¿Qué es la teoría Neandertal del autismo?

 

La genética y evolución del autismo son temas interesantes, y no tan explorados como se creería. Sabemos, por supuesto, que se trata de una condición fuertemente hereditaria.  Teniendo esto en cuenta, se ha propuesto, por ejemplo, que la presencia de genes antiguos asociados con TEA indicaría un papel importante de rasgos como memoria excepcional y una percepción sensorial más intensa en los grupos sociales de los humanos tempranos.

Pero un detalle que puede confundir a algunos es que el TEA sería otro caso de “paradoja evolutiva”: un rasgo -o conjunto de rasgos, en este caso- que resulta siendo bastante frecuente en la población actual a pesar de que debería corresponderse con un bajo éxito reproductivo. Así, las hipótesis evolutivas sobre el autismo deben tener en cuenta no sólo cómo los rasgos asociados con nuestra condición interactuaron en la organización social de nuestra especie, sino también cómo se ha podido mantener hasta la actualidad en nuestra especie. Una que he visto recientemente, aunque ya tiene un tiempo rondando, es la llamada teoría Neandertal.

Hagamos un pequeño repaso. El neandertal (Homo neanderthalensis) era una especie de humano arcaico que existió hace cerca de 230.000 años, y llegó a convivir con los humanos anatómicamente modernos hasta hace cerca de 40.000 años. Eran físicamente más robustos y bajos que los Homo sapiens, adaptados a un clima más frío; parece que convivían principalmente en clanes familiares, eran buenos cazadores, tenían una tecnología bastante sofisticada, y se ha demostrado que no sólo cuidaban de los enfermos, sino que también podrían haber tenido creencias espirituales y pensamiento simbólico. A día de hoy las causas de su extinción son motivo de debate: se han propuesto hipótesis como el cambio climático por el final de las glaciaciones, el impacto de las enfermedades, una competencia con los humanos, o quizás una combinación de estos y otros factores, pero no se sabe con certeza.

Lo que sí sabemos es que los neandertales no sólo tuvieron contacto con los humanos modernos, sino que además se entrecruzaron con ellos. Se ha calculado que el porcentaje de introgresión genética neandertal en el genoma humano es de 0,3-4%, o incluso hasta un 7%, siendo más frecuente por ejemplo en genomas eurasiáticos, melanesios y amerindios, y mucho más rara en poblaciones subsaharianas. La introgresión es fuente de variables genéticas adaptativas asociadas al metabolismo, el sistema inmune, variaciones en la pigmentación de la piel y la morfología del cabello, así como del tamaño y funcionamiento cerebral.

La relación entre la capacidad de los humanos arcaicos y el autismo se ha notado desde hace tiempo. Al menos ya en 2008, Nicolas Humphrey señalaba las similitudes entre la habilidad gráfica de una niña autista y el arte cavernario, aunque en un contexto más bien negativo, indicando que entonces dicho arte no podía ser entonces evidencia de que los humanos del Paleolítico tuviesen mentes “modernas”.

Pero la formulación más temprana de la teoría Neandertal proviene de 2001, en un texto escrito por el investigador independiente Leif Ekblad. En el documento -que ha recibido modificaciones a lo largo de los años-, señala varios vínculos entre rasgos neandertales y la neurodiversidad, como preferencia por ciertos climas, desórdenes afectivos estacionales que pueden asociarse a adaptaciones invernales, diferencias en lenguaje, evasión de contacto visual -rasgo que es común a la mayoría de los mamíferos-, sensibilidad al dolor y funciones ejecutivas. Ekblad ya afirmaba entonces que dichos rasgos son adaptaciones específicas, y que la neurodiversidad no es más que una variación humana perfectamente funcional.

Entonces, ¿qué es en sí la teoría Neandertal del autismo? Bien, se trata de que los rasgos asociados al autismo provienen parcialmente de herencia neandertal, y que se incorporaron en Homo sapiens a través del entrecruzamiento con la otra especie. No sólo eso, sino que también es probable que los rasgos sociales y culturales que se han identificado en los neandertales, como la expresión pictórica, la organización social en pequeños grupos con poco o ningún contacto, y la acumulación y almacenamiento de objetos como plumas, garras y conchas, provengan de la misma herencia genética asociada a nuestros propios rasgos autistas. Algunos incluso llegan a proponer que fue el contacto y entrecruzamiento con los neandertales lo que impulsó el desarrollo intelectual y tecnológico de nuestra propia especie. En palabras de Frank L. Ludwig, “es la única teoría unificadora del autismo puesto que es capaz de explicar cada faceta al igual que la heterogeneidad del autismo”.

Ese ADN de origen neandertal podría también influenciar en nuestra teoría de la mente, y explicaría por qué en autistas resulta distinta a la de una persona neurotípica. Los rasgos craneales neandertales sugieren una mayor agudeza en la percepción sensorial, y una de las principales diferencias en la teoría de la mente autista es que la mente está recibiendo señales constantes, lo que dificulta desarrollar mentalmente una imagen de lo que otra persona podría estar sintiendo cuando conversamos con ella. Al mismo tiempo, características del TEA como el reconocimiento de patrones, la inteligencia espacial, la atención al detalle y el enfoque intenso habrían sido más importantes en una organización social un poco más individual como la de los neandertales.

¿Qué evidencia existe al respecto? Bueno, en 2017, una investigación publicada en Scientific Reports encontró que los polimorfismos genéticos de origen neandertal están relacionados con la morfología craneal y cerebral, y que las variantes genéticas se asocian no sólo a formas craneales similares a los restos neandertales, sino también a regiones del cerebro como el córtex visual y el surco intraparietal, asociadas con el uso de herramientas y la discriminación visual. Así, se trata de una variación genética neurológicamente funcional en la actualidad, pero cuyos rasgos representarían en autistas un intercambio con capacidades sociales menos típicas a individuos con menor o ausente variación de origen neandertal.

Evidencia genética más directa se ha publicado en estos últimos años. Hace unos meses, cuatro autores -entre ellos una investigadora autista, Emily Casanova- publicaron un estudio en el cual identificaron 51 polimorfismos de nucleótido único (SNPs) de origen genético neandertal alrededor de 35 genes que se encuentran enriquecidos -es decir, sobrerrepresentados- en probandos autistas europeos y afroamericanos y sus hermanos sin la condición. De estos, 13 SNPs se encuentran en seis genes asociados al autismo, como FAT1 -que se expresa dentro del sistema nervioso embrionario y cerebelo postnatal-, FARP2 -que regula la morfogénesis de las dendritas- y LRRK2 -uno de los genes candidatos más importantes en el TEA-. Así mismo, se identificó un SNP en probandos afroamericanos, dentro de un gen de reparación de ADN y que interactúa con una enzima relacionada con el autismo.

Los mismos autores publicaron otro trabajo hace unos meses, enfocado en también en la susceptibilidad del autismo en SNPs de origen neandertal, pero esta vez trabajando con muestras de individuos no hispanos, blancos hispanos y blancos no hispanos. Encontraron no sólo variantes raras enriquecidas en los probandos, sino también 25 SNPs de origen neandertal entre raros y comunes, que también se encuentran enriquecidos en el autismo a través de las diferentes bases étnicas, y algunos presentaron asociaciones clínicas con epilepsia y regresión del lenguaje. Este estudio también analizó las relaciones entre fenotipos clínicos y SNPs raros por grupo, en particular loci de rasgos cuantitativos (QTL) asociados al cerebro, y hallaron fenotipos de comorbilidad fuertemente asociados con algunos SNPs raros, como epilepsia, discapacidad intelectual, retraso en el desarrollo del lenguaje y síndrome de Noonan.

Red de Cytoscape ilustrando asociaciones clínicas en el autismo (nodos blancos) con varios QTLs asociados al cerebro (nodos coloreados) que fueron raros en el autismo o significativamente enriquecidos. Los SNPs están codificados por color de acuerdo al grupo étnico. Tomado de Pauly et al., 2024.

Es tentador ver estos datos y pensar que las personas autistas tienen más ADN neandertal en su genoma que las personas no autistas, y que son “más neandertales”. Pero como describió la propia Casanova a PsyPost, lo que dicen estos estudios es que parte de la variación genética asociada al autismo es otorgada por el ADN de origen neandertal, y pueden ser variantes raras o comunes. En ese sentido, lo que las personas autistas tendrían en promedio son más variantes raras de origen neandertal, no más ADN neandertal. No toda la susceptibilidad al autismo será de origen neandertal entonces.

Una inquietud que podría hacerse a la teoría Neandertal es que, bajo sus parámetros, las poblaciones subsaharianas deberían tener una menor incidencia de autismo, debido a que presentan un menor componente de ADN neandertal. Y si bien es cierto que algún trabajo apunta a esto, cabe señalar que el continente africano en general se encuentra subrepresentado en estudios sobre autismo, y hay mucho que aún se desconoce de la condición y su incidencia en las poblaciones africanas. Por otro lado, debe señalarse que hubo una migración europea de humanos modernos hacia África hace unos 20.000 años, aportando entonces ancestría neandertal a las poblaciones africanas, explicando el pequeño, pero presente, porcentaje en las poblaciones subsaharianas. Por ello, no se puede descartar una importancia de las variaciones genéticas de origen neandertal.

Otra posible objeción es que tales estudios, aunque bastante informativos sobre la potencial base genética de los rasgos del autismo, no se aventuran a explicar cómo es que el TEA se ha mantenido a través de las generaciones, si se supone que confiere un bajo éxito reproductivo. Pero creo que esa es una lectura más enfocada a las dificultades que ofrece la socialización de una persona autista en la actualidad que en los papeles que podría haber desempeñado en organizaciones sociales más tempranas. No me gusta ponerme demasiado adaptativo, porque creo que a veces reducimos mucho la evolución a reproducción y selección, pero en una visión biocultural, no me cuesta imaginar escenarios donde rasgos como la acumulación de conocimiento, la atención al detalle y el hiperenfoque pudiesen ser útiles en las sociedades tempranas. Una persona con tales características podría haberse desempeñado como curandero, chamán, o como la figura que se encarga de transmitir al clan o la tribu los conocimientos necesarios para sobrevivir. Y la importancia de tales individuos en las sociedades antiguas les confiere un potencial éxito reproductivo, con lo que esos rasgos asociados al autismo podrían haberse mantenido a través de nuestra historia evolutiva, a pesar de que hoy en día los consideremos desventajas. Todo esto, por supuesto, requeriría de una evidencia que no es fácil de conseguir, por lo que son sólo hipótesis que puedo generar al vuelo, pero que hacen que la idea del autismo como paradoja evolutiva sea menos certera de lo que aparenta.

Por supuesto, los resultados encontrados hasta ahora son apenas un inicio de todo lo que se puede evaluar y comprobar sobre la teoría Neandertal. Los autores sugieren trabajos a futuro para evaluar el papel de la hibridación neandertal-humano moderno en el neurodesarrollo y la llamada Revolución del Alto Paleolítico (hace unos 50.000 años) desde una perspectiva más genética. Por otro lado, los estudios con SNPS siempre deben ser cuidadosos con el ruido alrededor de las señales genéticas halladas, por lo que mayores redes de SNPs son recomendadas. También es importante evaluar los datos clínicos de las bases de datos utilizadas en los estudios teniendo en cuenta los niveles reconocidos de TEA, a fin de evaluar potenciales diferencias en enriquecimiento genético. Finalmente, y debido a que los seres humanos tenemos grandes porcentajes de mezcla genética, incluso en grupos étnicos reconocidos, futuras investigaciones deben también considerar utilizar datos no clínicos para evitar el ruido que puedan generar las etiquetas autorreportadas.

Sé que muchos autistas ven con desconfianza los análisis genéticos, en parte porque sienten que sigue siendo un enfoque capacitista de enfermedad, y también porque temen el surgimiento de pruebas genéticas prenatales que den lugar a abortos, como ha pasado con condiciones tales como el síndrome de Down. No obstante, recuerden que las variables genéticas de origen neandertal se encuentran presentes también en individuos sin TEA, incluyendo familiares, así que no son identificadores que puedan usarse para identificar autistas con el fin de alguna medida eugenésica. Todos estos estudios son empleados para comprender de un modo más amplio y unificado una condición que comprende a millones de personas alrededor del mundo.

Existen todavía muchos misterios alrededor del autismo. Y, tal como ocurrió al principio con los neandertales, buena parte de ello se debe a un enfoque más prejuicioso que científico alrededor de sus características y conducta. La importancia de modelos teóricos como el origen neandertal permiten no sólo una perspectiva genética más detallada, sino también comprender cómo nuestra diversidad neurológica se ha desarrollado y asentado dentro de las sociedades. Y quizás, en un futuro cercano, nos ayude también a formular estrategias que permitan una mejor integración de aquellas personas que rechazamos porque las encontramos tan distintas neurológicamente a nosotros.

Para leer más

-¿Es el ADN neandertal un factor de susceptibilidad del autismo?, artículo escrito por la propia Emily Casanova en su blog, Science Over A Cuppa.

Glosario

Dendritas: ramificaciones de las células nerviosas, importantes en la recepción de estímulos e impulsos desde otras neuronas.

Fenotipo clínico: característica o conjunto de características de una enfermedad o condición médica que son capaces de diferenciar individuos con la determinada condición.

Humano arcaico: toda especie del género Homo distinta al Homo sapiens (humanos anatómicamente modernos) que vivió en el período desde hace 800.000-500.000 años hasta su extinción. En esta categoría se encuentra no sólo el hombre de Neandertal, sino también H. heidelbergensis, H. rhodesiensis y los denisovanos.

Introgresión genética: transferencia de genes de una especie a otra a través de la hibridación entre especies o del retrocruzamiento repetido.

Locus de rasgo cuantitativo (QTL): locus que se correlaciona con la variación de un rasgo cuantitativo en el fenotipo de una población.

Polimorfismo de nucleótido único (SNP): un marcador genético caracterizado por un cambio en la posición de una única base en el ADN. La ventaja de los SNPs como marcadores genéticos es que abarcan todo el genoma, son genéticamente estables y son altamente abundantes.

Probando: un individuo particular que se estudia dentro de un pedigrí. En la mayoría de los casos, es la persona en un grupo familiar de la cual se sospecha la presencia de una afección genética.

Síndrome de Noonan: afección genética que afecta el desarrollo regular de varias regiones del cuerpo. Los síntomas incluyen retraso en la pubertad, baja estatura, anormalidades en la posición de los ojos y las orejas, leve discapacidad intelectual y tórax excavado, entre otras.

Teoría de la mente: habilidad cognitiva de comprender los estados mentales (pensamiento, deseos, intenciones) del propio individuo y de otros. Se considera un rasgo fundamental para la interacción social, pues permite no sólo considerar por qué la otra persona afirma algo, de modo que se puedan anticipar sus reacciones o su estado emocional. De acuerdo con el modelo de la teoría de la mente, las personas autistas tienen dificultadas para analizar y comprender los estados mentales de las otras personas; para algunos, esto ocurre por diferencias en nuestro lenguaje y comunicación, no por una ausencia de la teoría como tal.

 

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