, como
la producción de carne o leche, la fuerza física para realizar tareas, la
docilidad o la agresividad, o simplemente por cuestiones estéticas. No es un
escenario comparable a los procesos evolutivos que han sufrido otras especies a
lo largo de su historia, y es por supuesto distinto a una especie como la
nuestra, cuyas poblaciones se entrecruzan constantemente a lo largo de su
historia.
En
tercer lugar, las razas tampoco representan subespecies distintas: la variedad
doméstica de una especie silvestre es considerada una subespecie en sí, es
decir, que todas las razas de perro hacen parte de una misma subespecie, Canis lupus familiaris, a pesar de su amplia
variedad fenotípica. En cuarto lugar, el origen de estas variedades domésticas
en algunos casos corresponde a más de un evento de domesticación: es decir, que
la especie (o especies) silvestre original fue domesticada dos o más veces a través
del tiempo y la geografía, de modo que es una situación distinta a la
dispersión que dio lugar a las diferencias –y similitudes- que podemos ver
entre poblaciones humanas.
La
evidencia genética también nos refleja que el perro y el humano son casos
distintos. Mientras que para los segundos, los mayores niveles de varianza
genética se encuentran dentro de los grupos que entre ellos, en el caso de los
perros la varianza genética es mucho mayor entre los grupos que dentro de los
mismos: es decir, hay mucha más variación genética entre las razas de perros
que entre las razas hipotéticas de humanos. En contraste, la diversidad genética
es muchísimo mayor en la especie humana que en las razas de perros, lo que no
debería sorprendernos, pues hablamos de un organismo domesticado y seleccionado
por rasgos específicos. Entonces, no: el caso de las razas de perros es un
pésimo predictor de lo que ocurre en nuestro caso, y al compararlos sólo
obtenemos más evidencia de que las razas biológicas humanas no existen.
-¿Por qué hay trabajos de medicina en donde se dividen las poblaciones
de modo similar a las razas?
Porque
algo importante que se tienen en cuenta en estos trabajos es la ancestría, la información genética acerca
de los individuos/poblaciones de los cuales se desciende, y su relación
biológica con uno. Es una información importante a considerar porque, como
dijimos, sí es verdad que existen enfermedades y condiciones de origen genético
cuya frecuencia es mayor en regiones o poblaciones determinadas, y por lo tanto
conocer la ancestría de un individuo o de la población muestra de un estudio
permite evaluar factores de riesgo de tales condiciones de salud. También es
cierto que en países como Estados Unidos la división de la población en grupos
raciales es un tema histórico que se sigue manteniendo a nivel de salud, tanto
por cuestiones de ancestría y factores de riesgo como de acceso.
Sin embargo, combinar ancestría y raza es algo equivocado, como explican Cerdeña et al (2022), quienes cuestionan tanto la reificación de conceptos biológicos de raza a través de los resultados simplificados que ofrecen compañías de prueba genómica directas al consumidor como la subestimación de la diversidad genética entre barreras continentales. En sus palabras, es complejo evaluar el riesgo de enfermedades a través de la ancestría continental debido a que la mayoría de la diversidad genética humana viene de mutaciones aleatorias y efecto fundador, muchas enfermedades complejas exhiben complejas interacciones gen-por-ambiente, las estimaciones de ancestría africana a menudo ignoran que la mayor parte de la diversidad genética humana se encuentra en este continente, y los patrones globales de migración y entrecruzamiento de las poblaciones afectan la utilidad de la ancestría continental como predictor del riesgo de enfermedades. Las autoras también advierten sobre lo poco informativa que es la autoidentificación con una raza en particular y señalan la importancia de considerar el impacto de las dimensiones individuales del racismo estructural en las inequidades de salud, las cuales pueden ser enmascaradas a través de cierto determinismo biológico nacido del mal uso del concepto de ancestría.
Ancestría global. Tomado de Royal et al (2010).
En
general, es altamente confuso a nivel metodológico y de interpretación de
resultados tanto equivaler “ancestría” con “raza” como usar ancestría sin una
clara definición, algo que puede lugar a que se aplique desde una concepción
más social que biológica. Es por esto que, en particular, me molesta el
artículo de Coyne y Maroja sobre “subversión ideológica”, que entre
sus ejemplos menciona el hecho de que las razas se llamen constructos sociales:
porque hace un trabajo descuidado en distinguir entre los métodos y resultados
que se pueden obtener a través del proceso científico, y lo que realmente
podemos interpretar a partir de ellos. En concreto en el caso de la raza,
mezclan raza, etnia y ancestría como si fuesen equivalentes aproximados,
sobrestiman la capacidad predictiva de métodos como el GWAS –de esto hablé en
una entrada anterior-, y parecen caer en esta reificación que
denuncian precisamente Cerdeña et al, pues aunque son ambiguos sobre el
concepto de raza en sí, el texto sugiere que la evaluación e importancia de la
ancestría y los clústers étnicos en estudios médicos y evolutivos validan de
algún modo el antiguo concepto racial. Y eso sin mencionar el descarado
blanqueamiento que hacen del psicólogo racista
Bo Winegard.
Pero
volvemos a lo mismo que hemos comentado a lo largo de esta entrada: el poder
estructurar las poblaciones humanas en determinados grupos, y que con estos
grupos se puedan identificar variantes genéticas de interés, no es equivalente
a que tales grupos se correspondan con diferencias discretas que delimiten algo
que pueda considerarse como una raza o subespecie. La evidencia genética y
evolutiva nos señala continuamente que nuestras diferencias genéticas
poblacionales son muy pequeñas, y que nuestra historia evolutiva es muy
reciente como para dar lugar a una estructuración tan marcada que se pueda
considerar racial. Seguir insistiendo en que hay un valor biológico en el
concepto de raza no sólo es peligroso, es simplemente poco científico.
-¿Son las etnias lo mismo que las razas?
No.
Me cito de nuevo para dejarlo claro.
“Una etnia es un grupo poblacional que comparte una misma identidad basados en aspectos sociales como ascendencia, lenguaje, tradiciones, religiones, etc. Si bien es cierto que muchos grupos étnicos sí comparten una ascendencia genética común, en otros su herencia es más mixta, pues al final un grupo étnico es un aspecto socialmente construido, sea por herencia o imposición. O sea, puede indicar diferencias genéticas, pero en todo es un término antropológico más asociado a lo sociocultural que a la biología, que es lo que suele pretender el uso de “raza”, así que es más adecuado no considerarlos equivalentes.”
Ahora,
debe decirse que en algunos estudios genéticos se tiene en cuenta la ancestría
étnica antes que la continental. De hecho, algunos incluso recomiendan que una
ancestría étnica específica (por ejemplo, Igbo o wayuu) puede ser mucho más
informativa que centrarse en etiquetas más generales como “ancestría” africana
o “ancestría amerindia”. Pero de nuevo, esto no es lo mismo que decir que
exista una raza Igbo o una raza wayuu, sino que poder tener la información
étnica también puede otorgar un contexto histórico más específico y muy útil en
este tipo de investigaciones.
Conclusiones
Hablar
de todos estos temas muchas veces genera la reacción “¡es que quieren censurar
la ciencia y la investigación!”. Nada de eso. Investigar la historia evolutiva,
la ancestría y la varianza genética entre las poblaciones no deja de ser
importante, y creo que no hay que tener miedo a encontrar la base genética tras
diferencias entre poblaciones. Pero trabajar desde el hipotético de que existe
un componente biológico real detrás de las definiciones raciales es limitante,
poco profesional, y definitivamente engañoso. Y no estamos contribuyendo a
proteger la calidad de las ciencias si ignoramos el resurgimiento del racismo
científico, que intenta escudarse bajo eufemismos como “realismo racial”,
dentro de nuestra propia cancha profesional.
Esto
tampoco significa que todo el que pregunte si las razas son reales o si es un
caso parecido al de las razas de perros o las subespecies en otros animales es
consciente o voluntariamente racista. A menudo puede ser simplemente una
persona confundida, que desconoce cómo trabaja la genética y la evolución, y no
tiene idea de todo el debate científico que existe sobre el tema. Por eso
quiero que este texto quede como una guía práctica sobre algunas de las dudas
que existen acerca del tema racial, y que pueda servir para orientar a quienes
tienen inquietudes honestas al respecto.
Decir
que las razas son un constructo social, y que existen marcos de delimitación
mucho más precisos para usar cuando se realizan estudios biológicos y médicos,
que no se traducen en diferencias genéticas o evolutivas que se puedan
considerar grupos raciales, no es ninguna subversión ideológica. Tenemos que
dejar de pretender que los avances en tiempos recientes de cuestiones
científicas son siempre viciados por discursos políticos e ideológicos. Muy a
menudo, no son más que la expresión objetiva del quehacer científico que
algunos tanto dicen querer proteger.
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